〔 2O 〕

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El gran animal de color blanco como la nieve corrió por el bosque de Forks hasta perderse en los límites de Canadá, pero en cuanto sintió el dolor aulló con todos sus pulmones, dolido, miedoso y deseoso de acallar sus propios miedos. Maxam se sentía culpable por la tristeza de su Yin, pero no podría culparse por haber demorar en salir ante la conversión de Leongina, aquello había sido más porque el destino aún no le daba el visto malo hasta el tope. La oscuridad sólo llegaba cuando todo empezara a oscurecerse. Yin no lo culpaba, sabía comprender pero el dolor, la pérdida, la incomodidad de su Luna todo parecía cobrarle un montón de golpes en su estómago.

Por lo que solo se quedó en el límite, buscando mitigar su propio dolor con su don elemental, dejando que la nieve lo consolara, que el frío fuera su calmante más helado, que esté pudiera devolver su empeño por ocultar todo su malherido corazón., sus sentimientos negativos y otros más, no tan agradables que llegaban hacia si misma. No estaba sola, pero... Aveces el dolor era más fuerte que estar y sentirse acompañada.

El gran lobo de ojos amarillos, imponente figura, se perdía entre la nieve, como si fuera una montaña de la misma. Sus ojos fueron cerrados por la caricia del fresco, mentolado. Pero aún así su corazón pedía a gritos regresar con su Luna, pero su cabeza estaba tan perdido en sus batallas interiores que no creía ser capaz de no derrumbarse más de lo que ya había hecho. Era el alfa, se suponía que cuando ella estuviera cerca ya nada le afectaría, ya nada dolería tanto... ¿Acaso todo estaba haciéndolo mal? Su aullido de dolor, salió mas a lamento interno, que en cuanto Maxam intervino solo logró que Yin cayera en un sueño que tal vez durarían cinco días o más, si es que alguien no intervenía.

Maxam aunque quisiera volver hacia su luna, estaba totalmente encadenado a proteger a su Yin, era su responsabilidad, su debes y más que nada, Leongina era su hermana del alma, no podía fallarle justo cuando más necesitaba consuelo, y bueno para variar... Su preciosa Yin lo había envuelto en esa nieve para que no se descarrilara de su propio caos interno. La nieve lo adormilara, mientras la noche no llegase, o las interrupciones hacia ellos... El no saldría de entre la oscuridad para hacer frente a la barrera de contención. Solo por respeto acataría su deseo indirecto por máximo una semana ante el luto, pero luego volvería junto a su Luna.

[...]

Tras la huida, Charlie había enviado un código secreto a Jonas, notificando lo ocurrido en un mensaje que decía así: "El viento ya no resguarda a su nube, el luto lo carcomió; la nube sin saber, rompió el equilibrio de la protección del viento." Las cuales se traducían para el beta algo como: "La alfa no está en casa, el luto pudo más y huyó; mi hija rompió la poca cordura que tenía con su incomodidad ante lo desconocido."

El pelirrojo enseguida había acudido a transformarse en medio del bosque abierto en un fénix, con cuidado de no comenzar un incendio, hasta que su llamarada sintió el dolor, el temblor y el lamento de su alfa tras el aullido que habrá calado profundamente en quienes pudieran haberlo escuchado. No dudaba que fuera su alfa, lo sabía y quería sanar la pero por más que lo quisiera no lo podría, no podía ser su héroe, solo la luna la podría sanar como su compañera-mate lo hacía, como su dulce Rocío lo calmaba y acunara en sus brazos complementando la fuerza para la debilidad ante la falta de seguridad en sí mismo.

Había llegado a unos 10 metros de distancia de su alfa, Maxam le había gruñido y notificado sus acciones hacia su preciada Yin, calmandolo por breves razones pero aún así no estuvo tan seguro en marcharse. Sin embargo, una silueta salió entre los árboles, la albina de ojos plateados de piel casi dorada se había presentado ante sus ojos, con una expresión de calma pero de dolor en sus facciones.

—Tranquilo, beta Jonas. Me encargaré a partir de ahora, también le informaré sobre el nómada y otras cosas, pasaré cuidando a mi alfa esta semana. —dijo la guardiana mientras agarraba un puñado de nieve y lo esculpida como una bola.

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora