|| Capítulo 55 ||

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Negación frente a las cámaras y pelea en la oficina.




Me sorprendió que Khan me trajera a cenar después de salir de los contenedores, creí que simplemente me había vestido y maquillado para ver a Adrien colgando del techo, pero al menos no fue solo para eso y era bueno.

Miré a Khan pedir comida para no comerla, siempre hacía eso, no tocaba más que dos tenedores de comida, bebía más alcohol que lo que comía. Yo en cambio no. Degusté el postre que pedí, era fanática de los postres helados, eran una jodida delicia la cual jamás podría resistir no comer.

Le eché un vistazo al restaurante, era de luko, no esperaba menos con alguien tan clasista como Khan Wagner.

—¿No que no te gusta que te vean cenando con alguien? —le recordé.

—Da igual a esta altura.

—¿Por qué me trajiste a cenar?

Me miró de reojo.

—Me da hambre asesinar y torturar, ¿a ti no?

—Eres tan retorcido, Wagner —bufé y se encogió de hombros —. Y no, no me da hambre hacer esas cosas porque no suelo hacerlas como tú.

—Pues el mejor mundo es en el que puedes ser dueño de las vidas de otros —se bebió el vino que tenía en su copa y la dejó sobre la mesa —. Yo lo soy. Amo y verdugo de muchos. No son muchas las cosas que me gustan, pero untarme las manos de sangre es algo que me gusta, podría ser algo incluso artístico y único.

Fruncí el ceño ante cada palabra que soltaba, es como si se estuviese hablando él mismo en vez de a mi. 

—¿Te han dicho lo enfermo que estás?

Me miró de lado y no respondió. Sacudí la cabeza con frustración, estaba demente y nadie podría contradecirlo.

Nos fuimos del restaurante a medianoche, quise salir por atrás pero él no me dejó, vi a la prensa comernos vivos y maldije, empuñé el blazer de Khan con fuerza, el muy maldito se detuvo y lo miré cuando me tomó con firmeza de la nuca.

—No se te ocurra, Wagner —quise huir, pero me tomó con fuerza y estampó su boca contra la mía, besándome como si solo estuviésemos nosotros dos.

Quise golpearlo pero detuvo mis manos, agarrándome de las muñecas, el brazo me dolió cuando no tomó en cuenta que estaba herdia. Traté de morderlo, pero se apartó de mi, y me empujó hacia el parking.

—¿Por qué carajos hiciste eso, hijo de puta? —comencé a golpearlo con enfado —. Imbécil y mil veces imbécil.

—A mí nadie me niega, maldita cría —me dejó claro.

—Vete a la mierda, todo el mundo se enterará de lo nuestro, joder —me llevé las manos al cabello con frustración.

—Puedo detener eso, pero tu maldita actitud me tienta a dejarlos correr y que la noticia circule por todos lados así todos se enteran.

—No se te ocurra, bastardo.

Me fui al auto y entré de mala gana, él le dijo algo a uno de sus hombres y subió al rato, puso el auto en marcha, ninguno dijo nada en todo el camino. Miré el camino con desinterés. No sé qué rayos pretendía al hacer toda esa mierda, pero no me gustaba nada.

Lo miré de reojo, amaba tener el control y llevar las riendas de todo, pero no sería así conmigo, yo no era de las que se dejara mandonear por alguien y menos un maldito hombre.

Me le subí a horcajadas y se le fue el volante, logró mantener el control del auto y no lo dejé hablar cuando metí mi lengua en su boca. Empuñé su blazer con enfado y saboreé sus labios.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora