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Tras salir de la biblioteca, habían tomado un atajo, según Leongina era el más desapercibido pero no contó con que se encontraban con Urana por el camino, lo cual la albina dijo algo antes de lo que su abuela le iba a notificar.

—Alfa, debemos hablar.—exige Urana.

—Dame tiempo para alimentar a mi Luna, necesitamos comer bien. —contesta cansada de saber a lo que va.

—Puedo esperar un poco, tal vez sea importante, Leona. —replica Bella.

—Primero va tu salud, tu vida y luego mis responsabilidades, mi Luna.—manifiesta con una firmeza que hace estremecer a Bella, quién traga saliva.

—No se preocupe, Luna Isabella, lo mío puede esperar hasta que consuma un poco de comida. —acepta con una mueca que casi pasa desapercibida.

Siendo así como Leona lleva a Bella hacia el comedor privado de la biblioteca pero se encuentran con el staff de cocineras del lugar. Todas lobas, que levantan la mirada al olfatear el ambiente, sus miradas brillosas hacen notar a Bella la emoción de sus presencias pero bajan la cabeza en sumisión al responder.

—Buen medio día, Alfa y Luna, ¿Desean almorzar nuestro menú de hoy?—pregunta una mujer mayor, se notaba que parecía no envejecer.

—Si no es mucha molestia, Larumbe. —contesta Leongina mientras muestra a Bella donde sentarme.

Extrañamente, a pesar que el comedor era muy pequeño, entraba perfectamente una mesa redonda con cinco asientos, era compacta pero lo justo y necesario.

—¿Cuál es el menú de hoy?—pregunta Bella con curiosidad.

—Ñoquis de zanahoria con una pequeña salsa de calabaza, si desea queso rallado nos lo dice. —contesta la otra mujer mas chaparra pero con una mirada encantadora, ya que sus ojos eran de un color turquesa claro.

—Ñam, que delicia. —contesta con emoción Bella, era comida vegetariana pero se olía muy rico.

—Por favor, necesitamos deleitarnos de ese menú, queridas. —contesta Leongina con respeto hacia las mujeres.

Logrando que ambas, con emoción fueran a llenar los platos, al igual que servir jugo de pera para acompañar el almuerzo. Aunque una de las mujeres se acerca al Alfa y juega con un trapo en sus manos, nerviosa.

—¿Qué la tiene tan nerviosa, Thlana?—pregunta el Alfa.—pregunta sin rodeos.

—¿Pronto presentará a la Luna en la manada? Ahogar la emoción nos hará mentir a nuestros compañeros, no podemos seguir con tanto peso, Alfa. —contesta avergonzada por la emoción.

Isabella frunce el ceño ante la fidelidad sincera que las lobas tenían con sus compañeros, aún más al saber que había sido reclamada por el Alfa como su pareja.

—Pronto, debo solucionar algunas cosas antes, Thlana. —contesta ante la mirada violácea.

—Esta bien Alfa, perdón por la molestia. —se retira la mujer cocinera de la cocina.

Seguida por Larumbe, dando espacio a Bella y Leona para disfrutar de la comida. La cual estaba exquisita y deliciosa, un buen almuerzo merecido luego de tan exhausto juicio.

[...]

Una vez el almuerzo culminó, Isabella satisfecha era mimada en la privacidad solitaria de la sala de la biblioteca. Leongina con respeto, cariño y concentrada trensaba el cabello castaño de su luna en una hermosa trensa pegada. Isabella se encontraba de espaldas, disfrutando de las suaves caricias de los dedos que vagaban por su cuero cabelludo sin sentir dolor alguno, era mucho mejor que una atención de peluquería.

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora