Khan.
Expulsé el humo del cigarrillo y miré de reojo a la cría en su cama, con los ojos cerrados, durmiendo. No debería de estar así de tranquila durmiendo cuando yo estaba a su alrededor, no era nada bueno que se mantuviera vulnerable porque siempre tomaba eso para atacar.
Ver o saber las debilidades de las personas solo las llavaba a su muerte porque las utilizaba y los destruía lenta y dolorosamente.
Ella no iba a ser la excepción a nada, destruyo lo que me jode, y sé de quién es hija, y sé lo que debo hacer.
Vine a Manhattan y me apoderé de todo New York a mi antojo porque es lo que siempre hacía: tomar las cosas a las malas, el que sea hijo de dos diputados de la alta nación me daba acceso a que no vieran realmente quién era.
Un animal, así me decía la insufrible cría, pues no se equivocaba, pero mi apariencia y dinero compraban al mundo.
Todas las personas tenían un precio, y si no era así una bala en el cráneo lo resolvía todo. Ella iba por lo alto, yo iba por ambos mundos, conocía el cielo y el infierno, y en este momento me encontraba en el infierno.
Después de acabar a los malnacido que estorban mi camino tomaré mis cosas y me iré a la mierda. Mi pasantía aquí es temporal, pero mi poder y mis alcances ilimitados.
Arrojé el cigarrillo al suelo y lo pisé, me puse de pie del sofá, ella abrió los ojos y se movió pero las esposas en su mano la detuvo.
Dirigió sus malditos ojos exóticos en mi dirección. No mentiría, porque mentiroso no era: era una mujer jodidamente hermosa, apenas despertaba y no hacía más que calentarme la verga con solo verla.
Su cabello se esparció por su rostro, y sus distintivos ojos lo primero que hicieron fue verme. Metí mis manos en los bolsillos de mi pantalón, quedándome frente a la cama.
—Quítame esto —demandó.
Arqueé una ceja. Se creía que podía mandarme y era algo que jamás iba a suceder.
—Que me lo quites, joder —gruñó entre dientes —. Te estoy hablando imbécil, déjate de hacerte el sordo y quítame las jodidas esposas.
—Te las quitaré cuando yo vea que quiero hacerlo.
Le di la espalda y me fui hacia la puerta.
—Animal, quítame las malditas esposas, hijo de puta —y apenas comenzaba el día. Salí de la habitación y la oí romper algo, me fui a la mía y me di una larga ducha
Sentí un leve ardor en mi cuello y me pasé los dedos, sentí algunas líneas rojas por sus largas uñas, luchó por quitarme la camisa pero no sé lo permití.
Habían muchas cosas que no iban a ser jamás. Qué me cabalgara anoche fue un acto de perseverancia que tuvo, lo quiso y lo tuvo, no le gustaba ser la sumisa y yo jamás lo sería, era dominante esté o no en una cama, a mí nadie me domina o me ordena.
Estoy arriba, yo doy las órdenes.
Solo pensar en cómo se me subió encima y me montó me calentaba la polla, ninguna mujer jamás me tocó o me montó, ella lo consiguió porque yo lo quise. Me toca porque así yo lo quiero, de lo contrario, jamás lo haría.
Abrí los ojos apenas sentí una presencia y no fallé cuando me intentó ahogar en la tina, la metí dentro del agua y chilló al ver que el agua estaba helada.
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Dulce Condena [+21]
Ciencia FicciónÉl era una bestia. Ella era un castigo. Khan Wagner no era bueno. No era el tipo de hombre al que deberías acercarte para algún tipo de relación. Era sádico, frío y perverso. No le importaba el bienestar de nadie más que el de sí mismo. Líder de lo...