|| Capítulo 71 ||

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Encuentro sangriento y huida al bosque.


No tenía cabeza para nada, no podía pensar con claridad después de todo lo sucedió. Tampoco teníamos un paradero de Rose, y eso solo me llevaba a las palabras de Khan en su oficina: Elián iba a matarla y tenía las manos atadas.

El agua fría de la ducha caía sobre mí, mis pensamientos eran confusos y mi cabeza estaba hecha un completo nudo.

Maldito Manhattan.

Maldito Khan.

Malditos hombres.

Golpeé la pared con los puños, dejándome caer hasta el suelo. Quería acabar esta mierda e irme de Manhattan, no quería estar más aquí. Volver fue mi perdición.

Escuché mi móvil sonar y lo ignoré, el mundo podía irse a la mierda por un rato, no es como si me necesitaran del todo. Podían resolverse sin mí.

Salí de la ducha después de una hora y me envolví en una bata, decidí venirme a casa de mi papá, siempre que me alejaba venía aquí. Era mi lugar seguro, donde nací y crecí.

Había dejado a Dark en el penthouse y debía ir por él.

Miré mi móvil cuando volvió a sonar y vi que era una llamada de Elaine, fruncí el ceño y le contesté enseguida.

—Elaine.

—Kassia, es Rose, me dieron...un...un...

—¿Qué pasa Elaine? —me preocupé, tocaron el timbre de la casa y bajé rápidamente.

—No atiendas, no...

Abrí y alguien me tomó de los hombros, empujándome dentro, el móvil se me cayó al suelo y mi cabeza se dio contra el piso.

Kassia —la voz de Elaine se volvió lejana, una bota negra pisó el móvil y lo rompió. Me tomaron del cabello y me dieron un golpe en el rostro.

—El señor Roger le envía sus saludos, viceministra —dijo alguien enmascarado.

Señor Roger.

—¿Benjamín?

—Así es —quiso darme otro golpe, pero detuve su mano y le di con el pie, entraron tres sujetos más y de reojo a mi seguridad masacrada.

No.

Otro problema más.

—Quiere a su hija de vuelta, o usted, señorita, acabará muy mal en las próximas veinticuatro horas —iban todos enmascarados, sin dejarse ver el rostro —. ¿Dónde la tienen?

—Díganle a Benjamín, que su nenita, será comida para perros —escupí, me dieron un golpe y retrocedí, escupí la sangre y sonreí —. Así como mató a mi papá, así morirán sus dos hijas. Va a sufrir tanto como yo.

Me pasé el dorso por la boca y los miré a los cuatro.

—Muy bien, ¿la escuchó, señor? —dijo el que parecía ser el jefe, tenía un intercomunicador —. Como diga usted. Muchachos, habrá que hacer un esfuerzo y sacarle el paradero a las malas.

Subí las escaleras rápidamente y cerré la puerta de mi habitación, oí los golpes y bajé por la ventana, arrojándome a la piscina. Las balas rozaron mi cuerpo, pero ninguna puso darme. Salí del agua y corrí hacia la salida de la casa que daba a un callejón.

Vi la cerca y salté sobre el basurero para poder cruzar al otro lado, la bata me pesaba por el agua y el golpe que me dieron en la boca me dolía de solo moverla.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora