|| Capítulo 49 ||

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Convivencia caótica y llamada desesperada.




Solté el bolígrafo con desinterés sobre la mesa de centro de la sala del penthouse y cerré los documentos que estaba firmando. La cabeza ya me dolía, y tenía la vista cansada. Masajee mis sienes con cansancio, al menos tenía silencio, bueno, en este lugar siempre lo había. Era como un cementerio, y no iba a mentir, me agradaba. Nunca estuve acostumbrada al ruido.

Me recosté en el sofá y revisé mi móvil de reojo, entrando a las redes sociales un poco, las tenía bastante olvidadas. Khan ni siquiera tenía y era claro, era un completo ermitaño antiguo y desinteresado por todo.

Pestañee, cansada y me quedé mirando le techo, en silencio, quedándome dormida sin poder ser consciente.

Desperté cuando una luz me dio directo en el rostro, abrí los ojos y vi que aún seguía en la sala y la luz solar de los enormes ventanales de la sala entraba por doquier.

El cabello se me cayó en el rostro cuando me quedé unos segundos sentada, mirando mis pies como si fuese lo más interesante del día. Alcé la cabeza cuando vi a Khan en mi campo de visión, salió de su despacho, iba recién duchado por su cabello húmedo. Portaba un traje azul marino, sin corbata.

Se detuvo y me miró. ¿En que momento llegó? Ni siquiera lo escuché, el cansancio me había ganado.

Me quité el cabello del rostro y me puse de pie, tomando mis cosas.

—¿Que me ves? —bufé. Después de la idiotez que me dijo no quiero siquiera verlo, era...un imbécil. Subí las escaleras y él me siguió detrás.

—Me buscas y te acojona encontrarme, cría —gruñó con hastío.

—¿Por qué no te largas a trabajar?

—Estoy en mi casa —me giró a las malas y lo aparté.

—Suéltame. Mantén tus manos muy lejos de mi, idiota.

—¿Por qué? —me tomó de la barbilla con fuerza y manoteé su torso con enfado, me miró forcejear y eso le gustó —. ¿Te creíste la mierda del otro día? ¿Tienes miedo de mi?

—No soy estúpida por si crees que si —le golpeé el brazo y me soltó —. Solo juegas conmigo y eso ya lo sé, ni creas que vas a verme la cara, bastardo arrogante.

Lo empujé y me metí a mi habitación para darme una ducha. Dejé que el agua fría cayera sobre mi y cerré los ojos, lavando mi cabello.

Oí mi móvil sonar a lo lejos cuando salí del baño y tomé una toalla, bajé rápidamente las escaleras al oír el sonido de mi tomó de llamada provenir de la sala.

Khan lo tomó primero y tuve que sostener la toalla con fuerza antes de que cayera. Ni siquiera me había logrado secar el cuerpo y el cabello, el cual, escurría agua por el suelo.

—Dámelo.

—Adrien, volvió el marica que necesita a una mujer que lo defienda —me arrojó el móvil y lo tomé rápidamente, la toalla resbaló y la tomé, soltando el móvil, haciendo que se rompa contra el suelo.

Apreté los dientes con enfado. Esto tenía que ser broma, maldito idiota.

—Deja de meterte en mis cosas, no tienes derecho alguno.

—No, pero me divierte joderte la existencia —admitió con altanería. Mis puños se apretaron con tanta fuerza que sentía mis uñas clavarse en las palmas.

—Juro que te odio, animal.

—Ten cuidado con las palabras, maldita cría.

Ah, su detonante era ese.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora