|| Capítulo 80 ||

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"La cima no lleva el nombre de un cobarde. "

Mis dientes rechinaron con dolor ante el golpe abrupto de la mano de Amy. Apenas despertó y después del golpe en las escaleras hace una semana. No me recibió tan bien, no era para menos, le había dejado una bonita marca en su frente, bueno, horrible marca.

Pero me recordara siempre, eso es claro.

Diría que había mejores castigos que unos simples golpes con sus delicadas manos, pero tampoco le di ideas.

Me le reí en la cara con ganas, tantas, que no me importó un segundo golpe. Me han golpeado más fuerte en mi vida como para me duela algún golpe.

Tenía los ojos rojos por la cocaína que le tiré en ellos, y por el simple hecho de verme, me dio otra bofetada. La sangre de mi labio inferior se deslizó por mi barbilla. Me relamí los labios, mirándola frente a mí.

—Tengo las manos ocupadas, sino te aseguro que te los devolvería —le dije. Se acercó a mí y le escupí la sangre que acumulé en el rostro, retrocedió asqueada y me dio satisfacción.

No podía creer como de niñas éramos tan apegadas y de la noche a la mañana todo cambió por la estúpida avaricia de su padre. Benjamín nunca iba a aceptar que el mejor Roger siempre iba a ser mi padre. Muerto o no, le ganaba por lejos.

Mi cabeza no dejaba de pensar de quien era hija, no solo de Evan Roger, sino que también de una mafiosa rusa. Aún debía asimilarlo, aunque eso no iba a cambiar en nada a mi vida, no tenía intención de buscarla.

Sabía de su existencia como la ejecutora de la mafia roja, pero no como mi madre, y seguro que ella sabía menos de mi existencia, así que así estábamos bien.

Quizá la hubiese buscado si no estuviese metida en eso, pero si ella por alguna razón sabe que estoy viva y nunca me buscó, no pensaba buscarla tampoco. Con mi papá me bastó y me alcanzó.

—Perra. No te suelto nomas porque no puedo —escupió sacándome de mis pensamientos. Ni siquiera me acordaba en la posición que me encontraba, perdiéndome por un momento en mi miserable vida.

—Ah, claro, sigue las órdenes de papi —le dije en burla. Me moví en mi lugar y se tambaleó cuando su golpe quedó en el aire —. Ni atada eres una digna competencia, primita. Que aburrida eres, Ava es mejor sin duda.

—Cállate —soltó rabiosa y arqueé una ceja. Sabía que había cierta competencia entre ambas, más por parte de Amy que de Ava, porque su hermana era mil veces mejor en esto que ella, por eso Benjamín la metió en el mundo exterior y no la quería mucho en sus negocios, era la pieza débil.

—¿No tienes otra cosa más interesante que hacer que venir a pasar el rato conmigo? —le pregunté, prefería la soledad antes que verle el maldito rostro por más tiempo.

—Si mi presencia te molesta entonces me quedaré —se acercó a una de las cajas y me tensé cuando tomó un puñado de cocaína en su mano, sonrió en mi dirección y se acercó lentamente a mí —. ¿No quieres darle una probada?

—Ni que fuera una drogadicta —escupí. Apoyé la punta de mis pies contra el suelo y me moví un poco cuando me tomó un puñado de cabello y acercó su mano con ese polvo blanco, sacudí la cabeza de un lado a otro —. Pelea de otra forma, hija de puta.

Apreté los labios cuando acercó más, la pateé lejos de mí y retrocedió.

—Perra —se limpió la ropa y se acercó a la mesa con herramientas —. Existen otras formas, Kassia.

La vi tomar una jeringa y los nervios que mantenía muy guardados florecieron por completo.

—Juro que, si me inyectas algo de esa mierda, Amy, mátame, porque cuando recobre la consciencia, te mataré con mis manos —siseé entre dientes, mostrando el pánico de imaginarme con un poco de esa porquería en mi cuerpo. No quería ni imaginar su efecto ni tener una pequeña pizca cerca de mí.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora