〔 100 〕

155 27 2
                                    

Leongina se encontraba sentada en la cama con la espalda contra el respaldero, con algunas almohadas detrás y sus piernas cruzadas como las de indio sentado. Bella se encontraba frente a ella, reclinada sobre su rodilla y mirándola con nervios a flor de piel.

—Comienza a contarme desde aquella vez que lo decapité. Cuéntame el motivo por el cuál no dejaste que terminemos con su existencia. —reclama el Alfa Leongina, con una voz determinada, seria y con una mirada que gritaba mucha sospecha.

Bella se acaricia el cabello el cabello, enroscandolo por su dedo índice intentando recobrar el momento de aquello, ya que habían pasado meses de aquel suceso. «¿Cuánto debió pasar de aquello? Ni idea, eso será un misterio»pensativa se preguntó.

—En aquel entonces, tuve un presentimiento extraño. No era aquello de interés romántico ni mucho menos relacional en modo amistad, solo mi corazón me decía que no lo mataramos. —cuenta la sensación, y aunque su mano derecha vagó entre el pecho y luego fue a acabar al estómago, fue allí cuando decidió confesar acerca de ese presentimiento que tuvo mucho tiempo en vela. Pero que lo supo sobrellevar.

—¿Tú corazon? ¿Presentimiento? —preguntó confundido el Alfa.

—Lo intentaré explicar...—se muerde el labio inferior, intentando organizar sus ideas para poder explicar aquel impulso inconsciente suyo.— Si bien, en el momento era como una especie de lucha contra mí misma y un instinto..¿Maternal? Pero no estaba embarazada, no me sentía así..., ¿como lo explico?—murmura conflictuando entre su mente y memoria— Digamos que mi mente quería que lo mataras porque nadie te lastima y sale vivo para contarlo; sin embargo, mi corazón latía contrariado como si la punzada en mi vientre bajo anunciara que ese patético Cullen era importante para nuestra cachorra.

«¿Acaba de decir cachorra, acaso?»el ronroneo de Maxam hizo que el pecho de Leongina se extasiara con el futuro que su Luna ya afirmaba que tendrían.«ya quiero a esa cachorra entre nuestros brazos»pidió ansioso.

—¿Me quieres decir que has presentido un futuro, donde a ese maldito lo teníamos como Yerno?—preguntó con una pasividad tan tranquila, que hasta Maxam se sintió abrumado cayendo en cuenta que la mención de un cachorro lo había distraído del tema.

«¡Patrañas! A ese imbecil ni en figura lo tendríamos como familia, jamás, menos mal ya no existe.»pensó totalmente inconforme.

—A mí tampoco me agradó la idea, pero si nuestra cachorra debía ser feliz con él, lo soportaría. Así como mi madre, sobrellevó que fuera yo la huella de tu existencia, porque así es el amor de una madre. —comenta Bella, mientras se acaricia inconscientemente el vientre, pensando en una bebé. Frunció el ceño—Poco tiempo después, soñé un futuro.

—Como es debido. Eres mi pareja y compañera, los elegidos afectan a la pareja espiritualmente, quierase o no. —atribuye su maldición a ese hecho.— Cuéntame acerca de ese sueño, pequeña Luna.

—Una figura traslúcida se presentó ante mí, explicándome cosas que pasarán supuestamente en un futuro muy lejano. Confirmando una dudas y explicando detalles que no encontraba respuestas aún cuando lo buscara en la biblioteca junto a Urana. —comenta Bella sin revelar la existencia de Superno entre el espacio y tiempo, de meses atrás.—Entre una de ellas, me confirmó que Edward encontraba en nuestra cachorra a su compañera.

Maxam y Leongina gruñeron al unísono al escuchar aquello, dejando inmensamente felices de que su propia Luna se hubiera desecho de ese maldito hace unos días.

—La madre Luna no eligiría a un vampiro como nuestro Yerno. Eso era cosa del estreñido ese. —dijo consternado el Alfa albino.

—De cierta forma, se me estrujaba el corazón de tan solo saber que aquel acosador fuera pareja de nuestra cachorra, no lo quería pero el destino parecía ser ese. —expone también su inconformidad ante el tema.— Aquel día contra los nómadas, preferí formar un mejor futuro sano para ella, sé que será una niña, mi corazón se encoge tras esa idea de una manera que solo me hace sentir mucha emoción. Edward no aprovechó la única oportunidad para cambiar sus actitudes tóxicas, siendo su final tras mis fauces.

—Tal vez no estaba entre mis manos decidir aquello, pero alivia que sin tenerlo aún entre nuestros brazos, ya sientas el instinto de mamá loba emergiendo para proteger. ¿Y si creamos una camada de cachorros? Si ya eres así de protectora con una, ¿Cómo serías con seis cachorros?—preguntó el albino, totalmente ilusionado, Maxam estaba mezclando las ilusiones con la consciencia de Leona, quién solo se estremeció de un placer bello y añorado a cumplir.

Bella abrió los ojos, tras escuchar aquella pregunta, y luego se sonrojó mucho más de lo que acostumbraba sentir. Golpeando ligeramente una pierna de su Alfa, para sacarle esa ensoñación que exponía mucho dolor.

—Soy humana, no puedo dar bebés como una perra doméstica.

—No, claro que no, pero si la madre Luna trae gemelos o trillizos de cachorros no me quejaré. —ronronea divertida ante el sonrojo de su Luna.

—¡Leona! No creo ser buena criando a muchos cachorros, con solo pensar con una mezcla de los dos, ya me pone muy ansiosa, imaginate el lío que se armará con Charlie siendo abuelo de varios cachorros, le pondremos canas más rápido de lo que piense ceder en tener.—expresa nerviosa, al ver que la idea parece tan seductora para su Alfa.

A tal punto, que grita ligeramente y risas invaden el ambiente. Tras sentir la mirada hambrienta y divertida del albino sobre ella, quién se lanzó a besarla directamente al cuello. Sin embargo, un toque de cariño tan repentino, fue ahogado por sus risas al sentir las manos de su Alfa sobre su piel desnuda entre cada lado de su cintura y bajo sus brazos, siendo consumida por cosquillas que la dejan totalmente expuesta a su Alfa.

El brillo en los ojos de celestinos del Alfa era tan hermoso, no podía estar más feliz de ser la responsable de que esos ojos sombríos tuvieran más vida y felicidad engullendo el alma en ilusiones y promesas futuras. Esperaba seguir haciendola feliz cada año que estuvieran viviendo la vida juntas, porque la felicidad de Leona era la suya, y no dudaba en que lo fuera también del reves, osea, mutuo.

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora