|| Capítulo 19 ||

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En su territorio y bajo sus reglas.


Mudarme. Lo que me faltaba, no quería tener qué mudarme a su territorio, y sé que era capaz de prender fuego la casa de mi padre, cosa que no quería que hiciera ni pensaba permitir. Después de que Daniel se fuera tuve que empacar, pero tampoco quería irme a su penthouse. Nunca entenderé porque obligatoriamente debía convivir con él por tres jodidos años, eso era mucho tiempo.

Moví el pie con frustración, llevándome las manos a la cabeza. Me rehusaba a tener que irme con ese... imbécil, tan solo pensar en convivir con él me daban ganas de tomar la idea de Elaine y quedame viuda a los veintiuno, valdría la jodida pena.

Suspiré.

De igual forma solo es un jodido papel, no es como si debe guardarme algún tipo de fidelidad o él a mí, no, cada quien por su jodido lado.

Después de simplemente tener que resignarme, decidí continuar con mis maletas. Me di una ducha de agua caliente, estaba cansada de tanto pensamiento.

Me pasé una mano por el cabello, me puse el vestido de ayer, era lo único que no había empacado, y además me gustaba. Quedé en lencería, cepillando mi cabello, a través del espejo vi una silueta y volteé.

—¿Qué carajos? ¿Qué haces en mi habitación? —me traté de cubrir el cuerpo con el vestido al ver a Khan.

—Apresúrate con toda esta mierda que Daniel me está rompiendo las pelotas y me está cansando —gruñó.

—No pienso ir a tu maldito penthouse, que eso te quede jodidamente claro, imbécil.

—La discusión está cerrada así que toma tus malditas cosas y vámonos que no tengo tiempo que perder.

Apreté los puños, es que yo lo intentaba pero en serio me cansaba que se creyera el maldito macho alfa, esa actitud conmigo se la podía pasar por el culo.

—El día no ha terminado, así que date la vuelta y vete al infierno.

—De ahí vengo, y ahí te voy a llevar maldita cría de mierda —farulló entre dientes, me encogí de hombros.

—No me da miedo el fuego, idiota.

—Muévete en los próximos cinco segundos, o juro que te sacaré a las malas.

Me crucé de brazos y arqueé una ceja.

—¿Tanto te urge tenerme en tu territorio? Eres ridículo. O compramos una casa de ambos, o no pienso moverme de aquí.

—Hagas lo que hagas, vas a ir a donde yo te digo —dejó claro. Dios, lo quería golpear tan fuerte en el rostro hasta que sangrara.

—Solo lárgate, animal.

Endureció la mandíbula.

—¿Cómo mierda me dijiste?

—A.Ni.Mal —lo dije en sílabas.

—Si, lo soy, y mi actitud de animal es salvaje.

Se me vino encima, tomándome de las piernas, me subió en su hombro en ropa interior, pataleé como loca cuando me sacó de la habitación así.

—¡Suéltame, animal de mierda! ¡Voy a destrozarte la maldita casa como no me bajes! —golpeé su espalda con todas mis fuerzas pero no sé inmutó, mi cabeza golpeó el marco de la puerta de la sala —. Mierda, dolió maldito malnacido, juro que voy a acabar con tu miserable existencia.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora