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El sonido fino de estas perdida entre el dolor agudo, el calor que sofoca, los huesos crujiendo de pura necesidad por transformarse y correr hacia ella, la albina se resiste, resiste, ahoga y muerde sus labios ante la sensación horrible de ahogar ese dolor agudo en su esternón y parte de aquel miembro masculino, gruñe, su aroma de alma y la época de celo mezclado por la necesidad era algo alertaba a un gran rango de hectárea, los machos ni se acercaban no por no desear calmar a su alfa si no que por el aroma repelente que Maxam expandía, el yang tenía un aroma putrefacto para los machos y hembras, solo deseaba a su luna y sólo ella llegaría a él.

Había huido de todos, no había podido siquiera acercarse a Elay por mucho tiempo, dolía el doble alejarse de él, Yin estaba completa con el pero Maxam no lo aceptaba, solo quería a Bella y nadie más cerca suyo. Los gritos tras suyos, la súplica de abuela por no huir ante su instinto, pero siendo retenida por su guardiana. No podía, no podía fallar a sus principios, no podía, no quería romper sus propias reglas si lo hacía en algún momento otras personas llegarían y lo usarían en su contra.

Entonces por eso había escapado a las orillas de la playa de la Push, escuchar y tener cerca el agua lo mantendría a raya, podría tirarse a ellas si pudiera para enfriar por completo la calentura, inclusive podría usar el hielo en su contra pero ni para ello su cuerpo cedía, era un dolor que parecía similar al dolor que Bella padecía cuando estaba en sus épocas menstruales, dolía un infierno ardiente. Odiaba el dolor, pero no se llevaría consigo a Bella para romper sus reglas. No podía, y aunque faltarán meses para cumplir ya sus 18 no se quería arriesgar.

También temía dañarla, temía no saber manejarse y ser lo ideal para ella. Quería que su primera vez fuera especial, no un desenfreno estúpido de celo que no pudo mitigar.

Maxam estaba rasguñando su ser, enojado con el mundo por tener que abstenerse a su propio deseo natural, odiaba los principios morales, odiaba y era por ello estaba enjaulado com Yin, pero mas que nada odiaba no tenerla cerca, aunque sea su aroma. Su cuerpo estaba hecho para Leongina, estaba hecho para responder a las necesidades de un alfa, ceder al deseo y sucumbir para disfrutar del placer que solo su alfa le podía dar, que sólo él podía darle.

Leongina sabía que sí se descuida a marcarían a Bella en contra de su voluntad, lo sabía por el dolor en su miembro como en las encías, quería tenerla completamente para ella, demostrar a cada hombre que ella era solo suya, que sólo sería de ella y que siempre la elegiría a ella. Pero... Aunque él instinto natural lo dictase, internamente quería que Bella gritara que ella solo le pertenecía, que ella lo admitiera, no que fuera por su estúpido instinto que cogerla hasta satisfacer su deseo frustrado.

Tener autocontrol en estas alturas del campeonato era lo único importante con el cual debía estar consciente y fuerte, resguardada tras una gran roca y escuchando el sonido de las olas haría más o menos estar resguardada de las vistas de los humanos, y bueno inminente carpa en sus pantalones no era algo cómodo, no quería tocarlo pero debía pero en cuanto lo iba a hacer, su cuerpo se tensa completamente al escuchar pisadas y luego el aroma que la tenía loca acercarse, soltando un ahogado bufido de frustración.

—L-leongina. —la suave vez de la mujer castaña se escuchaba entrecortada por haber corrido una cierta parte de la playa para llegar hasta esa zona.

—¿Porqué...? ¿Porque me encuentras?

—Ah... —suspira, y luego se coloca frente a la albina, encontrándola sentada pero con la mano ocultando esa zona—No puedo dejarte marchar otra vez, no puedo que con solo un parpadeo verte marchar con dolor plasmado en tu rostro, no puedo soportarlo. —sin embargo, el rostro de Bella empieza a tomar cierto rubor en las mejillas.

Notaba como su piel estaba rojiza, como si se hubiera estando frotando para calmar algo, pero no le gustaba verla así, sus ojos estaban ligeramente oscuros no tenían ese azul cielo pálido que parecía perderse entre el cielo despejado. «¿Pero con que podía compararlo, aquella oscuridad en la que parecía querer perderse?» pensaba Bella.

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora