|| Capítulo 82 ||

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Fecha y hora de intercambio.



Mis dientes se llenaron de sangre y la escupí al suelo, me pasé la lengua por los dientes, casi me aflojan uno con el jodido golpe que me dieron, pero se mantuvieron en su lugar muy bien. Mis manos estaban sujetas a una cadena en la pared, ya no más en el techo. Solo podía moverme hasta la mitad del sótano, nada más.

Llevaba dos semanas en este encierro y mis temores se hicieron más grandes cuando pasó ese tiempo y Khan no dio señales de vida. No quise creerle a Benjamín, pero ya me había dado por vencida con que fuera mentira. La verdad es que tampoco esperaba que viniera por mí si estuviese respirando.

Solo era un trofeo para todos, una maldita que debía pagar los pecados de su padre corrupto, pero ya me había acostumbrado a esto, a los golpes y el maltrato. Como me señalaban y me culpaban por ser hija de Evan Roger.

Mi existencia dolía más que mi muerte.

Mis ojos se cerraron unos segundos, tratando de ganar algo de fuerza. La comida que me deban no era la mejor, pero al menos eso me mantenía firme.

La puerta se abrió y me puse en alerta, más cuando entró Benjamín con una laptop en la mano.

—Que es él, carajo —chilló Amy y su padre le dio una mirada de advertencia al verme despierta —. Maldita sea, iré por la cámara.

Se fue y me dejó con su padre.

—Necesito hacerte un video, sobrina, así que levántate —me dijo, me puse de pie y se acercó —. Haces algo y tienen orden de dispararte en la frente.

Señaló a sus hombres armados.

—¿Crees que Ava no correrá con la misma suerte? —le pregunté, apretó la mandíbula y me dio satisfacción. Sus hijas eran su talón de Aquiles.

Me quitó las cadenas de las manos y el pie y lo miré, Amy entró con una cámara de video y arqueé una ceja.

—No aquí, súbela a una habitación y que se duche —demandó Benjamín.

—¿Por qué tanta cosa?

—Has lo que te digo, Amy. La vida de tu hermana está en juego —ordenó entre dientes. Ella rodó los ojos y me tomó del brazo, empujándome hacia las escaleras.

—¿No te cansas de ser la sombra de Ava? —jugué con su cabeza y me miró.

—Cállate.

—Es lo que eres, Amy.

Me quiso golpear y me moví, su puño se dio contra la pared y bufó. Me dio otro empujón y me metió en una habitación de la segunda planta de la casa.

Ni estando débil podía conmigo: patético.

—Dúchate, traeré ropa para ti. Anda, rápido —gruñó y se fue la habitación, le puso seguro. Vi las sombras de ambos hombres armados debajo de la puerta y me metí al baño, verme en el reflejo fue devastador.

Mi cabello estaba sucio, mi pómulo derecho estaba herido con un leve corte, tenía raspones en mis manos, piernas y rodillas. Había palidecido como quince veces más y me sentía un vampiro.

Tenía las muñecas rojas por las cadenas, al igual que los pies. El meterme en el agua caliente iba a doler, pero eso era lo único que podría quitarme la suciedad.

Me deshice de mi ropa y me miré frente al espejo. Era asqueante mi reflejo en el. Toqué mi cabello y el polvo se sacudió sobre mis hombros. Apreté los labios, mi boca estaba reseca y la tenía ensangrentada de tanta deshidratación. Me daban agua cada cinco días, a veces me la arrojaban a la cara, no podía beberla.

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora