|| Capítulo 31 ||

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Lluvia, herida y paz temporal.



—¿Y a ti qué rayos te pasó? —me preguntó Elaine cuando quise irme y me encontró a mitad de camino, salía con Loren.

—La lluvia me agarró en la terraza, ya me iba a casa, el vestido me pesa —respondí, me quité el cabello del rostro y miré de lado a su esposo que me observaba fijamente —. Y me estoy congelando de frío. Te veré después.

Me di la vuelta y me fui. Me metí entre las camionetas después que me quitaron a los reporteros, la lluvia seguía con intensidad y no podía ver mucho.

Iba a subir pero me detuve cuando el bastardo de Khan se apareció y casi me estrella con su auto.

—¡Imbécil! —le grité con enfado.

—Que dulce —dijo mi mejor amiga apareciendo con Loren. Me reí ante eso.

Pasé saliva cuando la cereza del pastel se apareció: Blade. Venía con una morena alta, diferente a la de la otra vez en el restaurante. Miré de lado a Elaine que fue tomada de la cintura por su esposo.

Blade nos ignoró a todos y subió a la chica en su auto, me echó un vistazo de lado y lo miré.

—¿Necesitas que te lleve, Kassia?

—No, pero gracias.

Asintió, se subió del lado del piloto e hizo reversa, casi atropellando a su hermano, éste bufó y se llevó a Elaine a su auto.

«No se niega que es el mejor amigo de Khan»

Bueno, problema de tres, que se solucionen solos. Elaine amaba ver el mundo arder y terminará quemándose, Blade no parece ser de los que sea muy tranquilos a la hora de obtener algo. Pero haya ellos.

Subí a una de las camionetas y nos fuimos al penthouse. El vestido me pesaba y tiritaba del frío que tenía, me abracé a mi misma, tratando de darme calor.

Apenas llegué al penthouse vi el blazer de Khan en la sala, empapado, me fui a mi habitación para darme una ducha de agua caliente. La disfruté y salí con una bata envolviendo mi cuerpo.

Salí de la habitación al rato y bajé a la cocina por algo de agua, abrí la nevera y me encontré un pastel, saqué una cuchara y me metí a la boca ese delicioso postre, llenando mi boca. Amaba las cosa dulce joder.

—¿Qué carajo haces?

La cuchara se me resbaló de las manos al oírlo cerca, cerré la nevera y la recogí del suelo, me pasé el dorso de la mano por la boca y giré para verlo. Solo portaba el pantalón empapado, mis ojos se fueron a su abdomen de piedra y sus brazos tatuados, junto a sus bíceps. Tenía un enorme dragón que le cubría la mitad del abdomen, envolviendo su espalda y abdomen.

Si, estaba bueno, no iba mentir, pero lo odiaba y así debía quedar. El deseo carnal no cambiaría nada de lo que pensaba.

—Nada que te interese —me fui de la cocina y me siguió detrás a paso firme, lo miré sobre mi hombro —. ¿No piensas ducharte? Esas dejando el piso lleno de agua.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora