Capítulo 24

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"Y, mira tú. Estaba buscando una estrella y encontré una galaxia"

-Ron Israel

Capítulo 24 — Sustos que dan gusto.

—Hola... ¿Hay alguien en casa? —grito, preparándome para la hablada que mi hermano me va a dar, he llegado lo suficientemente tarde como para que me encierre de por vida.

Y es que... mientras comes una hamburguesa y papas extremadamente deliciosas, es imposible que pienses en otra cosa.

Lo tengo que decir, definitivamente hubiese sido la cita perfecta sin su prima, pero no por ello dejo de ser divertido y refrescante.

—¿¡Daniel?! —grito una vez más, mientras me sacó los tacones y los lanzo sin sentido al entrar en mi habitación —¡¡Estoy aquí!!

Pero el silencio es la única respuesta que recibo, con el ceño fruncido empiezo a buscar por la sala, la cocina, el baño social, y en la lavandería, finalmente entro a su habitación, y es que aquello no lo hago tan seguido, es oscura y huele a él, nada, Daniel no está en casa.

Una sensación nada agradable empieza a colarse por mi pecho, pero tal vez solo fue a comprar algo, o...

¡¿Y si salió a buscarme?!

Aquello tiene sentido, y sin perder ni un solo minuto tomo el teléfono de casa que jamás he usado y reviso en el móvil su número.

—Dios, esto es raro, no tengo llamadas perdidas —la sensación empieza a colarse en mi pecho, con mis padres también fue así.

Impotencia.

No saber que pasará...

El teléfono timbre dos veces, luego otra y una última, y me lleva a buzón de voz.

Lo intentó otra vez mientras aprieto el teléfono contra mi oreja, he empezado a sentirme muy mal...

—Estoy bien —es lo primero que dice su voz, mientras yo me dejo caer en el suelo, alivio y confusión me llena... —¿Aura, eres tú?

Mi corazón aún late, las manos me sudan y su voz me llena: Estoy bien. Daniel está bien.

—Sí, soy yo. ¿Dónde estás?

—En el hospital —responde él, y siento que el alma se me funde.

—¿¡Qué?! ¿Qué sucedió? ¿Estás bien?...

—Estoy bien, tranquila. Es Cami...

Frunzo el ceño, pero el vacío no me abandona. Me aferro a la pared con un brazo mientras intento levantarme. Solo tengo que tratar de unir piezas sin dejar de respirar...

—¿En qué hospital?

—En El General, si quieres ven, pero asegúrate que sea en un taxi.

—Estoy en camino —cuelgo y corro a ponerme los botines con tacones que estaba puesta, no necesito pensar en nada más.

El taxi me espera abajo, aunque tengo que ahuyentar a la vecina que parece se molestó en marcarlo, no me quejo y le digo al conductor que me lleve al hospital, nadie me vuelve a reclamar.

El camino lo paso con aquella sensación de ahogo, sintiendo temor y aquel maldito nudo que se ha vuelto un peso nada ligero.

Cuando llego me olvidó de pagar, pero el hombre no lo hace porque me persigue hasta dentro de las instalaciones. Le aviento veinte pavos que he tomado sin consideración y el hombre se larga refunfuñando.

—Busco a... —trato de hablar con la enfermera rolliza, pero...

—¡Aura! —grita alguien a mis espaldas, y yo me giro con un suspiro de paz, mientras Daniel llega a mi lado y lo único que puedo hacer es lanzarme a su cuello, mientras lo aprieto contra mí.

Mi Agridulce Salvación © - #1 Los Sabores del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora