Capítulo 44

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"Fuerte es quien llora a escondidas y ríe en público"

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"Fuerte es quien llora a escondidas y ríe en público"

-Bob Marley

Capítulo 44 – Había vuelto

Odio levantarme en la madrugada. Lo odio con cada maldita célula de mi ser.

Una persona solo debería levantarse de la cama para ir al baño o para ir por un condón. No para viajar cuatro horas a Riobamba.

Pero allí estaba yo, en un auto rojo con aire acondicionado que olía a pino y Antón a mi lado comiendo alitas. Porque, ¿Por qué no? ¿Quién tiene hambre de pollo con salsa a las 4am?

Yo quería volver a dormirme, pero el olor a grasa y el sonido de sus dientes destruyendo papitas a la francesa no me deja volver a mis amargos sueños. Ya ni los dulces sueños eran parte de mi noche.

Me recargué en el frío ventanal mirando de reojo a Reth un hombre lo suficiente amargado que había decidido rentar su auto en un viaje al centro del país.

Me caía bien la verdad. Nos había puesto tan mala cara que me fue imposible no copiarle la crispada expresión.

—¿Es tan largo el camino de salida? —según yo, ya llevábamos veinte minutos y aun no éramos parte de la carretera.

El embotellamiento Sucre, como era llamada la salida sur, lucía según mis recuerdos, como varias carreteras gigantes que al final terminaban en una muralla de mármol de la libertadora del libertador, Manuela Sáenz.

La historia de esos héroes era digna de un libro.

Suspiré. Empezaba a preocuparme que seguíamos dentro de la urbanización.

—No tanto, la verdad. Pero... —mastico lentamente —tengo que pasar por un recado, ¿¡Verdad, Rethsito?!

Reth no dio señales de haberlo escuchado. Siguió conduciendo con la mirada al frente.

—¡Reth! —protestó Antón —Yo soy el que te paga.

Antón y yo escuchamos un insulto entre dientes que me sonrojó un poco.

—Así es. —era bastante comunicativo, como verán.

Antón sonrío, feliz. Yo bufé, irritada.

—Ahora, ¿qué? ¿Costillitas con B.B.Q? —me ignoró y cuando traté de robarle un poco de papitas, el me dio un manotazo que me dejo la mano llena de grasa.

Ew.

Pero que linda es la amistad.

—Suelta. Es mío. Si quieres, compra. —achique mis ojos.

—Eres tan buen amigo.

—Ya te pago el pasaje, cállate y no molestes.

De repente el coche paró, ignoré a Antón y miré por la ventanilla. Estaba empañada, siempre se empañaba en las madrugadas. No tenía demasiada curiosidad para buscar en Google la razón. Así que me límite a barrer con las manos el agua, y mirar por la ventanilla.

Mi Agridulce Salvación © - #1 Los Sabores del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora