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El gran lobo se había quedado entre sumiso por la sorpresa e impacto de ver a su Luna en la biblioteca de la abuela de su Yin, estaba muy impactado que sólo respirar empezaba a doler, hasta por la culpa de no haber concedido el deseo de su amada que había caído cansada en la subconsciente apenas la vio. Porque si, en cuanto habían entrado a la biblioteca el gran lobo ensangrentado e imponente tenía los ojos heterocromaticos. Sin embargo, Maxam por muy agotado y rasguñando que estuviera, le gruñó enojado al venado; nuevamente ese animal había camuflado el aroma de su Luna, por lo que en cuanto intentó acercarse directamente a ella para acabar con su vida, un estirón en las costillas dañados en rasguños que lo dejó inmovilizado y no sólo eso ocurrió su propia Luna estaba allí poniéndose frente al venado totalmente tembloroso por su vida, haciéndole frente.

El gruñido cesó pero la mirada de enojo se suavizó a molestia y dolor. Sin embargo, cuando conectaron miradas vio más decisión que miedo hacia su ser animal, Bella se acercó y tomó con mucho cuidado el feroz rostro del lobo, quedando bien pequeñas sus manos en comparación a lo que sería acunar un rostro normal; por consiguiente, ella dijo:

—¿En qué puedo ayudar? ¿Y leona?

Maxam quedó nuevamente intimidado ante su Luna, hace bastante tiempo que no se sentía tan extasiado al ser reconocido, se sintió mucho más fuerte el amor incondicional de lo que pudo sentir alguna vez con su Yin, Bella no se había equivocado al reconocerlo, Bella sabía diferenciarlos y preocuparse a la vez por su salud. Aquello lo cohibió tanto que bajó la cabeza en sumisión sintiendo lo que su Yin tanto temía, la vergüenza.

Urana no perdió tiempo en mover las medicinas, parches, algodones y demás para empezar con la curación. Pero en cuando aprovechó la relajación y sumisión del gran lobo ante la humana, fue cuando el resto de guardias fuera de la biblioteca quedaron absortos y sorprendidos comprendiendo que su gran alfa ya había encontrado a la luna pero no dijeron nada al respecto porque vieron perfectamente las miradas nada hostiles del gran concejo de la manada, retrocediendo por respeto y callando ante un pequeño gruñido doloroso ante la intervención de Urana en una de las heridas.

Los Cinco animales del concejo cerraron las grandes puertas, Venai y Coney las cortinas, mientras que Urana prendía las luces de la biblioteca, empezando así la limpieza de las heridas, que ardía horrible causando jadeos en el lobo.

—Shh... Aquí estoy yo. —murmura Bella agarrando un algodón, y con ayuda de un venado avergonzado que le trajo un bowl con agua, fui limpiando su rostro para darle frescura pero no tanta.

Maxam inmediatamente dejó de concentrarse en el dolor y sólo en la luna, claro que temblaba mucho en cuanto sentía las puntadas en sus costados. Urana lo iba haciendo muy bien, para cada lado.

—No te enojes con Venai. Yo pregunté y por información, ella pidió mi protección. Fue buen trato —dijo Bella suavemente mientras acariciaba la barbilla del lobo.

«Ojalá fuera tan inocente esa petición, pero aún eres muy inocente en este mundo, pequeña Luna. Esa presa camufla el aroma y hace que no exista, en otras palabras, te ocultó de mí.» Las palabras roncas del gran lobo pero bastantes serias habían correspondido a la Luna sin querer sonar a insulto pero si de advertencia.

Bella al escuchar aquello se sintió nuevamente una niña de 10 años, sonrojandose por la vergüenza y rozando su rostro contra el lobo.

—N-no sabía eso...

«Claro que no lo sabrías porque no tienes aun despierto la sensorial. Si tuvieras mi marca, lo habrías podido prever.» añadió mientras soltaba un ronroneo ante la sensación de tenerla tan cerca pero un jadeo de dolor cortó la respiración, erizando todo su vello. «¡A la mierda! Por un demonio, maldita bruja, pon tus manos más suaves»

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora