|| Capítulo 38 ||

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Diputada: Lorey Grey.




Bajé las escaleras rápidamente, iba algo tarde a la casa presidencial, no me apetecía que Khan me llevara, ya que prefería mantener la distancia de él.

Alcé la cabeza al ascensor y apreté los labios cuando lo visualicé ahí dentro.

Mi pesadilla de pie ante mi.

Me miró cuando empujé las puertas porque se me iban a cerrar en la cara, presioné los dedos para el piso de abajo y me acomodé el cabello que se me pegaba al rostro.

—Que poco caballero eres —le bufé.

—¿Crees que podría serlo siquiera?

—No, ya me lo veía venir, pero mínimo, casi me estrello contra el ascensor.

—Te jodes por despertar tarde, no es mi asunto tu impuntualidad.

Lo miré con una ceja enarcada.

—¿Disculpa?

—Llego a tiempo a todos lados, pero entro a la hora que me salga de la polla. A mí no me imponen nada —lo miré de reojo, él se mantenía con la vista fija en el iPad de su mano. Olía a loción cara.

Me mordí el lado interno de la mejilla cuando le vi la parte del cuello de la camisa mal, apreté los labios, moviendo el pie. Bufé y se lo arreglé, me miró de reojo cuando llevé mis manos a su camisa. Iba a apartarme pero me dejó cuando vio que le estaba acomodando.

—Pierdes el atractivo si tienes la camisa mal puesta.

—Mi atractivo no se va con nada, cría.

Me apartó cuando le clavé una uña en el cuello, me reí por lo bajo y salí del ascensor con él a mi lado.

—¿A dónde te vas?

—Lejos de ti seguro —quise subir a una de las camionetas pero me empujó.

—Eres tan cobarde.

—Y tú tan bastardo. ¿Nos decimos lo que pensamos del otro? —me crucé de brazos con enfado —. Estás trastornado, y no me apetece estar cerca de ti.

—¿Qué rayos tienes aquí? —me tomó bruscamente del mentón, viendo algo en mi cuello, bajando un poco el cuello de mi blusa.


—Es del sujeto del sótano, me rasguñó con sus uñas —lo aparté y subí el cuello de la blusa —. No finjas que te preocupa.

—Me sabe a mierda tu existencia.

—Idiota. Me llevas, pero no me apetece tenerte cerca de mi la verdad, demente de mierda.

Me regaló una sonrisa torcida y me mordí el labio con fuerza. Imbécil. Subí a su auto y salimos de ahí.

—Carajo —bufé cuando el cinturón de seguridad se me trancó. La mano de Khan se extendió sobre mi regazo, mirando el camino, jaló el cinturón y me lo puso, rozando mi abdomen con sus dedos.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora