|| Capítulo 2 ||

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Bailarina exótica.


Kassia.

Me quité el cabello del rostro y solté la toalla sobre la cama del camerino del club al que venía a divertirme y a hacer lo que me gustaba: bailar. Tomé la piña colada que me hicieron y me senté en la cama, mientras secaba mis piernas.

Revisé mi móvil de reojo, papá estaba enfermo y no podía descuidarlo por mucho, aunque tuviese médicos a su alrededor no me gustaba dejarlo solo tanto tiempo. Me vestí y cepillé mi cabello, saliendo del club a los minutos. Tomé mi suéter y me puse la capucha para que no me vieran, aunque usaba una peluca roja, pero no quería que me vieran, mi identidad era anónima a excepción de mis amigos.

Vi la camioneta con mis guardaespaldas esperando por mi, subí y fuimos a casa.

Solo tenía a mi padre en mi vida, mamá murió cuando tenía diez años, y era hija única, la peor mierda para pasar esto sola. Aunque tenía a mi mejor amiga Elaine que era como mi hermana, crecimos juntas, nuestros padres eran buenos amigos.

Llegué a casa y bajé, vi un Audi R8 de color negro, salía de casa o eso parecía. Entré y subí hacia la habitación de papá, lo encontré con Frederic hablando algo.

—Pa —lo saludé —, Frederic.

Besé la mejilla de mi papá y me rodeó los hombros con una media sonrisa.

—Los dejo, si necesitan algo avísenme —avisó su mano derecha, se retiró y miré a mi papá.

—¿Qué tal te sientes?

—Bien, nena, no te preocupes por mí. Es el ciclo de la vida, lo hablamos desde que eres una niña.

—Pero es el ciclo de la vida que mueras de viejito no así, eres muy joven aún, pero estarás bien.

Acarició mi mejilla y sonrió, pese a que se notaba débil se esmeraba en querer conquistarme con una sonrisa. Era manipulador pero yo crecí con él, sabía cuándo me mentía.

Suspiré.

—Estaré bien, pero si algo sucede...

—No...

—Escúchame, Kassia, si algo me sucede, sabes que quedarás segura.

—No me interesa eso. No me importa la protección o tu jodido dinero, papá, te quiero a ti. Si me dejas no sé qué haré.

Me estrechó contra su cuerpo y lo estrujé contra mi, sintiendo como si alguien me lo fuera a quitar en cualquier momento. Acarició mi cabello con cariño.

—No llores, sabes que odio verte así —lo miré y asentí —. Come algo, estás muy flaca.

Me reí cuando me pellizcó las mejillas.

—Desde que tengo memoria me dices eso, y lo hacías para que me comiera el brócoli.

—Y funcionó, eres muy fuerte, no solo físicamente, sino aquí también —me tocó la sien y sonreí de lado.

—¿Quiéres comer algo? Puedo comer contigo aquí.

—Claro, nena.

Me fui abajo para decirle a las empleadas que preparen algo de comer para ambos, me devolví con mi papá, no quería dejarlo un segundo.

—Vi un Audi negro salir de casa, ¿era alguien importante? —le pregunté curiosa, nos trajeron todo para la habitación y nos dejaron.

—Si, pronto lo sabrás —respondió.

—Pero dime quién era, sabes que soy curiosa.

Se rió.

—Es quién te cuidará en caso de que algo me pase.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora