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Jonas había estado algo inseguro ante la idea de su alfa, dejarlos solos equivaldría a dos tipos de riesgos:

A) Que terminarán follando.
B) Que luego terminara volando por los cielos.

La opción b era una de las que más temía, porque cuando ocurría eso era porque su alfa estaba alterada internamente que utilizaba a cualquier persona que estuviera a su lado como arpón hacia cualquier persona que hubiera ocasionado su mal temperamento.

La primera vez que lo experimentó fue hace algún tiempo atrás, una situación que había llevado a reencontrarse justamente con un pariente de la manada japonesa y el alcalde de Forks, no es que se llevara mal con esta ni el otro sino que los antecedentes que habían causado sin desear en su alfa hablaban demasiado de su mal carácter ante cualquier petulante que viniera a encararla sin conocimiento alguno.

Su mala fortuna había sido quedarse cual loro al hombro de su capitán, una cosa llevó a la otra y su dolor en el pico nació, pero luego de aquello su alfa había vuelto a ser más cautelosa. Desde ese momento, la vio contenerse mucho en cuanto a los sentimientos se tratara, si los quitaba mucho... Un caos se avecinaba.

Si bien, eso era como un recuerdo Vietnam, no era algo que sucediera a menudo debido a que su alfa se había sentido culpable y avergonzada de seguir sus impulsos asesinos antes de controlarse y haberlo lastimado, no era un mal líder, sólo que aveces mantener la raya de equilibrio entre yin y yang no era tan fácil como parecía. Lo sabía en muchas ocasiones había notado los destrozos que dejaba su propia frustración ante no lograr el manejo absoluto de dicha situación. Por lo que está, para el mismo, dejar al omega en mano de la situación tan delicada de su alfa era como estar entre la espada y la pared.

—Beta Jonas, no debe preocuparse.—escuchó la voz del alfa Spain.

—Ojalá fuera fácil, pero no conseguiré la paz si ella no se presenta.

—Me sorprende lo protectores que son con el alfa hembra. Aunque estés preocupado, seguís manejando las obligaciones sin ningún problema, como si manejarlas no fuera complicado —comenta el alfa Rock totalmente asombrado ante la agilidad con la que estaba leyendo documentos y sellando algunos.

—Mayoritariamente el papeleo ya está hecho como para aceptar o denegar directamente, el alfa en algún momento hace tiempo para sus responsabilidades, yo solo estoy para verificar que nada le falte de las manos u olvide. —añade mientras bosteza, aquel miércoles no había ido a descansar como tal.

—Es totalmente admirable. Pero no creo que a su alfa le agrade que no hubiera ido a descansar con su mate.

—En definitiva no, pero quiero que tengamos más o menos libre esta semana, porque la próxima será una locura. —vuelve a sellar otro papel. Seguido distribuirlos por orden para luego guardarlos en sobres anchos que se cierran mágicamente con broches de fuego.

—Ojalá mis betas fueran así. —bromea divertido el hombre mayor al seguir sentado frente a la mesa del susodicho—El alfa me comentó que esperaba una llegada importante, ¿se puede saber de quién o quiénes?

—Si te lo dijo por algo será, puesto que el consejo de la realeza no todos los días vuelve a sus tierras nacientes —admite mientras el beta se pone de pie y los papeles se carcomen frente a los ojos del alfa.

El alfa Rock por más que fuera muy cercano a su alfa, no podía dejar de ser cauteloso, no iba a dejar que este hombre supiera donde los papeles eran guardados, debido a que solo pocos sabían de la administración, organización de la manada y territorios que tuvieran relación con el pueblo de Forks. No era una sorpresa que su alfa fuera tan desconfiado aún cuando tuviera cierta facilidad para relacionarse con otros alfas.

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora