"El amor ya no está de moda; lo han matado los poetas. Han escrito tanto sobre él que nadie les cree, y no me extraña. El verdadero amor sufre, y sufre en silencio"
-Oscar Wilde
Capítulo 60 – Quebranto.
Traté de no llorar en las noches, pero volver a la casa de mis padres fue más duro que mis pesadillas. Los veía a ambos por todas partes, en cualquier lugar. No importaba lo que hacía.
Y dolía. Dolía demasiado.
Nunca, nunca podría superarlo. Y darme cuenta de eso fue un golpe tan certero en el pecho, que el dolor parecía haberse anclado a mi piel.
Limpié mis lágrimas una vez más y alcé la cabeza hacia al espejo. Suspiré y mordí mi labio, mientras el rastro de rímel se borraba mientras pasaba la mano con algo de brusquedad.
Miré mi brazo con un inmovilizador, y suspiré saliendo del baño. Ahora solo me cubría un artefacto parecido a un guante. Me había descuidado aquella noche y en consecuencia me había vuelto a lesionar. A mi no me importaba, pero el dolor me llevo al hospital a regañadientes.
Tomé las llaves y bajé las gradas a paso apresurado. Anclando mi bolso en el hombro y revisando que los papeles estén allí y no se me pase nada.
Cuando salí de casa, no pude evitar parar y darme la vuelta. Porque la esperanza de ver a mi padre con una gata o una tuerca mientras silbaba alguna tonada de Marco Antonio Solís entre los labios.
No pasó.
Cerré la puerta con llave y caminé las cuadras faltantes hacia la parada. El bus no demoró en venir, y la madre con el bebé en brazos me miró mal cuando el bebé se puso a llorar. Oculté una sonrisa y entré en el bus, mientras buscaba asiento y trataba de ignorar el olor a gente humana y humedad.
De repente, como un ventarrón miré una mata de cabello negra.
Alcé la mirada muy rápido, pero no había nadie.
De nuevo, pensé que había visto a Alecksander sentado en la esquina más lejana del vehículo.
El saltó que me envió hacia adelante hizo que apretara los cables de la parte de arriba. Sosteniéndome para no caer.
Mordí mi labio aún más fuerte mientras trataba de evitar las lágrimas, bajé la cabeza y el cabello me hizo cortina mientras encontraba mi propia respiración.
Estás bien. Estarás bien. Solo un poco más. Un poco más.
Tuve que esperar media hora para conseguir asiento a lado de una señora con anaco y falda oscura muy larga. Su cabello negro y sedoso estaba sujetado por una tira llena de colores. Sabía que era indígena, una persona con raíces definidas del país. Su cultura y su idioma eran totalmente originarios de Ecuador.
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Mi Agridulce Salvación © - #1 Los Sabores del Corazón
Teen FictionÉl era el chico más guapo e insistente que nunca jamás vio. Y Aura sabía que eso no era una excusa, pero... ¡Pero, cada vez que se alejaba necesitaba volverlo a ver! Se volvió adicta. Lo empezó a necesitar de una manera loca y enfermiza. Transformo...