〔 47 〕

689 90 4
                                    

Tanto la albina como la castaña iban ya de camino al hogar, indistintamente de lo que hubiera pasado o no después del beso efusivo y necesitado de sentenciar la decisión de la Luna frente a todos, ya no era tan irrelevante de comentar, debido a que Alice había corrido a los brazos de su Jasper al ver una y otra vez en su mente como había arruinado un poco más el futuro de su hermano con la humana. Tal vez si no hubiera ido junto al llamado del Alfa, nada de lo que había visto que sucedería de ahora en adelante, nada de eso pasaría. Pero era pasado, los hubieran no existían ni cerca ni lejos de ambas.

Dentro de la camioneta vieja el ambiente iba bastante tranquilo y silencioso, las nubes en Forks estaban moviéndose ligeramente en el cielo, ninguno sabía si eran las que anunciarían la nieve en la mañana siguiente o era tan sólo un día común. La joven castaña se encontraba aún procesando lo que había pasado luego de responder aquella pregunta tan desprevenida e inhóspita por parte del espíritu del Yang, aún más con la sensación cálida del beso posesivo, victorioso y agradecido que percibió contra sus labios. Aquel beso sin lugar a dudas había sido mucho mejor que los que había recibido antes, inclusive había borrado la de aquella vez de la apuesta por el chico. De cierta forma se sentía incapaz de mirar en ese momento a Leona, nunca antes había besado a una mujer y si bien, era un sueño culposo el besarla, pero no creía aún que ella fuera la que diera la iniciativa, se sentía tan inexperta. «¿pero que podía hacer? Nunca antes le había pasado algo similar» pensó Bella, refugiada en sus pensamientos.

Mientras tanto del lado de Maxam y Leona, la conductora correcta de maniobrar la camioneta, se encontraban calmados en postura pero en el fuero interno las cosas iban hechas un caos.

«¡¿Pero que son esas maneras impropias de besar sin permiso a la Luna, YANG!?»exclamó totalmente incrédula y avergonzada Leongina.

«Hmp, nuestra luna se lo merecía desde hace tiempo. Un beso galardonado como el mío, un beso de victoria era lo que se necesitaba, mi querida Yin» expresó calmadamente el espiritu maligno, tan relajado estaba que parecía un perro con la cola alegre por haber conseguido algo que lo dejó complacido.

«Tks... Detesto tu actitud barbarica, ¿que acaso no sabes como alagar y pedir permiso para besar a una dama tan hermosa como nuestra Luna?» gruñe por lo bajo Yin, totalmente molesta por el arrebató impulsivo de Maxam, si bien el beso le había encantado pero no lo había dado ella, sino que el maldito que ahora parecía perro contento.

«No sé ni de qué te quejas, no he visto que mi Luna nos hubiera mirado mal, es más. Apuesto por lo bello y guapo que siempre he sido que le ha gustado nuestro arrebato, tan solo mírala» dice con desfachatez victorioso y galán «Además, mi actitud barbárica fue la que te enamoró en algún tiempo atrás, ¿ya no te acuerdas?» alardea la voz masculina y ronca, tras un ronroneo ronco.

Leongina en el fuero externo estaba bastante concentrada en el camino, tanto que por un momento se permitió en el semaforo rojo del pueblo, detenerse para mirar de reojo a su pequeña Luna.

En aquella pequeña vista, se podía notar perfectamente la mirada al frente, perdida en el horizonte de Bella, sin embargo, un pequeño rubor adornaba sus mejillas al igual que aquella mano izquierda que acariciaba delicadamente sus propios labios como si aún estuviera perdida en aquel momento tan especial y único. Confirmando las dichosas palabras de Maxam, a Bella le había gustado el beso, de otra forma ella desearía borrar las evidencias de dicho toque, ahora solo se la veía atesorandolo y tocando con curiosidad aquella zona cálida, perfecta y deliciosa que había podido acariciar con su piel fría.

«Bien, admito que tus besos siempre han sido hipnotizantes. Pero tampoco para alardear. Fanfarrón.» expresó Leongina reacia a ceder completamente a un elogio hacia su querido Yang.

Isabella Swan, Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora