|| Capítulo 8 ||

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Maldito encierro.



Tres malditos meses llevaba encerrada en este internado, sin posibilidad de nada, tenía a mi custodia afuera pero solo para darle informe a ese malnacido. Jamás me iba a adaptar a esto, pero era consciente que aún me faltaban dos años y nueve meses de tortura, sin posibilidad a mi libertad.

Khan Wagner, lo tenía muy presente, no se me iba a olvidar su rostro jamás. 

Empujé las puertas de la clase y tomé asiento, algunos me miraron, todos conocían al dueño de todo New York, por ende, me conocían como la sucesora a tomar ese puesto. Papá era el viceministro de la nación, y yo al ser su hija pasaría a tomar su cargo. 

No me interesaba nada más en este momento que querer volver a casa. Cada día extrañaba a mi papá, pero odiaba el hecho de que me haya dejado en manos de un miserable nato como ese malnacido. 

Nada dura para siempre y yo no estaré en estas cuatro paredes para toda la vida, a menos de que haga de las suyas, pero dudo siquiera que esté pendiente de mi, lo cual, era mejor. 

La clase acabó y tomé mis cosas para irme, me encontré en el pasillo a la chica pelinegra que también era custodiada, lo que me decía que era importante. Ally Cooper, una chica muy sonriente pese a estar encerrada aquí. Quizá ella si tenga más libertad y pueda irse cuando le guste.

—Hey, Kassia —me saludó, sonreí de lado. 

—¿Ya acabaste tus clases?

—Si, habrá una fogata en el bosque en la noche, ¿te sumas?

—No, estoy bien. Tengo que estudiar.

Chasqueó la lengua, siempre era la misma excusa, pero realmente no tenía ganas de nada. Solo contaba los días para largarme de este lugar.

—Quedarte encerrada en estas cuatro paredes es abrumador, los únicos días divertidos son los viernes y sábados, bueno, y los domingo de visita. 

—Sabes que no me apetece nada de eso.

—Solo le das de que hablar a las personas. Sabes lo que dicen de ti, tu seguridad es aterradora. 

La miré de reojo.

—Pues son cuatro asesinos a sueldo, aterradores son —me encogí de hombros, era con la única que podía hablar de asesinos y esas cosas, ella era hija del gobernador de California y toda familia de la alta industria tenía una doble cara —. Me da igual que digan que soy hija de un mafioso corrupto. 

—Solo les jode que seas la hija del viceministro de New York, ya sabes como les encanta andar de lengua floja, me hacían lo mismo, ya no.

Me reí.

Si, eso no acabó nada bien. 

—Bien, aceptaré ir, pero solo un rato.

—Pasaré por tu habitación, a las 20:00.

Asentí, nos fuimos al campus, donde vi a Adrien Lennox, un chico que me quiere ligar desde el primer maldito minuto en el que me vio. Era hijo de unos reconocidos jueces de Manhattan.

Atlético, rubio, ojos verdes y claro, su reputación era clara: fuckboy. A mi quería hacerme creer lo contrario pero realmente no tenía tiempo ni ganas de ponerme a ver eso, no me apetecía nada una relación o algo parecido.

Solo tenía una cosa en mente: salir de aquí. Tres años sería mucho tiempo, pero los cumpliría, lo haría y luego nadie tendrá derecho sobre mi.

En la noche fui a la estúpida fogata. Sé que debía disfrutar de mi juventud pero realmente no podía al no hacerlo como quería, nunca pensé acabar en un internado, encerrada, sin posibilidad de nada. 

Dulce Condena [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora