|| Capítulo 51 ||

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Rebeka Turner y enfado al límite.




Khan.

Lo que me faltaba, que la maldita de Rebeka se quisiera tirar a la cría y no lo disimulé siquiera frente a mi. Moví la pierna con impaciencia y frustración, no era agradable verla seduciendo a la cría como si yo no existiera. No dudaba que en cualquier momento Kassia le respondiera con algún golpe.

Sacudí la cabeza con molestia, el bolígrafo en mi mano se rompió al medio y lo arrojé al suelo.

Ni siquiera debería enfadarme, Rebeka eso hacia: molestarme.

Apagué mi móvil con la imagen de Kassia y Rebeka una muy cerca de la otra en su oficina, hablando. Salí de mi oficina y me fui a la sala de tiro.

—Señor —me saludaron mis hombres, seguí hacia uno de los cubículos y tomé un arma, disparando al centro y agujereándolo fácilmente. Esto era para novatos, y eso dejé de serlo hace muchos años.

—¿Qué pasa, jefe? —se me burló Rebeka, recargué el arma que tenía en mis manos y le disparé al blanco más duro que pusieron, atravesándolo fácilmente con la tanda de tiros que solté.

—¿Qué crees que estás haciendo con ella?

—Uh, cuidado, jefe, escucho algo de...¿enfado? ¿Celos? —masajeó mis hombros y la miré con desdén, ella no se inmutó, me conocía perfectamente bien. La conozco desde el laberinto que estuve encerrado, ella fue la presa de Evan también. Fuimos pocos los sobrevivientes —. ¿Te gusta ella? Lo veo en tus ojos, Khan, ella no es solo la hija de tu verdugo, hay algo más.

—Esta buena, ¿cómo no gustarme? Pero no lo lleves más allá de algo —le teñí, apoyó su barbilla en mi hombro y la aparté de un empujón cuando quiso besar mi cuello —. No me toques, Rebeka.

—Supéralo, nos encerraron hace años, ella no tiene la culpa de nada, Evan no está aquí para verla sufrir, solo la dañas por nada —me dio otra arma de más alto calibre y la ignoré —. Ella te gusta, es claro, y que alguien te guste debería de cambiar tus planes, porque a ti jamás te interesó alguna mujer, Wagner, pero justo ella si.

—Cállate, déjate de estupideces. ¿Crees que tengo tiempo para tu mierda psicológica?

—Bueno, si tú no la quieres yo sí, nunca me dijiste que fuera tan hermosa, ella me gusta —la miré con los dientes apretados —. Solo te aviso, tú y yo somos amigos, pero sabes que las mujeres bonitas son mi fuerte, pero ella no solo es bonita, es más que eso. Es...bueno, supongo que alguna palabra existirá para ella.

Fruncí el ceño con enfado ante sus estúpidas ocurrencias.

—Ay vamos, Kassia es preciosa, y a ti te gusta lo exótico, y ella lo es.

—Si te la quieres tirar hazlo, pero lejos de mi y déjate de idioteces.

—Si me diera paso a algo te aseguro que...

—Cierra la boca. Estás aquí por algo no para coquetear con mi maldita esposa, joder.

Abrió la boca con asombro absoluto y maldije.

—Oh, mierda, Khan Wagner, ¿como es que estás casado con ella? Esto debe ser una broma, no espera, tú no bromeas —chilló como demente, rodé los ojos.

Me encaminé fuera del área de tiró y me largué fuera para fumar un cigarrillo.

—No me dejes así, Khan, háblame, ¿cómo sucedió esto? Carajo.

—Me haces doler la maldita cabeza, vete.

—Me iré cuando me salga del culo, ahora, cuéntame.

Me arrebató el cigarrillo y bufé, le dio unas caladas y se lo quedó ella.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora