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"Cualquiera que pase mucho tiempo solo, aborrecerá con más facilidad la compañía inestable."
—Samai Jara.
Capítulo 83 – No confíes en el juego. Nunca fue justo.
Antón
Gina era una pequeña rubia demasiado flaca y cansada para lucir como un cliché de detective.
Parecía una niña de lejos, pero era imposible confundirla con una cuando estabas cerca, llevaba consigo todo un nubarrón que presagiaba odio por la vida, como un adulto. Pero tenía buenos instintos. Y me escuchaba.
Así que cuando nos reunimos y claramente no supimos por donde rayos empezar a buscar, trate de contarle de mis pequeñas excursiones con Aura. Y el motel fue un buen inició, así que acá estaba, de vuelta.
Mis experiencias en moteles rara vez se tratan de lo que debería hacer en un motel.
Parecía lo más lógico. Aura y yo realmente no habíamos descubierto nada.
O tal vez ella si lo hizo y no me dijo.
Cómo parecía haber hecho cada momento que compartimos.
Así que viajamos a la salida de Riobamba, en un coche patrulla escuchando cumbias de Colombia a bajo volumen y sin pronunciar palabra.
Y esta vez, fue un poco más divertido. Incluso satisfactorio. No todos los días vas en un patrullero como un auténtico criminal.
Como un adolescente que debería estar en el colegio, pero, en vez de eso estaba aquí, haciéndoles de detective.
Y aunque quisiera decir que esto era por Aura, también era por mí, era mi forma de decirle a mi padre que se joda con su educación cara.
Los sesenta mensajes de su número —que realmente fueron enviados por su secretaria— me lo confirmaban.
Llegamos al motel en lo que fue un viaje relativamente corto. Esta vez no había lluvia, al contrario, el clima traía viento y sol.
No había rastro de la mujer de la vez pasada, esta vez el que merodeaba en la recepción como un mosquito molesto era un joven de unos veinte años lleno de piercings y tatuajes que parecían mal ubicados para su contextura física. Era tan larguirucho como un palo de escoba y se rascaba los dientes con un palillo cuando entramos. La higiene del lugar y el chico, contrastaban bastante bien.
—Estamos llenos. —fue un gruñido la primera intervención, había apenas alzado los ojos y los había vuelto a bajar a una pantalla de televisión que estaba frente a él. —Aunque vendemos condones de todo tipo, ¿Con sabor o sin sabor?
Gina y yo compartimos una mirada incómoda. La mujer avanzó primero, aclarándose la garganta y sujetando su correa con la pistola y la placa dentro. Hacía eso muy seguido, como si quería dar miedo o autoridad. No lo lograba muy bien, pero no tenía por qué decírselo.
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Mi Agridulce Salvación © - #1 Los Sabores del Corazón
Novela JuvenilÉl era el chico más guapo e insistente que nunca jamás vio. Y Aura sabía que eso no era una excusa, pero... ¡Pero, cada vez que se alejaba necesitaba volverlo a ver! Se volvió adicta. Lo empezó a necesitar de una manera loca y enfermiza. Transformo...