|| Capítulo 10 ||

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De vuelta a casa.



Kassia.


—Kassia, joder, creí que habías desaparecido —Elaine me estrechó contra ella y sonreí de lado. Era mi mejor amiga de siempre, éramos como hermanas, nuestros padres eran mejores amigos desde la infancia.

—Lo siento, no pude comunicarme, necesitaba mi tiempo —omití la verdad, ella se separó y sonrió.

—Me alegra que estés bien, lamento no haber podido venir al funeral de tu padre, cuando regresé a Manhattan tú ya no estabas —sacudió la cabeza —. Creí lo peor, todos dijeron que desapareciste de un día para otro, le pregunté a Gerry y dijo que un día antes te habías ido a su casa.

—Si, pero ya estoy bien —me encogí de hombros —. Veo un anillo en esa mano, no me digas que...

—Kassia, es bueno verte —oí la voz de Loren, miré a mi amiga cuando le rodeó los hombros y besó sus labios.

—Loren, vaya, no sabía que estaban comprometidos.

—De hecho, estamos casados —me corrigió él, miré a Elaine sin poder creerme que se haya casado con un Pierce.

Conocía a la familia Pierce, solo de vista pero lo poco que recuerdo es que estaba Loren y tenía un hermano menor, no recordaba como se llamaba, la última vez que los vi tenía como siete años.

Me dejaba boquiabierta el hecho de que Elaine se haya casado, apenas tenía veintitrés años, era muy joven como para atarse a alguien. Pero cada uno con sus elecciones, mientras ella sea feliz da igual.

—Pues felicidades —les dije, Loren me clavó los ojos con firmeza y alcé la barbilla, no sé que pretendía con querer intimidarme, no iba a lograrlo.

—Vaya, has cambiado bastante —me dijo mi amiga y la miré, sonreí de lado.

—Bueno, tres años han pasado, o tal vez sea el flequillo y mi cabello más largo —me encogí de hombros. Por supuesto que he cambiado, y no solo físicamente, pero eso aún es un peoceso —. Luego hablamos, ¿si? tenemos cosas de las que ponernos al día, debo irme.

—Espera, ¿dónde estás quedándote?

—Por ahora en un hotel.

—Ven a nuestra casa, eres bienvenida — sonreí de lado sin ganas, lo que menos necesitaba era meterme ahí, no por ella, sino porque prefería estar sola y tranquila.

—Encantada, pero prefiero mi espacio, el domingo leerán el testamento de papá, estaban esperando a mi mayoría legal de edad.

Hizo una mueca y asintió, le eché un último vistazo a Loren Pierce y me fui de la cafetería. No sé qué pasaba ahí pero era obvio que Elaine no se dejaba mandonear y eso me gustaba.

Éramos hijas de los dos hombres más importantes de Manhattan, nos criaron para jamás temerle a un hombre.

Le bajé la velocidad a mi auto cuando pasé por mi casa, estaba llena de gorilas de ese imbécil y no podría entrar.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora