|| Capítulo 53 ||

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Traidores y ayuda inesperada.

Sentí el ruido de goteo a mi lado que estaba rompiendo la paz que tenía. Tan solo abrir los ojos todo el dolor recayó en mí. Pestañee un par de veces, adaptándome a la luz del día. Era abrumador y doloroso, pero lo fue aún más cuando me moví.

Todo dolió en mi cuerpo con un simple movimiento que me devolvió a la camilla. Tenía una intravenosa en la mano izquierda.

Me removí en la camilla, pero me detuve cuando sentí como mi brazo me dio un tirón, bajé la mirada y me percaté que llevaba un cabestrillo en el brazo derecho. Lo que me faltaba.

Todo se sentía pesado en mí y no me agradaba en absoluto eso.

Adrien. ¿Por qué él? Maldito perro traidor.

Me retorcí de dolor en la camilla.

—Kassia, oh mierda, no hagas movimientos bruscos —la voz de Elaine me sacó del tormento de pensamientos —. Que te calmes, mujer.

Me tomó de los hombros y la miré.

—Sácame de aquí, odio el hospital, lo detesto —gruñí entre dientes, ella rodó los ojos —. Te juro que te mataré como intervengas.

—Que no te pueden dar el alta, cabeza dura —me volvió a empujar y apreté los dientes con enfado —. Hay dos hombres de tu seguridad en la puerta como quieras irte.

—Mi seguridad no sirve para una jodida mierda, Elaine —le reñí, molesta.

—Mejor le avisaré a un médico que estas despierta, mientras tanto quédate aquí —me dijo, mis dientes rechinaron con molestia y ella me ignoró, yéndose de la habitación.

Me moví y me doblé de dolor. Apenas apoyé los pies en el suelo, sentí una punzada fuerte en mi pierna derecha. Tenía una venda alrededor del muslo, y recordé que el malnacido de Adrien me había herido muy mal, pero falló al matarme si ese era su estúpido plan.

Ignoré el dolor y me apresuré a tomar ropa limpia que había en el sofá, tomé un florero de arriba de la mesita que había en la habitación y abrí la puerta, el primer hombre de seguridad que me vio, fue al que le di el florero por la cabeza.

Cayó al suelo y le quité el arma, dándole en la cabeza al otro. Me moví por el hospital, cojeando. Me quité el cabestrillo de mala gana, pero apenas mi brazo se estiró, me dolió todo.

Me lo sostuve y salí del hospital rápidamente. Vi varios hombres afuera, pero no eran de mi seguridad, sino la de Khan.

—Señora —uno de ellos me socorrió, pero me soltó apenas Khan se hizo presente. Arrojó el cigarrillo al suelo y me miró fijamente.

—¿Qué pasa, Wagner? ¿Verificando que nadie te haya quitado la posibilidad de que tú acabes conmigo? —bufé, lo aparté de un empujón y busqué mi auto.

—No estás en muy buenas condiciones que digamos, pero me sorprendiste un poco la verdad —se mofó. Chasqueé la lengua —. Ahí está tu seguridad, cría...

No terminó de hablar cuando alcé el arma y les disparé a todos en la cabeza, las personas de alrededor se alejaron rápidamente. Apreté el mango con fuerza, mirando a la nada. Mis pensamientos impulsivos me dominaban cuando querían.

Me llevé una mano al rostro, cansada.

—Ellos...trabajaban para Adrien —le dije a Khan.

—¿Te arrepientes, cría? Eres tan...solidariamente patética —me arrebató el arma y me desvanecí, pero me tomó de la cintura, le rodeé el cuello con fuerza, para no caer.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora