〔 O8 〕

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El día siguiente llegó, ambas habían dormido relajadas, Bella y Leona estaban con muy buen humor.

La husky se adelantó y bajó las escaleras para dirigirse junto a Charlie, quien al verla enseguida se deshizo de su cara adormilada, apresurandose a tomar del café para despertar y atenderla. La perra albina se sentó sobre sus patas traseras y lo vio tranquilamente a los ojos comenzando su comunicado mental:

«Ya hablé con el joven Jonas, puedes tomarte un retraso en la jefatura. Me tomé estas molestias porque me gustaría que nos llevaras al Instituto Forks, quiero mirar algunas cosas. Claramente no voy a llamar la atención de mi gente, aun no quiero dar señal que estoy de vuelta hasta que Bella tenga la edad adulta.»le explicó Leona.

—Entiendo, ¿Irá también el joven Marchelo? Digo, porque lo vi esta mañana ya esperando en la entrada. Es un buen chico. —dice Charlie, remediando su pregunta con timidez.

«Es su guardia personal, es su obligación protegerla mientras no estoy cerca a su hija. Mi luna, necesita siempre estar cuidada, y no tomaré ningún riesgo que la exponga» sentenció mientras se rasca un poco tras su oreja, con un pata.

—Perfecto. Ya sabes... Lo agradecido que estoy con ver que la cuidas.

«Ya sabe usted es un placer para mí realizarlo, amo a su hija. Y la seguiré esperando lo necesario hasta que pueda convertirse en su luna y Reina.»piensa mueve su cola emocionada.

Charlie le dedica una sonrisa leve, y asiente, ese momento pronto llegaría y solo quería ver cual era la reacción de Bella, fielmente confiaba en su hija para que realmente ayudara a su Reina Alfa, ha sobrellevar el peso de sus complejos físicos y emocionales. Sabía que ahogaba sus malas emociones, pero no siempre estaría la Alfa de buen humor, sabía que cuando su paciencia rebosara el vaso no había otra persona capaz de calmarla que no fuera su propia hija. Ese era una de las tantas cosas que había descubierto de los lobos y manadas del mundo sobrenatural.

—Buenos días, papá.

—Buenos días, hija.

Ambos distante pero cariñosos a su forma se dedican una sonrisa tímida y muy leve, mientras la castaña saca unos cereales y leche, siendo ese su desayuno al menos por hoy. Mientras que a su vez, nota como Charlie le llena el plato con las croquetas de carne y pollo, a la husky siberiano.

Esos pequeños momentos en el que ambos tenían una rutina era realmente hermosos, capaz no muy afectivos pero ya era un gran avance. Ya que después de la separación por tiempo remoto y estar solo con su madre había desarrollado una independencia extraña ante sus figuras paternales.

—¿Papá, hoy podrías llevarnos?

—Si, sin problema Bells.

—Ok, gracias. Te devolveré el favor en cuanto me digas, papá.

Charlie estaba contento cada vez que escuchaba el como lo llamaba, aveces le decía por su nombre y sentía que capaz la distancia había estropeado demasiado la relación padre e hija que alguna vez tuvieron.

Tras esos momentos humanos, cómodos y tranquilos se gozaban, el tiempo pasaba y pronto sería hora de comenzar el plan.

[...]

Una hora y media después, ya se encontraban de camino al instituto, Chelo ya se encontraba listo pero esta vez se presentaría en su forma humana. Esta vez no iría de forma encubierta, por órdenes impuestas por inquietud en su alfa, algo había que la estaba colocando así en un día tan bueno como hoy. La había visto relajada, pero en cuanto llegaron al parquet siendo despedidos un momento por la misma y Charlie.

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora