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Yiara Klinsmann había percibido el cambio de la noche a la mañana, su alfa aún la usaba de almohada, sin embargo por algún motivo aquello la hizo recordar a un pequeño momento del pasado, cuando su pequeña Leongina aún no despertaba a su lobo, cuando todos se burlaban por estar defectuosa, cuando venía llorando a sus brazos pero que justamente ella estaba en uno de sus entrenamiento en su forma lobuna plateada. Leongina cuando era niña lloraba para expresar sus sentimientos, no sabía hablarlos cuando eran muy complicados para ella, siempre intentó expresarlo pero por el medio de tantas palabras los sollozos ocultaban el entendimiento de las mismas, por lo que con mucha tristeza y enojo disimulado para no preocuparla, siempre escuchaba todo, viendo aquella pequeña cara blanca con los ojos hinchados y pequeños ojos rojos por tanto llorar. Nunca podría entender completamente porque algunos niños de la reserva eran tan malos con los suyos o más bien, con la próxima alfa, tal vez tendrían envidia pero no debían alardear tanto ni ellos despertaban sus lobos, solo algunas generaciones.

Siempre que ella venía a modo de consuelo porque la Luna Leska estaba ocupada y porque Leo no quería armar un caos, sabían lo sobreprotectores que eran el alfa y luna, no deseaban el rompimiento y castigos en la manada, por lo que su pequeña Leo era piadosa y solo se lo decía a ella. Siempre que lo hacía, la pequeña princesa se quedaba dormida sobre su lobo, usándola de cama calentita para su pancita pero dejando su espalda que siempre amaba tenerla fría y bueno las caricias del viento de invierno en su cabello albino parecían acunarla y llevarla más rápido al mundo de los sueños, donde solo ella misma debía despertar o donde Yiara sabía la única manera de como despertarla sin causar la presencia de Yin en su pura esencia en ellas.

Despierta, despierta mi pequeña niña. Despierta que los árboles y la nieve ya buscan tu hermosa mirada. ~

El día ya amaneció y sólo buscan un día más tu bendición.

Despierta, despierta mi pequeña niña.
La luna ha dejado al sol, para ver tu hermosa sonrisa.~

Entre cada pequeño fragmento cada palabra era seguida por la naturaleza admitiendo la verdad ante cada decir. Yiara también estaba ligeramente conectada con la naturaleza, no tanto como su alfa pero lo suficiente para saber lo que la naturaleza decía de su alfa, siempre eran buenas cosas. Alagos, cuidados, protecciones, simplemente buenas cosas. A pesar que el sol podría ser enemigo de la nieve, ambos se equilibraban, por que si no había uno no había el otro, porque mucha nieve no hacía bien y mucho sol tampoco. Su amistad traía aquel equilibrio que hacía un ambiente ejemplar de disfrutar en Forks.

Los ojos del gran lobo albino, poco a poco iban abriéndose con una tranquila y suave sensación adormilada, recibiendo el gesto de la naturaleza por ella. Maxam al sentir que su Yin despertaba feliz y daba pasó a Leongina en su máxima expresión, pudo sentir como el fresco desaparecía y volvía a sentir su oscura manta protegerlo y darle calor neutro, suspirando con alivio.

«Buenos...días...»la voz adormilada ronca y áspera había sido muy tierna para ambos, pero ninguno lo diría en voz alfa.«Gracias por despertarme... Llevaba tiempo sin dormir y disfrutar de aquella calidez que tus cuerdas vocales daban a mi corazón.»

Yiara estuvo a poco de ceder a las ganas de llorar, ya era al fin Martes. Pareciera que había pasado casi dos semanas después de todo el desastre de ayer pero hoy solo era otro día más pesado que el anterior. El antes, el durante y el después del día black siempre eran días que le costaba volver a tener una cordura inquebrantable a su alfa. Lo sabían tanto el fénix, sus guardias y la bruja Urana, motivos por los cuales intentaban que estuviera ocupada para que no se quedara en ese rincón sintiéndose el monstruo que debió ser para romper aquello que tenía enjaulado a su lobo interno.

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora