|| Capítulo 52 ||

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Sentimientos negados y ataque de frente.





Kassia.

—Es cierto lo que dicen: las chicas más buenas se topan con los más cabrones, es ley de vida —comentó Rebeka, le di un trago a mi bebida y miré de reojo a Khan.

—Ni tan buena ni tan mala —le dije, ella sonrió de lado.

—Salud por eso.

Khan clavó la mirada en mi el resto de la noche, se retiró de la mesa antes que nosotras.

—¿Se conocen hace mucho? —le pregunté a Rebeka una vez nos fuimos a la sala.

—Si, desde niños —miró su móvil de reojo cuando le sonó y medio sonrió —. Se todo de Khan, bueno, todo lo que pueda, porque es el hombre más reservado jamás visto.

—Si, ni que lo digas. Si habla veinte palabras seguidas es mucho para él —comenté —. A veces pienso que es un robot insensible y sin sentimientos.

—No lo dudes, todo puede ser posible en este mundo, y más si vine de Khan Wagner —su móvil volvió a sonar y sacudió la cabeza, divertida —. Bueno, ya debo irme, te veré mañana supongo.

—Si, claro.

Se fue al despacho de Khan y miré de reojo el pasillo, la puerta se cerró con seguro y entrecerré los ojos. Miré mis uñas, ella no salió de ahí con él por al menos unos cuarenta minutos.

Ni siquiera debería importarme que hacían ahí. Iba a irme a mi habitación cuando oí un golpe contra la puerta, seguido de otro y otro. Me acerqué lentamente al oír los golpes, pero me devolví rápidamente al ver la puerta ser abierta, subí las escaleras y a través de las barandas vi a Rebeka salir prendiéndose la chaqueta mientras se acercaba al ascensor.

Khan se apareció a los minutos y bufó, diciendo algo por lo bajo que no entendí. Se detuvo al verme en la cima de las escaleras, no dije nada, tampoco era de mi interés pero por alguna razón si quería que supiera que los vi.

—¿Cuándo será el día en el que hable o trabaje con alguna mujer que no te hayas tirado? —bufé con ironía.

—Supongo que nunca —le restó importancia y me mordí el labio inferior con enfado ante su descaro. Ni siquiera debería importarme nada, pero mínimo que respete que yo estoy aquí.

—A la próxima respeta un poco y fóllatela en el club y otro lado, porque aquí estoy yo, y es mi casa también, paso de ver u oír cosas que no me interesan —me di la vuelta, yéndome a mi habitación. Era absurdo todo esto, me miré frente al espejo con enfado, enfado conmigo misma por la idiotez que le dije. Parecían estúpidos celos y no era eso, al menos, no podía serlo.

Maldije por lo bajo.

Debí haber mantenido mi jodida bocota cerrada, porque así solo parecía idiota. Tomé una chaqueta, necesitaba irme de aquí, alejarme por unos días al menos, tener mi cabeza centrada en lo que quiero y haré.

Salí de mi habitación, pasando por la sala abruptamente, él giró la cabeza en mi dirección y no le presté atención alguna. Bajé al parking, queriendo largarme.

—¿A donde rayos vas a esta hora, cría?

—No te interesa —le quité el seguro a mi auto y metí mi bolsa, pero me detuvo de la muñeca.

—¿Qué es éste patético teatro de cría caprichosa?

—No es un teatro, solo me apetece salir, deja de controlarme, joder —lo empujé y volvió a tomarme con fuerza, tomó mi mentón y me hizo mirarlo.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora