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Un mes atrás...

Edward Cullen había viajado a Jacksonville, la idea del plan era solida, no había nada que los pudiera interrumpir. Ximena, una rogue de Canadá había dicho: «Busca a su madre, ella caerá en preocupación y directo a nuestras redes. Si su compañera se ve entristecida el Alfa saldrá en busca de los responsables, si acontese tal cual planeamos podremos consumir su sangre, tendrá a la humana y nosotros lo que deseamos.»

Tocó el timbre del hogar, siendo recibido por Reneé Dwyer, la mamá de Bella quién nunca había visto antes, esperaba que su belleza sobrenatural lo ayudase con el plan.

—¿Oh? Hola. ¿Has venido por mi esposo o eres el cartero?—pregunta la joven y atolondrada madre.

—Hola, señora Dwyer, soy Edward Cullen, el novio de Bella. Un placer. —contesta el cobrizo con una sonrisa encantadora.

Sin embargo, Reneé frunce el ceño e intenta cerrar la puerta, pero Edward lo detiene a unos ocho centimetros de lograrlo. Asustando a la señora.

—Vete. Sé que no eres su novio, vete o te será peor impostor. —grita nerviosa, empezando a sentir miedo.

Edward blasfema al ver que la mujer ya sabía que su hija era compañera del chucho. Por lo que en cuánto iba a proceder a usar su fuerza un hombre lo empuja fuertemente y lejos de la casa.

—Alejáte maldito pelos de escoba. —gruñe un guerrero de nieve. Su cabello era rubio platinado, su porte era igual de fortachon que Emmett, y su fuerza digna de un hombre lobo.— ¿Se encuentra bien, señora?

Lo había pregunta el hombre de ojos castaños, sin mirarla ya que no debía bajarla guardia ante aquel vampiro. Su instinto no estaba de acuerdo con la presencia de este bicho raro.

—¿Cómo?... —pregunta nervioso Edward, al estar apartado de su objetivo. Entrando en un estado de inquietud grande al ver como sus manos le empezaban a temblar de la histeria. Esto no estaba entre sus planes.

—El Alfa nunca deja desprotegido a la familia, ¡No la llevarás ni harás daño, si es lo que crees!—gruñe, convirtiendose en lobo en un pestañeo.

Mientras que una figura de una joven de cabello azul fantasía se hace presente justo después de esa conversión. Reneé al verla enseguida le dio paso, sin embargo la silueta interviene:

—Resguardese dentro del hogar. Su esposo ya está en donde ya sabe. —contesta la mujer mientras lo mira.

—Si. Tengan cuidado. —pide cerrando la puerta y es allí cuando la lucha comienza.

El lobo se arroja con maestría aprovechando la sorpresa de Edward al ver a la joven mujer, agarrando y decapitandolo de un solo tajo, el cobrizo cae al suelo estático. Perdiendo el conocimiento.

Sin embargo, aún cuando el lobo ganó la intervención, ninguno pudo evitar ni intervenir en lo que ocurrió a continuación:

—¡Rossel! ¡cuida tu espalda! —gruñe molesto Superno tratando de ayudarlo y colocandose como protector, pero su impotencia se expresa ante su grito agudo.—¡No!

Un lobo mate de ojos verdes, un lobo exiliado se arroja directamente hacia el lobo marrón y lo muerde directamente en la yugular, mordiendo con todas las fuerzas justo entre los pulmones y corazon del guerrero de nieve. El guerrero aún cuando hubiera hecho bien el trabajo, protegiendo a la mamá de Bella del cobrizo.

Superno con tanta impotencia se dirigió hacia él, con tantas ganas de matar y borrar su existencia. Había matado a uno de sus hijos, toda la impotencia estaba reflejado en sus ojos porque no poseía un cuerpo para atacarlo. No pudo protegerlo porque estaba incompleto, gruñe y lo agarra del cuello con toda la concentración que logra obtener.

Superno logró por un instante agarrar la cabeza de ese rogue entre sus manos. Totalmente colérico. Y aunque logró infringir dolor, fue por solo unos minutos cortos por falta de fuerza física.

«No eres fu-fuerte para matarme»sisea el rogue de ojos verdes.

—Te mataré maldito... Eres un desgraciado para despediciar tu vida así... Nunca debiste existir... —gruñe tan molesto e iracundo que en cuánto vuelve a venir una vestizca fuerte.

El lobo dejó su cuerpo de lobo atrás, para cambiar a su forma humana. Empezando a unir las piezas del vampiro a uno solo.

—Hoy no será. —ríe divertido. Mientras entra al hogar de la mujer que trataba de escapar. El rogue rompe la puerta del sótano donde los humanos se escondían.— humanos tontos... Nunca podrán escapar de los más fuertes.

El rogue agarra a la mujer de la muñeca, y al hombre de rabillo de la remera. Sin embargo, aunque intentó estrangularlos no pudo llegar a ellos mediante collares de acero puestos en sus cuellos. Objetos que le dieron un fuerte electroshock.

Sisea ante el dolor de sus manos quemadas, muy protegidos por Alfa si que estaban este par de humanos.

—Ustedes rogers no dañaran a los protegidos de la familia O'riaver... No podrán aunque yo esté en estado. ¡Escuchame bien, ella lo sabrá y ten por sentado que tu alma no irá al cielo ni al infierno, sino que yo seré quien te torture...! ¡Soy superno y tú estás exiliado de la vida y la muerte, serás mi sirviente! —gruño bastante iracundo, agarrandose a puras penas del marco.

Su acceso físico del año había sido consumido y ahora estaba limitado para intervenir. Sin Leongina no podría conseguir salvar a más sin su presencia, ahora solo estaban protegidos gracias a la protección mágica de Urana.

Aunque sea... Ella había sido más útil que él. Sus lágrimas caían de la impotencia, uno de sus hijos asesinado por un hijo intoxicado.

—Reneé... Intenten sobrevivir hasta que lleguen los refuerzos... —pidió Superno.

Antes de que su cuerpo volviera en una selva de la amazonas, justo a lado de un vampiro. En este caso, Safrina, una mujer que se asustó al ver a su creador tan destrozado y debilitado.

—¡Dios Superno! —exclamó preocupada la vampireza.

—Duele... Duele mucho... —sisea agarrandose en donde estaba el corazón. Cambiando su aspecto físico al de un hombre. Superno no tenía género definido, pero todo dependía de su estado de ánimo.

—¿Qué ha pasado?—pregunta con cautela, mientras trata de darle un poco del humo de la bebida que había preparado para él.

Hace una hora que su cuerpo gaseoso temblaba de una manera tan errática, que estaba esperando que su alma espiritual regrese para darle el estado gaseoso que le ayudaba a recuperar energías perdidas.

—Un roguer sadico, un enemigo. Mató a uno de mis guerreros, no necesitaba de la muerte de él... Sólo tenía que haberlo golpeado o noqueado... No era necesario matarlo... —gruñó por lo bajo.

—No siempre podrás controlar las muertes, Dios Superno...

—Es tan injusto... Odio este maldito equilibrio de la vida...

Safrina trata de aliviarlo con la bebida, pero la mirada perdida y de luto en su Dios, estaba muy ida. Preocupandola. El mundo estaba cambiando y su Dios parecía estar perdiendo la cordura.

Esperaba que el supuesto elegido fuera competente e hiciera sanar los daños emocional de su Dios creador.

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora