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Nuevamente ambas iban por la carretera en camino hacia la casa Swan, sin embargo, Bella se encontraba muy pensativa con el tema de las conversiones y los artículos que al parecer la manada de la cual su favorita albina estaba involucrada era estricta.

—Adelante pequeña saltamontes, cuéntame qué te tiene tan callada. —rompió el silencio la albina mientras conducía tranquilamente.

Bella dejó de observar la espesura del bosque y ver poco a poco a la lejanía la Reserva Quileute. Dirigiendo la mirada hacia Leona.

—¿Realmente sabías lo que le sucedería a la hija de Harry? —pregunta curiosa.

—En realidad como dijo Maxam, era una inquietud pensante su situación, normalmente los nativos Quileute despiertan al guerrero protector a sus 16 años, pero en estos últimos años se han demorado un poco. Uno de los ejemplos es del actual Alfa de la tribu, Sam Uley, eventualmente pensaba que podría ocurrir la misma situación en Leah, después de todo el mal temperamento acumulada y liberada en un momento crítico es una de las característica del gen despertando. —comentó pensativa ante lo ocurrido con aquel par de lobos que habían podido ver al salir y subir al auto.

—También fue así para ti, ¿no? O fue distinta tu conversión? —preguntó Bella, pero al ver cómo las manos delgadas se tensaron, y por un momento ella misma se quiso abofetear a sí misma. —Lo siento no debí preguntar.

La albina sonríe ligeramente sin mucha necesidad ni ganas, tratando de calmarse, en su interior Maxam hacía malabares para animar a su querida yin: «Respira, no lo hizo con mala intención..», «Tranquila, intenta recordar algo bueno, algo... ¿O quieres que hable yo?», Leongina niega ligeramente y sus labios tiemblan, para luego decir:

—Normalmente... Nuestros lobos son distintos, desde ya antes sabemos que categorías seremos en la manada. Se supone que despertamos a nuestros lobos a los 15 años, luego viene la ceremonia en manada para festejar por quienes se nos unieron. Yo.. Siempre fui un caso distinto, Maxam despertó tarde así que no tuve tal conversión como la tribu Quileute. —explicó

No quería recordar aquello, principalmente por la amargura no superada que poseía. Bella lo respetó debido a que se dio cuenta que había metido la pata.

Pequeña Luna, disculpe a mi querida Yin, ya antes se lo he dicho, este tema es delicado y no es para estar hablandolo tan banalmente. —dijo Maxam tratando de calmar el ambiente entre ambas.

Tras aquellas palabras Bella y Leongina se sumergieron en un incomodo silencio, una por vergüenza al haberle recordado un mal rato, y la otra por hacer sentir mal a la pequeña Luna, no era su intención, pero su infancia era difícil de hablar como si fuera un tema banal. Por lo que gran parte de la carretera fueron calmadas, Maxam muy apesar de no ser fan de la radio, la puso para calmar a su luna, colocando alguna estación de radio que hablaba acerca del bosque de Forks y las actividades que habrían próximamente, hablando del tema de: Festival de la Luna.

—¿Pequeña Luna?—pregunta Maxam intentando hacer tema de conversación para aminorar la carga de tensiones que había en el ambiente.

Dime, Maxam. ¿Que ocurre? Y que es eso de Festival de la Luna?—responde saliendo de su semblante callado, Bella.

Permitame contarle una pequeña historia, que tiene mucho que ver con mi querida Yin. Aún hay mucho camino por recorrer —comentó Maxam, tras aquellos ojos ámbar.

—Siempre me ha gustado las historias, y más si me las relatan. —dice tras una mirada curiosa Bella.

Hace algunas décadas atrás, tal vez mil o tres mil, no recuerdo muy bien, mi querida Yin vagaba por el mundo como un nómada sin hogar, con solo una misión, auxiliar al mundo con sus buenas acciones. Entre uno de sus miles de décadas, estuvo involucrada en una guerra de territorios, encontrando devastación, muerte y niños que deseaban escapar con sus madres. —empezó a relatar Maxam, al recordar aquella historia contada por la mismísima albina en aquel viejo tiempo.

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora