|| Capítulo 36 ||

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Confesiones: deseos innegables.



Kassia.


Me toqué el labio inferior con los dedos, dolía. Sentía como me pulsaba y era estresante y doloroso, pero no más que cuando empujó sus dientes contra el y lo rompió, eso ardió demasiado. Khan hacía daño sin fijarse, le gustaba el dolor y ocasionarlo. No le importaban las consecuencias, era hijo del rigor, hecho para el caos y la destrucción.

Mis ojos quedaron en Lorey que no me quitaba la mirada de encima, miraba mi labio roto. Luego, dirigió su mirada a Khan que apenas llegaba a la sala de reuniones.

Entraba y se iba a la hora que quería, le importaba un carajo todo y todos. Se valía en ellos.

Era dueño de su vida y la de todos los demás.

—Khan, creí que no vendrías —comentó la senadora Lilly Goodmer, una mujer de treinta y cinco años —. No creo que sean horas de llegar, la reunión se está casi acabando.

—¿Te pregunté? Puedo llegar e irme cuando se me antoja, a mi no me imponen nada —se sentó en la otra punta de la mesa, justo frente a mi, encabezábamos la mesa —. ¿Usted qué opina, señora viceministra?

Apreté los labios.

—Señorita —le corregí —. Y me da igual, estés o no, no cambia nada. No eres vital en esta mesa. Y además, ¿no que simplemente eres el contratista militar?

—¿No te contaron que subí de nivel al jefe de estado? El anterior se desvivió.

Entrecerré los ojos.

«¿Qué había hecho?

—Sigues sin ser vital.

—Con todo respeto, viceministra, el señor Wagner es quien mantiene la casa presidencial bajo seguridad, estamos bajo su protección, todos —intervino Lorey, sonreí de lado con ironía.

—¿Eres su vocera? ¿Abogada del diablo? No recuerdo haberte pedido opinión —bufé. Todos se quedaron quietos, mis ojos fueron hacia Khan que se mantenía serio, mirándome.

—Solo dije, Khan es más que...

—¿Qué? ¿Qué yo? Pues bien, que lo sea, yo no peleo por ningún puesto que ya tengo. Tú mejor sigue escalando en su cama para poder ascender a algo más que solo una maldita diputada de categoría.

Me puse de pie, yéndome. Bufé, solo hacia una escena y era estúpido, pero estaba cansada de todo. Él siempre tiene que ser el que más poder tiene. El más rico. El mejor. Me cansa su maldita actitud de mierda, y es momento de imponer mi poder.

Me encerré en mi oficina con seguro, no me apetecía nada, solo no quería oír a nadie por horas. Mucho menos a Lorey.

Respiré hondo, llevándome las manos al rostro. «¿Qué carajo hice?»

No debí haber caído en sus malditas y estúpidas provocaciones, eso es lo que él quería buscar: discordia. Amaba el caos, es obvio que es algo que lo alimenta. La pelea y el desorden.

Arrojé los papeles sobre el escritorio hacia el suelo, frustrada. El labio no dejaba de dolerme, la cabeza me dolía y no tenía ganas de estar así, rodeada de idiotas.

Le envié un mensaje a Adrien, si podía venir por mí que ya había acabado el trabajo. Pese a ser las diez de la mañana. Dijo que venía por mi y lo agradecí.

Tomé mi gabardina negra y mi bolsa, yéndome de mi oficina. Me apresuré a irme cuando vi a Lorey con Khan afuera.

—Kassia...

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora