Capítulo 93 (Parte 1)

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Era un día gris, de esos en los cuales las ganas de descansar en la cama o ver televisión con la familia se hacían presentes. Pero obviamente, no todos tienen ese lujo. No todos pueden estar con sus familias, acurrucados bajo un techo protector de lloviznas y tormentas. No siempre todos reciben esa suerte de poder descansar en un ambiente familiar. Es por eso que cuando se la tiene es necesario saber aprovecharla, apreciarla y cuidarla. Pero el problema es que como dice el dicho: uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. El gran defecto del ser humano.

Rubén había aprendido que aquel dicho era jodidamente acertado.

Ahí estaba frente a él aquella persona llamada Miguel Ángel Rogel. Un curioso morocho con un título de medicina menor, pero con el mismo talento que cualquier profesional con experiencia. Gracioso, romántico, sincero, entrometido, fuerte; Miguel Ángel, también conocido como "Mangel" por algunos habitantes del pueblo, había llegado a la vida del castaño sin previo aviso, cambiándola por completo con sus palabras, con sus caricias, con su sabiduría, con sus besos y con su cariño infinito. Había coloreado su mundo gris y se permitió entrar en su rutina, convirtiéndola en una verdadera vida.

Pero Rubén escondía un oscuro secreto detrás de su mirada verdosa y atrayente. Un secreto que siempre llevó consigo a todas partes. Uno que le impedía hacer una vida completamente plena junto a aquel morocho de ojos azabaches que le había enamorado profundamente, dejándolo sin escapatoria alguna. Ahora, su corazón sólo palpitaba ante su llamado, y su alma estaba entrelazada al aura de Miguel. Ya nada podía hacerse para evitar aquello. Ni siquiera el tiempo sería capaz de apagar las llamas del amor que Rubén sentía por Miguel, y estaba dispuesto a hacer de todo para recuperarlo, claro, mientras que el morocho se lo permitiera.

Así que, con la mano extendida hacia él, esperó a ser aceptado; esperó también (con el miedo perforándole el pecho) a ser rechazado de manera fría e indiferente. Pero Rubén estaba seguro de que aún contaba con algo de poder sobre Miguel. Estaba seguro de que su presencia no podía ser completamente indiferente para aquellos ojos de carbón. Tal vez él le odiaba, tal vez le despreciaba y quizá su presencia sólo le aborrecía; pero Rubén podía asegurar que no le era indiferente, nunca indiferente.

Por otro lado, Miguel se encontraba completamente hipnotizado por aquel rostro pálido y demacrado que le observaba con tanta decisión. ¿Es este Rubén?, se preguntaba entre pestañeos pesados, sin poder salir de su trance, Ésta criatura tan bella y valiente que ha venido tocando mi puerta por algo de atención, ¿es mi Rubén? ¿Del que yo me enamoré? ¿Cómo es posible que aquella manos hayan apagado vidas, si a mi me han hecho sentir más de lo que alguna vez viví en su ausencia?

En verdad no lograba salir de su asombro, y es que conocía a Rubén (o al menos eso creía) y sabía que ese tímido e inseguro castaño muy pocas veces se mostraba tan decidido y directo ante sus ideas o intenciones. Pero ahora... ahora su rostro, aunque desmejorado y terriblemente pálido, mostraba la más pura firmeza y seguridad que Miguel jamás había apreciado en su vida, y aunque esa manito extendida temblara como si estuviera siendo sacudida por un maldito terremoto, su cara mostraba que en verdad deseaba aquello más que nada, mostraba que en verdad deseaba arreglar las cosas, o al menos; acabarlas como era debido de una vez por todas.

En ese momento, Miguel se vió incapaz de negarle algo.

Rubén sintió ganas de saltar y reír y llorar y componer una canción con su guitarra y correr en círculos como un completo lunático y sonreír aún más cuando sintió la suave piel de la mano del morocho acaricia la suya en un roce efímero que le aceleró los latidos cardíacos a niveles anormales. Retuvo la respiración al ver sus manos unidas, sus dedos entrelazándose lentamente, encajando a la perfección. Posó su mirada ya vidriosa en el morocho frente a él, el cual le miraba de manera fría e indiferente, pero aún así, Rubén no había perdido la felicidad que recorrió sus venas al ser aceptado.

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora