Capítulo 3

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Finalmente Miguel regresó apresurado a la parte tranquila del pueblo, lugar en donde se encontraba la cerrajería.

-¿Mangel? ¿Por qué tardaste tanto? Sabes que no me gusta esperar- le recriminó su jefe al verlo entrar por la puerta con una bolsa en mano, la cual contenía el material que él le había encargado comprar.

-Disculpe, es que... me entretuve con algo.- respondió el morocho rascándose la cabeza, avergonzado.

-¿Con algo? ¿O... con alguien?- intuyó su jefe en tono burlón. Miguel se puso ligeramente rojo al escuchar aquello pero sonrió para hacer un gesto de negación con la mano.

-Qué va. Solo fue un chico que tocaba la guitarra en un parque, no tengo novia ni busco una.- respondió, aunque en el fondo sabía que no le molestaría encontrar a alguien con quien pasar el rato.

-¿En un parque?- Su jefe se tornó repentinamente serio.

-Sí.., ¿qué con eso?

-Mangel, no te acerques a ese muchacho.- ordenó, borrando por completo toda señal de burla en su expresión.

Miguel no comprendió muy bien la repentina seriedad. ¿Por qué no debía acercarse? A él le pareció de lo más maravilloso cómo tocaba la guitarra aquel joven.

-¿Lo conoce?- preguntó intrigado.

-Sí, pero es mejor que tú no. Ese chico no es normal, Mangel. Es lo único que puedo asegurarte. Ahora deja de holgazanear y ayúdame.- ordenó cambiando de tema.

El morocho sintió intriga al instante. ¿Qué era lo que no era normal en aquel chico? Tenía muchísimas ganas de averiguarlo. Definitivamente, un defecto que caracterizaba a Miguel era su curiosidad excesiva. Era un entrometido de primera.

Ya terminado su trabajo, como de costumbre, se dirigió a su departamento con la mirada distante por culpa de sus pensamientos. Como lo supuso, no pudo sacarse de la cabeza a aquel guitarrista misterioso de ojos pardos casi verdes atrayentes en todo el camino de regreso.

Una vez frente a su departamento, entró, se dio una ducha rápida y se dispuso a dormir, pero le costó bastante sumirse en la inconsciencia absoluta. Su insomnio era total y únicamente causado por aquel guitarrista.

Estaba decidido. Trataría de averiguar todo acerca de ese muchacho.


***


Los rayos de sol entraron por la ventana tenuemente, despertando a un perezoso Miguel. Era sábado, así que celebró internamente por aquello ya que no tenía ganas de trabajar ese día. Se levantó con los párpados pesándole sobre sus ojos y se fue a la cocina a hacerse un té para hacer entrar en calor a su cuerpo. Apenas bebió el primer sorbo comenzó a recuperar sus pensamientos de la noche anterior.

-Joder...- maldijo por no poder sacarse de la cabeza a ese chico.- Tendré que averiguar lo que más pueda, tal vez así dejará mi mente en paz.- pensó en voz alta.

Decidido, luego de desayunar rápidamente se vistió con lo primero que sus ojos azabaches encontraron en su armario y salió con la intención de tratar de encontrarse a ese castaño en el parque. El pueblo no era tan grande. Había posibilidades.

Para su mala suerte, al llegar a dicho lugar no había rastros de él. Suspiro frustrado y decidió caminar un rato por los alrededores, ya que no tenía sentido volver, no tenía nada que hacer. Era mejor dedicarse a conocer un poco más la zona.

Luego de unos minutos caminando sin destino, se encontró con un curioso y pequeño camino de tierra que se separaba lentamente del pueblo. Un sendero. Lo siguió, silbando despreocupadamente una canción bastante antigua que su abuela solía cantarle, hasta que llegó a un punto en donde el camino era atravesado por un gran arbusto que no dejaba ver hacia delante. Se metió en este con la curiosidad alentándolo en sus decisiones, y lo atravesó encontrándose con un asombroso campo lleno de flores hermosas y de muchos colores. En el centro de éste había un gran árbol con hojas verdes, imponente. El viento era agradable y hacía que las plantas del lugar se mecieran de manera lenta al igual que su cabello oscuro.

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora