|| Capítulo 17 ||

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Maletín y deseos oscuros.

Kassia.

Quería golpearme por la idiotez que hice pero realmente quería darle una cucharada de su propia medicina, y que supiera que no iba a mandonearme ni tendría poder sobre mi como tanto cree. Lo tuve como quise y por más que nunca lo acepte, lo dominé a mi antojo.

Me pasé los dedos por la boca al recordar lo de hace tres días club, estaba loca cuando quería, reaccionaba muy impulsivamente y hacia cosas de las cuales luego me arrepentía.

¿En qué cabeza cabía chuparle la polla sabiendo que todos podían vernos abajo? No dudo que lo hayan hecho algunos pero joder, me pasé de impulsiva.

Me reí internamente y sacudí la cabeza, menos mal no lo he visto desde entonces, no es como si lo evitara pero cuanto menos lo viera mejor, ese ser era... insufrible.

Rompió mi jodido vestido en la cena y ahora debía arreglarlo, era un regalo de mi padre y no quería dejarlo así.

Lo llevé a una costurera y me lo dejó como nuevo, lo dejé en su funda negra y lo guardé en el clóset, no quería más incidentes con ese vestido, y menos teniéndolo a él cerca. Siempre me sucedía algo cuando Khan Wagner estaba a mi alrededor.

Salí de mis pensamientos cuando Elaine se sentó frente a mi en la mesa de la terraza del restaurante.

—Lo siento, me quedé sin combustible a mitad de camino —se disculpó.

—Apenas llegué —respondí, se quitó su abrigo y arqueé una ceja al verme algo rojizo debajo de la oreja, se cubrió con el cabello y negué —. Creí que tu posesivo esposo se apoderaría de ti.

—Quisiera, a mi no me domina ningún jodido hombre, ni siquiera mi padre —pidió champagne y lo trajeron, lo abrió, descorchándolo, la tapa voló por los aires y se rió.

—Elaine, pudiste darle a alguien.

Se encogió de hombros.

—Estamos al aire libre, lejos de todos, más de darnos a alguna de nosotras no iba a ser —se burló, me reí y le di mi copa para que me sirva —. ¿Qué tal con tu esposo?

—Vete al carajo —le reñí, soltó una carcajada y le dio un trago a su bebida.

—Es que es gracioso, nunca creí que estaríamos casadas al mismo tiempo, bueno, jamás pensé en casarme, tú ya eras más de esas cosas.

Chasqueé la lengua.

—Ya se me fueron las ganas de soñar con casarme, formar una familia y todas esas estupideces —m bufé —. Ese maldito bastardo me quitó todo el hechizo de una familia felíz. Ya no tengo cabeza para pensar en eso en este momento.

Saboreé el champagne y moví la copa, pedimos algo de cenar y miré la ciudad desde la terraza. Los autos iban y venían, alumbrando las calles de Manhattan.

—Aún puedes, solo tomas un cuchillo y lo entierras en su cuello, y fin, serás viuda y libre.

La miré, ella a mí. Curvó la boca en una media sonrisa.

—Solo bromeo, o quizá no —me guiñó un ojo. Sacudí la cabeza, estaba demente esta mujer.

Miró su móvil y luego echó un vistazo hacia la entrada de la terraza del restaurante, seguí su mirada y me encontré a Blade Pierce apenas llegando con una mujer despampanante.

Devolví la vista a mi mejor amiga y arqueé una ceja al verla con los dientes apretados.

—¿Qué con él? A mí no me engañas, desde siempre te gusta el hermano menor y rebelde de Loren —le dije, me miró, pensativa —. Desmiételo si no es así.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora