〔 25 〕

1.1K 130 17
                                    

Laurent se había mostrado algo incómodo, no supo muy bien explicar sus motivos por el cual estaba rondando por la zona, sin embargo, al nombrar a James&Victoria la mirada de la mujer albina se había encendido como si la caza hubiera empezado en ese momento, el ambiente no tardó en sentirse totalmente diferente y pesado, casi que al instante pareció perder la consciência. Era imposible que un vampiro cayera en inconsciencia pero la sensación de no estar consciente era abrumador, sentía perfectamente cómo las voces a su alrededor retumban y lo mueven como si no pesara nada. La voz del alfa era ronco e imponente que parecía ponerlo tenso en cada oportunidad, «¿acaso estaba bajo los efectos de algún don?» era su duda, no podía estar dormido porque no estaba soñando nada, pero por algún motivo le habían quitado el sentido de la vista, y tal como parecía, estaba secuestrado. Irónico que fuera por su enemigo natural, los lobos. No iba pasar por alto como el lugar estaba infestado en aquel aroma fétido de perro mojado.

Sin embargo, en cuanto sintió perfectamente cómo su piel chocó contra una zona nevada fue cuando percibió que lo levantaban y dejaban parado, para luego empujarlo y sentarlo en algún mueble.

—¿A qué debemos su presencia Reina Ginonix? —preguntó una voz ronca y masculina, solo en ese momento pudo ser capaz de cobrar la visión encontrándose con la presencia de Eleazar, un vampiro que no pasaba desapercibido.

Sin embargo, cuando Laurent quiso hablar no pudo, era como si le hubieran robado la capacidad de comunicarse por lo que no podía siquiera decir que la albina lo tenía secuestrado o peor de los casos, estaban en peligro.

—Vengo a realizar un tratado de paz. Me interesa tratar con unos servicios que convenientemente serán pagados, no con dinero, si es que no lo necesitan, si no que por un esclavo. —dijo diplomaticamente la albina, mientras esta se encontraba sentada en el sofa con unas vestimentas bastantes varoniles pero sin perder el lado elegante y coqueto de una mujer. —he escuchado que los Vulturi los tiene en la mira, podría protegerlos bajo mi corona como mis próximos guerreros. O simplemente tenerlos como amigos, testigos como prefieran. Me intriga su Clan, señor Eleazar.

Basicamente había notado perfectamente como había usado todas las palabras necesarias para llamar la atención en cualquier vampiro. «¿Porqué una reina de los lobos daría trabajo o protección a un clan que pertenecía a la raza de enemigos naturales de su especie?» esa era la duda que confundía a Laurent.

—Vaya, lamento decirle que no acepto a esclavos de mi propia especie, si bien un tiempo eran comerciados, pero no estoy interesado. Sin embargo, me intriga saber como ha llegado a ser colmada de curiosidad por mi Clan. —cortésmente declinó la primera oferta, Eleazar.

—Quisiera aprender de sus costumbres e informarme mejor de la información que tienen acerca de vuestras compañeras o compañeros. Osea, es decir: ¿que diferencia hay entre tua Cantante y compañero? ¿Cuáles son los caminos que efectúan en caso de encontrarlos y como realizar soluciones efectivas sin llegar a una conclusiva muerte a manos de los Vulturi? —pregunta curiosamente, parecía más abierta la Reina Ginonix.

Era curioso, aunque extraño, no se parecia demostrar imponente como cuando estuvo en aquella masmorra, nos soldados lo habían tratado muy mal, sin embargo, ella en ningún momento le había faltado el respeto. Era rara la Reina.

—Es gratificante escuchar que una mujer de buenos conocimientos, y curiosidad bastante profesional. Sin embargo, no puedo evitar preguntarme: ¿porqué le interesa saberlo? Acaso sabe de algún vampiro rompiendo reglas nuestras? —pregunta curioso y serio Eleazar.

—Realmente no lo sé, pero me preocupa que mi pueblo sea castigado por su raza. No he tratado mal a vuestras especie para ser escarmentada por alguna falta vuestra. Pero me gustaría realmente ofrecer mi protección, parece ser alguien profesional e interesante para tener charlas de conocimiento y crecimiento recíproco. —insiste suavemente mientras se acaricia ligeramente el abdomen con una mueca muy imperceptible de dolor.

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora