Instrucciones del médico y amenaza cara a cara.
Todo en esta habitación estaba bajo llave y la verdad no me sorprendía, si Khan Wagner era tan peligroso que seguro tenía hasta bombas en cada cajón de los que había en el clóset. Me pasé las manos por el cabello con frustración, llevaba alrededor de tres horas encerrada aquí, sin posibilidad de tener mi móvil por lo menos.
El maldito me lo había quitado sin que me diera cuenta siquiera.
Me relamí los labios y le eché otro vistazo a mi alrededor. Me acerqué al balcón y miré la ciudad de Manhattan desde aquí, era una hermosa ciudad envuelta en crimen y criminales. Era asqueroso como las personas se vendían por dinero.
Pero así era el mundo político, donde más corrupción había.
Pateé la puerta del balcón con fuerza y suspiré, no iba a salir de aquí hasta que a ese animal se le ocurriera abrir la maldita puerta.
Me quedé sentada en la silla giratoria, haciendo la cabeza hacia atrás, mirando el techo como si fuera lo más interesante del mundo. No iba a abrir hasta que me calmara o él se dignara. En algún momento deberá venir a ducharse o a dormir.
Bajé la mirada a la leve herida que me hice en el abdomen por culpa de laos vidrios. Fue un rasguño, pudo ser peor.
Apreté los dientes, ni siquiera debería de ser involucrada en los problemas de los demás, pero ya estaba dentro de la mierda. Era sobrevivir o morir.
Me quedé dormida entre el dolor de cabeza y tanto pensamiento.
Abrí los ojos abruptamente cuando sentí a alguien moverse a mi alrededor, me pasé las manos por el rostro y me enderecé, dándome cuenta de que estaba en una cama, pero no una cualquiera, sino la de Khan.
—Hasta que despierta, joven —oí la voz de alguien desconocido y vi a un médico guardando sus cosas.
—¿Qué…? ¿Qué hace aquí? —salí de la cama, era uno de los médicos que me atendió en el hospital.
Giré la cabeza al ver a Khan de pie en el umbral de la puerta.
—Solo vine a curar sus heridas. Recuerde que no puede ejercer fuerza en su hombro, y debe cuidar su cabeza de ruidos fuertes, o podría causarle secuelas permanentes —Khan se enderezó cuando oyó eso y no me molesté en verlo, ni que le interesara mi vida.
—¿Secuelas permanentes? —preguntó confuso.
—Si, señor Wagner, la señorita Kassia sufrió golpes muy fuertes en su cabeza y hombro; si no sigue mis indicaciones podría tener migraña permanente y no volver a mover correctamente el brazo sin que le duela —le explicó, me pasé una mano por la nuca, frustrada. Seguía con la ropa llena de pólvora y mugre.
El doctor se retiró y quise hacer lo mismo, pero Khan me volvió a bloquear la puerta cuando quise salir.
Hijo de puta.
Olía a sangre seca y pavimento, no pensaba soportar más tener la ropa así de sucia, y si ese infeliz no me iba a dejar salir, iba a usar su baño.
Pensé en llenar la tina, pero pasé ya que seguro ese idiota podría entrar en cualquier momento y no me apetecía estar en la mitad de un relajante baño de espuma. Me relamí los labios y me deshice lentamente de la ropa, cuidando el hombro. Las cintas médicas me las quité ya que no las podía mojar con la regadera.
Me metí bajo el agua y froté mi cuerpo con la esponja llena de jabón.
Miré de reojo el baño, tenía lujoso hasta los azulejos el quisquilloso, y luego yo era la maldita niña rica. No era de gustos bajos y era claro, sus trajes eran de alta gama, así como todo el penthouse, eso es algo de lo que me di cuenta desde la primera vez que estuve aquí.
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Dulce Condena [+21]
Science FictionÉl era una bestia. Ella era un castigo. Khan Wagner no era bueno. No era el tipo de hombre al que deberías acercarte para algún tipo de relación. Era sádico, frío y perverso. No le importaba el bienestar de nadie más que el de sí mismo. Líder de lo...