〔 O1 〕

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California sin duda era el ambiente más favorecedor por gusto de Bella, le encantaba sentir la calidez del sol iluminar sus ojos o bien poder entrar en la piscina de vez en cuando. Aunque su mejor amiga parecía siempre incómoda con este clima, siempre debía hidratarla bastante, o sino la encontraba tirada bajo la ducha dejando que el agua naturalmente fresco la esté mojando, desperdiciando bastante agua en el proceso y siempre cuidando que no se enfermara por gripe canina. Eran muy opuestas en gustos, aunque también tenían sus cosas en comunes como admirar la naturaleza que las rodeara en este caso actual, eran sus cactus o tunas, mientras que por la mirada cristalina de su husky era observarla ser iluminada por los rayos del sol. Parecía que este detalle siempre fascinara y emocionara con amor a su Leona albina.

La castaña humana recuerda leves y borrosos recuerdos o tal vez sueños, de una joven albina que la cuidaba mientras su madre estaba ocupada, o que venía para traer de las orejas a Charlie, solo para que compartiera tiempo con la familia y no eternamente en el trabajo, su madre siempre se quejaba del fanatismo al trabajo que su padre tenía y que esa era uno de los motivos contundentes del divorcio, además de que el amor no había sido como ella lo esperaba. Su madre era viajera y alocada, mientras que su padre era reservado y hogareño a sus tierras. De vez en cuando en las vacaciones iba de visita a forks, para compartir tiempo con Charlie, su padre, pero todas terminaban en un caos debido a que su cachorra (en esos momentos ya debiendo tener los mismo años que ella), le gruñía constantemente al amigo de su infancia, marcaba su territorio, y aunque aquello le pudiera llegar a molestar no lo hacía, sino que le daba gracia y debía agarrar a la perra albina entre sus brazos, dejando besos por montón y por consiguiente, se conseguía una cachorra muerta de amor, con lengua fuera incluido.

A veces quería creer que inclusive la mataba de vergüenza. Por esas acciones que eran bastante adorables. Sin duda, Leona siempre había sido cálida y protectora con ella, la dejaba aventurarse en el bosque o lugares desconocidos pero en cuanto se tensara o gruñía, era porque el viaje había terminado y debían volver a casa antes que Mamá llegara o nos correteara con el zapato en mano. Le daba libertad y protección, y cuando las amigas le fallaban o solo la querían utilizar, el rictus Pacífico del husky siberiano cambiaba. Con el tiempo aprendió a entender que muchos querían algo duradero y eterno, ella también lo quería pero debido a los planes de su madre no podría realizar amistades para siempre, por lo sociable no era. Y prefería sólo quedarse con su fiel mejor amiga que con personas falsas.

En cuanto a chicos, pues romance o interés nunca tuvo, ni creía capaz de tenerla. Los chicos siempre querían llegar a muchas fases con ella, pero no tenía mucho interés en descubrir esos detalles ni temas, por lo que terminaba rechazandolos. Inclusive recuerda que en una vez que intentó salir con uno porque le gustaba, terminó con el corazón roto al descubrir que solo era una apuesta para el chico, perjurando y llorando mientras abrazaba a su leona diciendo: «si fueras humana, y tuviéramos una vida distinta me casaría contigo. Eres la única a quien amo y sé que me amas, siempre has estado para mi y yo para ti. Los chicos que existen no son para mi» esas palabras de alguna forma habían declarado su realidad fantasiosa, la realidad de creer que su mejor amiga en otro mundo era humana como ella y podría quitarle de esta monotonía extraña en la que su madre la había arrastrado. Ya no quería estar cerca cuando su madre era tan indecisa en el amor, ya no quería ver como cada persona con la que se casaba y deseaba decir que tenía familia se rompía y volvían a un inicio incompleto. Quería una vida familiar en la que no se sintiera tan sola, tan vacía y sin vida.

El pelaje suave y esponjoso bajo sus dedos la trajo de vuelta al presente. Bajando la mirada a su regazo, donde descansaba su husky ya de tamaño adulto, que la observaba adormilada por las caricias que le daba.

—¿Sabes, Leona?

La cabeza del perro blanco se inclina levemente ante la pregunta.

—Creo que es hora de volver con Charlie. Mamá necesita enfocarse a su pareja actual, y espero que se decida al fin a ser feliz, sin cambio y cuenta borron. —anuncia pensativa.

La observa mover felizmente su cola, demostrando su actitud positiva, y nota como pose una de su patas delicadamente donde debería estar su corazón. «Estaré acompañándote siempre, mi luna»las palabras nuevamente sonaron en su cabeza, como un fugaz pensamiento.

La castaña sonríe muy levemente, justo al cumplir sus diez años empezó a tener una conexión bastante peculiar con su mascota, no sabía cómo lo obtuvo ni de dónde provenía, solo que estaba contenta con las breves palabras que siempre llegaban a su mente para confortarla. No estaba loca, sabía que era leona comunicándose con ella, lo había confirmado en sueños y en el día en que había dicho aquel bochornosa frase de casarse con ella. Tal vez la impulsividad de su madre la había heredado pero sabía que sí por alguna razón su Leona fuera humana, no tendría problema para aceptarla.

Pero siempre que buscaba obtener una pista de que ella se convirtiera, no lo lograba, y la tristeza surcaba en el rostro de ambas, algo parecía evitar el suceso, como si aún no fuera el momento adecuado.

—Entonces, lo hablaremos con mamá. Está decidido, nos iremos a Forks. —terminó diciendo Bella, mientras observa el reflejo y complementación de acciones de ambas seguía intacta a lo largo de los años, debido a que ella se levanta de su regazo para bajarse de la cama con delicadeza y magestuosidad, ya lista y puesta cerca de la puerta, todo eso sin siquiera pedírselo—parece que alguien está emocionada por volver~

Se burla un poco Bella, logrando que la perra albina la ignore, pero el movimiento de la cola de esta demostraba que no era mentira. Solo que su mascota y mejor amiga era terça de admitir algunas cosas. Tal vez, de ella debió aprender algunas cosas, o tal vez ambas estaban hechas para estar juntas.

Aunque ni ella misma lo sabía con certezas, solo a base de sospechas.

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora