|| Capítulo 50 ||

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Salida de amigas y nueva diputada.





Me apresuré a moverme por el penthouse y a bajar por el ascensor hacia la hermosa colección de autos de Khan, tomé uno que me gustó y lo abordé. Me reí cuando una alarma comenzó a sonar, presioné el acelerador a fondo y me fui del penthouse a una velocidad inhumana en la que andaba este auto.

Mis camionetas me siguieron detrás, tratando de seguirme el paso. Iba tarde a cenar con Elaine y mis guardaespaldas eran muy imbéciles, así que prefería ir por mi cuenta, robando autos.

Llegué al restaurante y subí a la terraza, amaba las buenas vistas de estos lugares para pasar el rato. Vi a mi mejor amiga y alcé la mano, sonreí y besuqueé sus mejillas.

—Ya, empalagosa —me apartó y me reí —. ¿Tu esposo no te deja salir de casa o qué?

—Cállate, y no comiences a atacar o yo también lo haré —le dije. Alzó las manos en el aire y se burló de mí. Me senté delante de ella y pedimos algo para comenzar la velada —. ¿Dejaste atado a tu perro y a tu amante?

Chasqueó la lengua.

—No tengo amante.

—Claro que sí y ambas lo sabemos. Comparten sangre entre ellos incluso —me mofé, ella apretó los labios, haciéndose la desinteresada del tema de conversación —. ¿Piensas estar toda tu vida en esa mentira de relación que llevas?

Me miró fijamente, seria.

—Tal vez...

—¿Tal vez? ¿Dónde está la Elaine indomable que conocía? ¿Acaso te clonaron o qué carajo sucede contigo? —bufé, soltó su copa en la mesa y se mantuvo unos segundos pensativa —. Elaine.

—Loren no es mal partido, pero...

—Te gusta su hermano. Deseas a su hermano menor. Te follas a su hermano...

—Si, si, ya entendí moralista —me cortó y sonreí —. Y si, Blade me gusta, pero lo odio, así que fin del tema o comenzaré a hablar de Khan. Por cierto, ahí viene.

Giré la cabeza hacia la entrada y ella estalló en carcajadas, apreté los dientes al caer en su trampa. La golpeé debajo de la mesa y se quejó.

—Es tu detonante.

—Cállate. Dejemos a los hombres de lado y disfrutemos de una buena velada de mejores amigas.

Chocamos nuestras copas y ambas reímos.

Nos fuimos del restaurante a las cuatro de la mañana, Elaine quiso que dejara el auto aquí pero le dije que estaba en condiciones de manejar y se fue con su seguridad. Conduje con mis escoltas detrás, eché un vistazo por el espejo retrovisor al auto azul que me seguía.

Giré el volante a un lado y el también, empujé el pie un poco más contra el acelerador y traté de perderlo, pero sabía cómo seguirme el paso.

¿Y ahora quién rayos me seguía?

Espabilé y tomé un atajo, presionando aún más el acelerador, giré el volante hacia la izquierda. Estaba a treinta minutos de casa, pero llevarlo ahí era saber dónde vivía.

Apreté el volante con enfado. No salía de una cuando ya entraba en otra.

Miré por el espejo retrovisor de nuevo y no vi más el auto, miré hacia los lados y no lo hallé. Me anduve dando una vuelta por la carretera para ver si lo volvía a ver, pero lo hallé alejándose.

La camioneta de mi seguridad se detuvo cuando yo lo hice, pero no bajaron a preguntar nada. Me llevé las manos al rostro con enfado.

Me fui a casa y el silencio me recibió.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora