Capítulo 10

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"Ella, y su superpoder de convertir los ovarios en un par de cojones"

-David Sant

Capítulo 10 - Un beso que quedo grabado en nuestras cámaras

Rosa Oquendo es una señora de cuarenta años, o eso la calculo yo. Tienen la mirada negra penetrante pero cansada. Las canas le filtran el cabello castaño. Y las gafas finas le resbalan por la blanca nariz.

—Aura Laners. Nunca has tenido un reporte, de echo te cuidabas —Se inclina hacia mí, y yo me aferro al asiento —Eso, o tu colegio era demasiado malo.

Tomo aire, y trato de tragar los nervios.

—Ahora, mira. Puedo crear una hoja de incidentes, y colocar "Conducta inadecuada en institución" y eso. ¡Oh, se puede malinterpretar!

Siento las gotitas de sudor en mi frente. Porque la verdad, no me importa que llenen un expediente, pero si llama a Daniel...

—Y claro, tendré que llamar a tu representante para que firme —No se cómo aún no lloro. Esto es demasiada presión. Prácticamente; me ha leído la mente—Ahora, niña. Dime una solución.

Me concentro en mis dedos, que juegan entre sí. Nerviosos. Y en serio pienso.

La señora no parece el tipo que perdone algo, de echo se la ve estricta y severa... y eso no ayuda.

Mordisqueo mi labio inferior, y la imagen de Daniel gritándome me llega a la cabeza. Mi primera reacción es estar furiosa, pero... después viene la culpa, y para terminar; la aplastante tristeza.

No quiero pasar por eso de nuevo.

—Fue solo un beso y...

—Un beso que quedo grabado en nuestras cámaras, y que, con la exageración adecuada puede causar consecuencias nefastas —Trago seco.

—Si, pero...

—Tengo un problema señorita Laners, su registro me dice que fue deportista: en atletismo y ballet. —me mira de forma intensa y suspira con exageración— Ah, y yo necesito ganar.

—¿Có...cómo? —pregunto titubeante.

—Verá, mi equipo de animadoras es una perdida de recursos y espacio. Las chicas han confundido la cancha con una discoteca. ¡Y eso es inconcebible! Pero... necesito alguien que de su vida y corazón a enderezar a ese equipo... o bueno, si no da su vida y corazón puede hacerlo para no manchar su expediente.

Me mira de nuevo. Pestañea con inocencia, y se reclina en su asiento.

Y lo entiendo. Pero... ¿Dirigir a un grupo de chicas que quieren solo ser sexys? Eso no puedo hacerlo y además...

—Pero, señora Oquendo. Yo nunca he estado en un grupo de animadoras...

—Oh, ¡nimiedades! Dígame; señorita Laners, ¿Tiene una solución o escribo su nombre en el expediente?

Respiro, tomo aire.

No tengo otra opción, no quiero molestar a Daniel. Y de verdad, no quiero tener problemas en mi expediente. Solo quiero... solo ya no quiero meterme en problemas.

Y es por eso que decido dos cosas.

Primero, Alecksander me ha metido en este rollo. Aunque no lo culpo. Porque en todo caso yo también lo quería besar. Y ese beso... ha valido la pena.

Pero hasta aquí. La moto. La discoteca. Dormir en otro lado. Besarse en el pasillo.

Parezco criminal. Y no puedo seguir.

Tengo que dejar lo que sea que pase entre nosotros. Se acabó.

Y lo segundo. Salvar mi culo de esta incómoda silla.

—Yo... yo creo que sería buena como animadora.

Y la directora sonríe satisfecha. Sin decir una palabra más arrastra una hoja en mi dirección.

—Muy bien, señorita. Llene el formulario, y firme la asignación.

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—Mira, Bell —tomó la pañoleta turquesa y la alzó para que la pueda ver —Se ve hermosa, y es muy suave.

Bella pone los ojos en blanco y gira los ojos. Entonces mira a su hermana que es su copia exacta solo que más pequeña.

—Dany es modelo —explica Sophie, con su tierna voz.

—Exacto —corrobora, segura Bella —La verdad, no se que hacemos aquí. Aunque le compremos lo mejor de la tienda lo más probable es que Danielle ya lo haya usado.

Esta vez yo resoplo.

—Vale, señoritas optimismo —me cruzo de brazos —Si tienen una idea mejor de bienvenida. Soy toda oídos.

Bella ahoga una risita, y vuelve a intercambiar una mirada con su hermana. Me giro, y tomo otra pañoleta verde. Fingiendo que me interesa y que un pinchazo de envidia ha sido lo menos que me ha atravesado. Respiro... antes Daniel y yo, nos las parecíamos bastante.

Cuando estábamos en Riobamba. Cuando papás aún estaban vivos. Todo era muy distinto.

Extraño mi hogar.

—Tengo una idea —me giro de pronto. Con una sonrisa atravesándome el rostro —¿Cuándo fue la última vez que asististe a una verdadera fiesta, Bella?

A la aludida se le va el color del rostro y me mira asustada. Ahogo una risita.

—No de esa clase de fiesta —sonrió —Pero ya que mi hermano viaja mañana, podemos invitar a algunos amigos de Danielle. Algo pequeño...

—¿Cómo una reunión? —pregunta Sophie. Asiento con entusiasmo y veo como a Bella le empieza a subir la sangre de nuevo.

Pero no estoy segura de que sea una pequeña fiesta. Si voy a quitarme el uniforme de niña rica a pasar a usar mallas de animadora. Necesito terminarlo en grande.

—Yo... ¿Estás segura?

—Si. Lo estoy. ¿Qué puede salir mal?

 ¿Qué puede salir mal?

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Mi Agridulce Salvación © - #1 Los Sabores del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora