Muertos vivientes e identidad incorrecta.
Khan.
Kassia me buscó por toda la sala con la mirada, y se topó conmigo al final de las escaleras. Solté el vaso, esperando lo que venía.
—Lo sabías, ¿cierto? —farulló con molestia —. ¡Sabías que mi tío estaba vivo!
Faltaba más que solo ello.
Me pasé una mano por la barbilla y la miré bajar expresamente los escalones. Le di la espalda, mirando mi móvil de reojo.
—Si, de nada vale mentir —me mofé —. Pero veo que aún no llegas a la mejor parte de la carta.
—¿De qué rayos vas? Solo ten los malditos cojones de decirme lo que tengas que decirme…
—Tu padre no murió, sino que su propio hermano y mano derecha lo asesinaron —le solté, ella se quedó quieta en su lugar, sin saber cómo reaccionar a ello. Pasó saliva, mirándome fijamente, sin poder creerlo —. No lo niego, le hicieron un gran favor al mundo al acabar con él, aunque no soy hipócrita, debí haber sido yo.
Se me vino encima y comenzó a golpearme, incluso se quitó el cabestrillo, malherida, me empujó.
—¡No tienes derecho! ¡No tienes ningún maldito derecho…! —se quebró y sus golpes se suavizaron —. ¿Por qué…?
—Porque la lacra de tu padre no era el maldito Papa Noel, asúmelo de una jodida vez —la zarandeé de los hombros con fuerza y sostuvo mis muñecas —. ¡Asume que la escoria de tu padre jodió a muchos! Él y los suyos, solo por puta diversión.
La tomé del cuello con fuerza y me miró con los ojos rojos, envuelta en ira y dolor. Estaba pasando pura mierda en menos de veinticuatro horas, pero debía asumir de una jodida vez que quien la crió, era una porquería de ser humano.
—Ponte en la jodida cabeza, que Evan Roger, era una rata de dos patas.
—Cállate, cierra la maldita boca —me chilló iracunda, la tomé con mayor fuerza y la solté cuando vi que ejercía más fuerza de la que podría controlar con ella. La miré toser y dejarse caer al suelo con la carta en el bolsillo de su chándal.
—Frederic, ¿por qué? —susurró, confundida —. Era su mejor amigo, su mano derecha y él estuvo ahí, en su lecho de muerte, como si nada. No lo entiendo.
—Por que tu querido padre se folló a su mujer y luego la mató —respondí, ella apretó los dientes. Se negaba a creer que ese hombre era la peor mierda del mundo, pero ella no lo conoció como yo —. Tú lo trataste como padre, pero no como hombre, porque así era una miseria.
—No, mi papá no era esa persona que tú dices. No puede serlo —siseó molesta.
—Poco me importa lo que creas, cría —bufé —. Si no quieres creerlo, te jodes. Pero entiende, que Evan no era padre como era hombre, hay una diferencia en eso.
—Por eso Frederic se despareció de la nada. No supe más de él. Solo huyó —espetó —. No me importa la mierda que haya sido mi padre, pero no dejaré pasar que ese cobarde lo asesinó, ni él, ni Benjamín. La muerte de mi padre y Daniel no van a quedar intactas, y de eso voy a encargarme yo.
La miré fijamente, lo decía con tanto desprecio en su mirar, que no subestimaba ese rencor con ellos. Me servía que odiara a su tío realmente.
Destrozó la carta y arrojó los pedazos lejos. Con rabia y dolor.
—Llorar es de débiles, eso piensas —se burló entre lágrimas —, pero la realidad es que a ti te reprimieron de hacerlo, y por eso, crees que eres mejor que yo. Más fuerte. Más poderoso. Mi padre creía lo mismo…y tú vas por el mismo camino.
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Dulce Condena [+21]
Science FictionÉl era una bestia. Ella era un castigo. Khan Wagner no era bueno. No era el tipo de hombre al que deberías acercarte para algún tipo de relación. Era sádico, frío y perverso. No le importaba el bienestar de nadie más que el de sí mismo. Líder de lo...