Capítulo 30

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"Te volvería a elegir. Porque eres de esas decisiones de las cuales uno nunca se retracta"

-Diversos

Capítulo 30 - Dios mío, que sabroso es el amor.

Estoy muriendo. Estoy muriéndome de amor. Estoy tan jodida y enamorada, que mi dignidad definitivamente está en bastante peligro.

Vale, supongo que debería estar temblando como una hoja presa del miedo, pues estemos solos, frente a una casa de paredes blancas y destartaladas, con marcos desgastados y de madera, y que según mi celular aquí ni siquiera llega las señales de humo. Y lo único que mi sistema de sobreviviente para situaciones extremas me dice es; si te ha traído aquí a follar, asegúrate de encontrar un gorrito.

Yo sé; soy la viva imagen de la inocencia.

Alecksander golpea la puerta de madera, tan fuerte que creo que la va a echar abajo, me mira con aquella sonrisa llena de expectativa que siento que me calienta hasta los huesos. Y además agradezco que sus mejillas tengan un tanto de color —es una hermosura verlo sonrojado— y que sean visibles gracias a la luz de su celular.

—Sé que esto es raro, sirena. Pero confía en mí, ¿vale? —golpea de nuevo la puerta, y yo le sonrío mientras asiento.

Se escuchan pisadas y murmullos dentro, incluso parece que la luz se filtra por debajo de la rendija de madera seca, pero entonces hay un fuerte golpe, y Aleck parece suspirar con alivio cuando la puerta cede.

La señora que tenía un muy filoso y desdeñoso ceño fruncido y su boca parecía lista para echarnos a patadas sufre una transformación tremenda. Dios bendito, ni el cirujano estrella hubiese podido cambiar la furia con la que amenazaba gritarnos por los dos corazones que se han vuelto sus ojos.

Literalmente, la mujer abre los labios y sonríe con tanto amor que mi corazón da un vuelco. Mira a Alecksander como mi madre solía hacerlo conmigo, y es tan bello porque la señora rellenita y rolliza se lanza prácticamente a los brazos de un feliz Alecksander que se ríe mientras le da un beso duradero en la mejilla.

Es tan hermoso. ¡Ah, el amor!

Si tan solo entendiera lo que acaba de pasar...

Mama Omi —susurra Aleck cuando la mujer parece alejarse solo un poco para pellizcarle una mejilla.

—Ni niño grande. ¿Cómo es que estás aquí? Pensé que no te vería hasta la próxima semana —la mujer luce felizmente sorprendida. Luego me mira, y la expresión de duda llega su rostro. Y luego para mi absoluto desconcierto le pellizca la oreja y se la jala a un lado, la señora es bastante chiquita y Aleck bastante alto, por lo que se encorva mientras gruñe de dolor, no puedo evitar reír. Que adorable muestra de afecto —¿Trajiste a una chica, aquí? Que fue lo que te he dicho desde que eras un mocoso.

—Mamá Omi, yo...

—No. Alecksander Eric Donell, las reglas son hechas para dos cosas: para obedecerlas y si las desobedeces para darte en l trasero hasta que te quede en la cabeza. ¿Cuántas malditas reglas rompí para que te hagas un niño obediente? —y sin poder remediarlo empiezo a reír, y cuando ambos me regalan lo que es una mirada fulminante trato de esconderlo con mi mano. Finalmente, Mamá Omi libera la oreja de mi pobre cita.

—Mamá Omi —ella se cruza de brazos y vuelve al marco de la puerta, sin tener intención de dejarnos (dejarme) entrar— Ella no es cualquier chica. Es mi chica, y no la traería acá si en verdad no lo quisiera. Ahora, ¿puedes por favor dejarnos entrar?

La señora "mamá Omi" por un momento parece sorprendida porque sus brazos caen a los lados y abre y cierra la boca, para luego volver a cerrarla, pero al final se hace a un lado.

Mi Agridulce Salvación © - #1 Los Sabores del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora