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—No sé que pensar de ti, joven Luna. —comenta Urana mientras va organizando el cabello de la castaña con una trenza pegada, mientras deja pequeños adornos con forma de copos de nieve, detalles que por mas que parecieran falsos, no lo eran.

—¿Por qué?—pregunta Bella con vergüenza, aunque se encontraba muy ansiosa con el evento que pronto se daría, dentro de dos horas.

—Y lo sigues preguntando como una duda sin obviedad.—replica mientras reniega la anciana mujer.— Si hubieras esperado la llegada de mi nieta a tus aposentos, pudiendo haber elegido ir a respirar desde el balcón y no fuera... No estaríamos en aprietos ahora.

—Pero si la coronación debía ser pronto de igual forma. —comenta con la voz baja, demostrando su vergüenza ante dicho regaño.

—Pero hubiera sido mejor que los niños lo expusieran con el permiso del Alfa, no por la conmoción de encontrarte con el aroma del Alfa. —contesta la anciada de cabello plateado, terminando con los detalles al igual que dando espacio personal para ver su arreglo improvisado.

Las mejillas de Isabella no pudieron tomar otro color que no fuera el de la vergüenza, ¿Quién hubiera pensado que una pregunta, sería multiplica al par de segundo y luego vuelto una conmoción para el pueblo? Ella no lo hubiera sabido de antemano.

Rebobinando los días para tras, dos días exactamente ya que estaban a Miércoles de lo sucedido.

Martes, agosto del 2005.

Ese día no habían ido a ningún lado porque marcaba asueto para las clases de la Institución y como Charlie estaría en Seattle, Leongina había creído conveniente quedar en el cuarto provisional de la Biblioteca, pero la idea de estar todo el día juntas no iba a poder ser. Hoy debían reunirse personas importantes con su Alfa para un asunto de alta prioridad para la manada y como era obvio, prefirió esperarla en la habitación para no distraerla, al igual de no sentirse ridiculamente perdida.

Aún no estaba muy avanzada entre las clases en la historia de la manada, los problematicas comunes ni siquiera de qué era la causa mas reciente del crecimiento de la seguridad en los límites de la manada y el pueblo de Forks. Vivía aun en ignorancia y no era porque Leona se lo ocultaba, sino más bien ella no quería agobiarse con todo.

Y con ello en mente, se quedó como una hora visualizando sus contactos, algo de televisión, vagando un poco en orkut, sin ningún correo importante. Por lo que, con su tiempo libre decidió escribirle una carta a su mamá, contándole sus avances en el colegio al igual que su romance, el cuál esperaba pronto presentarlo formalmente.

El correo claramente no había obtenido respuesta inmediata, no lo haría, solo en cuanto su atolondrada madre volviera a encontrar su celular escondido en algun bolsillo de sus chamarras, las cuales dejaba en cualquier lado. Esperaba que Phil lo tuviese entre manos y no fuera muy tardío el recibimiento de su correo.

Una vez hecho aquello, tomó algo de ropa, se dio una ducha agradable, disfrutó cada momento tranquilo pero por sobre todo se quedó admirando la belleza de la mordida de su lazo como compañera, ese tatuaje era hermoso. Al acariciar la piel se percibia aún escalofríos, se sentía muy sensible esa zona en particular.

«Es curioso como la vida puede cambiar tanto estando con ella en cada paso. Sé que la aventura aún esta por comenzar, pero por el momento, ya es un cambio notorio... Ya no soy la adolescente común y corriente... Ahora soy alguien necesario e importante.»piensa con las emociones vivas en sus ojos, al igual que una sonrisa delicada adornando su rostro.

Se la veía muy feliz en el reflejo del espejo, y no quería cambiar esta realidad por ninguna otra. Cada día se sentía mas viva, y eso era lo que tanto ansíaba con cada paso que daba en su corta vida.

—Ah... Ya me aburrí, ¿Qué podré hacer?—se habla a sí misma mientras seca su cabello con la toalla, para luego buscar el secador entre los cajones. Demorando solo un par de minutos, tras terminar de secar y peinar su cabello, se colocó un abrigo encima y decidió salir a airearse.

[...]

A penas dio unos pasos, tal vez pasando unas cuántas cabañas, tal vez cinco. Se vio arrinconada por varios niños, que olisqueaban con curiosidad hacia ella, y gradualmente sus ojos brillaron.

— Usted ha visto al Alfa—Afirmó un niño de cabellera castaña y ojos verdosos oscuros.

—¿Por qué?—preguntó una niña de cabello corto castaño.

—¿Qué es usted del Alfa?¿Pariente?¿Amiga?—pregunta otro niño.

—¿Usted acaso...?—dijo otra niña mientras se acercaba y la tomó de la mano, pero la soltó abruptamente —Usted tiene la misma temperatura. ¡No puede ser! —exclama cayendo en cuenta en algo.

Todos los niños parecían tener entre los 8 a 10 años. Algunos parecían mas pequeños y otro simplemente parecían mas mayores solo que de cuerpos más delicados, casi femeninos.

—Shh, shh. —entró en crisis al ver como los gritos de los niños empezaron a llamar la atención de los demás.— Yo mejor me voy...

Sin embargo, las manitas de las niñas la detuvieron, dejandola acorrolada.

—Usted es la luna, ¿Verdad?

—¿Por qué ha salido sola?

—¿Ha dicho que salía? Mami siempre pide que avisemos o la preocuparemos. —contesta otra voz.

En cuánto a Bella, cada vez se sentía mas presionada de no haberlo hecho.

—Y-ya casi tengo edad adulta... No creo que fuera necesario.—contesta avergonzada, hasta casi con nervios.

Los niños soltaron una risita divertida, pero a lo lejos se escuchó un estruendo, y luego un aullido que los hizo retroceder. Mirándola con cautela y diversión, mientras una niña apuntaba a un lado específico.

—Creo que ya notó tu ausencia, Luna.

Bella percibe un escalofrío notorio en su marca, al igual que el frío precipitado que va hacia ellos.

—Creo que lo acabo de notar...—susurra con nervios.—¿Está enojado?

—Yo diría que no... Pero te descubrimos. —contesta un niño de diez mientras se rasca la nuca.

—Y ... El Alfa aún no ha dado el anuncio. —contesta otra niña.

—Pronto lo hará. No le queda de otra.—contesta otra niña.

Y todos jadean al sentir como una ráfaga de copos de nieve se plantan frente a ellos. Demostrando al lobo blanco grande, al Alfa frente a ellos, inmediatamente bajan su cabezitas en sumisión, buscando perdón tras la Luna.

Luna. Esto no era parte del plan.

—Me aburrí, n-no pensé que pudieran descubrirme... L-lo siento.

Tan solo debías esperar unas horas mas, aún me falta organizar todo... Nos has puesto en un aprieto.—la voz distorsionada hacia que los niños temblaran por desobedecer la orden de su Alfa.

—Perdón... Por favor no los castigues, no han hecho nada malo.—pide avergonzada mientras intenta evitar que los regañara por su culpa.

Aquella acción hizo que el lobo blanco quedara sin aire por unos momentos ante la escena tan satisfactoria de ver y escuchar como su Luna al fin protegía a los cachorros de su manada.

Vuelve a la casa, y no lo haré. —contesta cediendo a la petición, mientras que los niños suspiran con alivio.—Todos vuelvan a casa, sus madres deberán charlar conmigo luego, no tendrán un castigo por mi parte pero si una advertencia de vuestros padres.

Siendo así como todos supieron que el corazón y voluntad del lobo frivolo había sido amansado, tras la huida de todos a sus respectivas casas, Maxam, Leona y Bella sabían que la coronación no debía tardar a más de ese día para realizarse. Si ahora solo sabían de esto ocho niños, muy pronto serían más y eso si se que se vería como un aprieto quejumbroso de lidiar.

Con solo recordarlo, aun le da vergüenza. Haber sido reconocida tan fácil, fue su primer error de confiarse. Esperaba no caer tan tonta públicamente en los próximos días.

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora