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Luca Marchelo había quedado a cargo de la guardia nocturna junto con otros lobos de la manada Ginonix, sin embargo, su pelaje negro se había erizado al sentir el aroma a muerto acercarse a toda velocidad desde las costas de Canadá, por lo que con un gruñido y el enlace de la manada mandó varios guerreros a quedarse alrededor del pueblo mientras la amenaza en aquellos ojos castaños oscuros, demandante y protector corrió tras los tres vampiros desconocidos, con un poco de suerte logró tirar al vampiro de piel oscura y arrancar su cabeza de un tajo, "dejando muerto" o pausado su regeneración mientras aún tenía la cabeza del vampiro de ojos rojos entre sus afilados dientes.

«Delta, los nómadas pasaron al territorio de los quileute. ¿Qué hacemos?» pregunta telepaticamente uno de los guerreros, Zahir, un lobo castaño claro.

«Un pequeño pelotón de 10 lobos vayan a custodiar esa zona. Volverán por su amigo» gruñe entre dientes al ver que el cuerpo del vampiro rastas se empezaba a mover.

Menos mal otro lobo de su escuadrón junto con otro ya se encontraban inmobilizando al vampiro entre sus garras, mientras lo llevaban a las masmorra resbaladizas.

«¿Llamaremos a Urana?» pregunta otro lobo castaño claro, hermana de Zahir, Zahra.

«Si, necesitaremos un campo de retención en la masmorra subterráneo bloque V.»Luca una vez dicho aquello, notó la agilidad con la que loba Zahra se perdió entre el bosque.

Esa noche estaba siendo una más pesada de lo normal, al menos estaba descansando de la custodia y mala suerte de la luna, por lo que, debía llegar en cuanto antes con esta cabeza, no lo había matado como los Quileute hacían porque ellos debían agendar cuantos y de qué tipo de vampiros o Clan mataban para evitar alguna guerra con los Volturi.

Esperaba que su alfa le diera un ascensor muy bien pagado. Y una gran semana de vacaciones después de estos días, o tal vez debía comprarse una cama con el colchón suave del hospital.

[...]

Por otro lado, Bella no recordaba haber llegado a su cama, ni siquiera haber quedado dormida. «¿cuando había llegado, y desde cuando su cama era tan cálida?» esas fueron las primeras líneas de pensamiento que surcaron al sentir los leves rayos del sol. Sin embargo, su mano sintió los pelos suaves de su leona y supo que estaba con ella, quedando más tranquila pero,en cuanto se quiso remover o estirar descubrió que "Leona" había crecido o ella se había reducido en estatura.

—¿P-por que...? —tartamudea tras el ceño fruncido, abriendo lentamente sus ojos viendo tras los primeros segundos borroso pero poco a poco sus ojos iban enfocando el lugar donde estaba durmiendo, el cual era blanco por lo que de cierta manera la única con ese pelaje era leona.

Pero... ¿Porqué era tan grande todo? Y porque todo a su alrededor parecía haberse achicado o su cama se había...? Se levantó con cuidado mareada pero notó que su cama ya había perdido las patas, por lo cual su cabeza se quedó en shock al ver como la criatura que supuso era su leona por el pelaje, la estaba mirando pero no eran esos ojos que conocía sino que eran amarillos pero entre un parpadeo vio que se inclinaba a negro pero no se mantenía un color total.

Su corazón se había detenido por medio minuto, quiso alejarse por el susto pero su cuerpo no reaccionaba, pero después recordó lo que había ocurrido la noche anterior, el escalofrío y las ganas de vomitar fueron más que sin poder evitarlo, ni siquiera sabía cómo lo había logrado pero, consiguió correr al baño y devolver lo poco que podría haber consumido la noche anterior.

«Mi luna... El doctor estará en minutos en la sala, prometo que solo te revisará y dará algún médicamente para las arcadas o no se... Lo que necesites para tu sistema»escuchó la voz telepática de su leona.

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora