|| Capítulo 42 ||

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Atrapada en el ascensor y préstamo.



Khan.


Después que Lorey abandonara el penthouse me fui directo a mi habitación, el dolor de cabeza que tenía estaba matándome y mi humor si de por si no era bueno mucho menos lo sería así. Me di una ducha de agua fría, me hacía bien para los golpes. Me arrojé a la cama después de darme unos buenos tragos de tequila, nunca dormía más de una hora, no tenía tiempo para hacerlo.

Los años te vuelven experto en dormir con un ojo abierto y otro cerrado, o simplemente no duermes un carajo. 

Puse un brazo sobre mis ojos, los golpes en mis costillas no eran más que un simple dolor superficial que tenía, la costumbre me hizo de acero, o mejor dicho el malnacido de Evan Roger.

Era curioso, su cría era débil y la preparaba al mundo real sin él, no dudo que también físicamente, pero aún no lo demostraba. Tenía su vulnerabilidad, pero la cría en sí era resistente en casi todo. 

Oí sus pasos por el pasillo, tomé mi móvil y entré a las cámaras, la vi recíen duchada, pero no portaba ropa de dormir sino de salida. Arqueé una ceja, siempre que podía hacía de las suyas, y no había cosa que detestara más que me quisiera ver la cara y se vaya a escondidas. 

Siempre voy a encontrarla y a descubrirla le guste o no. Aún no se enteraba con quien vivía. El hijo de perra de su padre la condenó y seguía sin creerlo, tal vez debía poner más mano dura con ella. Mis reglas nadie las rompe ni las pasa con encima. 

Le marqué y respondió.

—¿A dónde crees que vas, cría?

Miró las cámaras de la sala y suspiró con frustración.

—¿Desde cúando debo darte explicaciones? Tú haz tu vida que yo haré la mía.

—Me cuelgas y te dejaré encerrada en el ascensor toda la maldita noche.

Titubeó y arqueé una ceja.

—Y yo te patearé las bolas, idiota.

—Prefiero que me las toques.

Rodó los ojos y colgó, se metió al ascensor y me puse de pie, yéndome a la sala para bloqueárselo y quede entre medio. Ya dije que iba a joderle la vida hasta que aprenda quién soy.

La vi a través de las cámaras que habían, arqueó una ceja y miró en dirección a la cámara que la veía. Me sacó ambos dedos medios y me fui a mi despacho, no tenía ni tiempo ni ganas de dormir.

Tomé un suéter y me lo puse, oí retumbar las paredes del ascensor como si le estuviera dando golpes. Me puse la capucha, centrándome en mi trabajo, ignorando que tenía a una cría encerrada en el ascensor.

Conmigo nadie juega, que le vaya quedando claro. Era jodidamente terca, no entendía quién mandaba aquí, y se imponía. No iba a mentir, me gustaba, pero hasta cierto límite.

Ella quería tener el control y yo también, pero ambos no podíamos. Yo no iba a ceder y al parecer la cría tampoco estaba dispuesta a hacerlo.

Revisé los papeles de reojo, pero algo pasando por el ducto de ventilación me distrajo.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora