Capítulo 43

2.9K 337 93
                                    

-Cabrón deberías controlar a tu novio- le regañó uno de los amigos del borracho.
-Lo sientoh, en verdad lo sientoh- se disculpó Mangel agachando la cabeza.
-Esta bien, solo vete... no queremos más problemas- explicó otro de los amigos. Mangel asintió y comenzó a dirigirse a la salida del hospital. El hombre había quedado tan golpeado que tuvieron que llamar a una ambulancia. Estaría bien, solo tenía algunos golpes y la nariz rota. Mangel no podía evitar darle vueltas al asunto. ¿Donde estaba Rubén? Ese Rubén que le sonreía dulcemente, ese que lloraba por historias inventadas, ese que le decía "te amo" tímidamente. ¿Dónde estaba? No entendía que era lo que había sucedido, todo pasó demasiado rápido. ¿Su enfermedad? No, esta vez había sido diferente, había una extraña chispa en sus ojos. Al pensar en eso un escalofrío le recorrió el cuerpo haciéndole temblar. Esa mirada fría y vacía le había erizado la piel. ¿Qué era diferente? No era la primera vez que veía al castaño comportarse así. Pero... no entendía por que esta vez había sido más impactante el verlo en ese estado. Fue como si desconectaran a Rubén y conectaran a un ser que él no conocía. Luego de pensarlo un rato se dio cuenta de que la enfermedad lo había hecho actuar así, no había otra explicación. Aunque para él algo más había pasado, prefirió quedarse con esa teoría.
Una vez que cruzó la puerta del hospital se dirigió a su departamento con todas las bolsas de ropa en sus manos. Estaba un poco cabreado con Rubén, lo había dejado solo recibiendo los reproches de los clientes y de los meseros que iban y venían como locos. Él solo tuvo que encargarse de pagar por los daños ocasionados y encima tuvo que acompañar a ese sujeto al hospital, los amigos lo habían obligado. Ahora estaba cansado y de mal humor, todas las bolsas de ropa le pesaban en las manos, así que se decidió a dejarlas en el departamento, tal vez el castaño estaba ahí. El enojo que sentía hacia él hacía que su preocupación disminuyera un poco, solo un poco. Entendía a Rubén, pero pensó que se quedaría a solucionar las cosas, o por lo menos a ayudarlo. Pero no, solo salió corriendo dejándole la responsabilidad. Trató de alejar esos pensamientos de su cabeza, no le gustaba enojarse, pero hasta Mangel tenía un límite.
Cansado de tanto caminar, al fin llegó a su departamento, con pereza abrió la puerta y se adentró dejando las bolsas sobre el sofá. Buscó con sus ojos a Rubén pero no había rastros de él en el departamento. Suspiró cansado y se dirigió a su habitación. Solo dormiría un poco y luego saldría a buscarlo, probablemente quería estar solo, así que no lo interrumpiría. Se arrojó a su colchón y relajó el cuerpo suspirando sonoramente. Cerró los ojos con la intención de entrar en un estado máximo de relajación pero sin darse cuenta se quedó dormido.

Un fuerte trueno le hizo dar un brinco en su cama. Tratando de aclarar la vista buscó su móvil para ver la hora. Eran las 20, había dormido bastante. Se dio la vuelta para seguir durmiendo pero una presión en el pecho se lo impidió.
-Rubiuh- dijo abriendo los ojos como platos. Lo había olvidado por completo. Rápidamente se incorporó y se arregló un poco con la intención de ir a buscarlo. Miraba de reojo como en la ventana las gotas de agua mojaban el vidrio. Llovía como si se fuera a caer el cielo. El solo pensar que Rubén podría estar por ahí, con frío, solo y temeroso por la oscuridad le hacía inquietarse. Salió de la habitación a paso rápido y cogió una abrigo dirigiéndose a la puerta.
-¿A donde vas?
Esa voz hizo que Mangel se diera vuelta rápidamente. Ahí estaba el Rubén en el sofá, mirando la televisión despreocupadamente.
-Joder...- suspiró aliviado, no lo había visto- ¿Estah bien?- preguntó dejando el abrigo a un lado.
-Si- contestó sin apartar la vista del televisor. Mangel se sentó a su lado, dispuesto a tener una conversación.
-¿Me vah a explicar qué eh lo que pasó?
-No se si tengo ganas de eso.
-Buenoh... yo no tenía ganah de ir al hospital por ese sujeto, pero no me quedoh de otra- contestó con un tono molesto. Rubén agacho la cabeza, Mangel tenía razón, le había fallado... otra vez.
-Lo siento, no debí haberte dejado solo.
-Claroh que no- afirmó calmándose un poco.
-Fui un idiota...
-¿Y...?- preguntó Mangel tratando de molestarlo.
-Y... un gilipollas.- aceptó Rubén.
-¿Yyyy.....?- insistió Mangel.
-Y... un desconsiderado...
-¿Yyyyyyy.....?
-¡Ya dije que lo siento joder!- se molestó. Mangel comenzó a reír y despeinó su cabello castaño. No podía enojarse con Rubén por algo como eso. Sabía que no lo había hecho a propósito. Dejo de acariciarlo y lo miró seriamente. Aún quería respuestas.
-No se que me pasó Mangel, simplemente me descontrolé cuando ese tipo habló tan a la ligera de nosotros- explicó al notar la mirada inquieta de Mangel.
-Peroh no debe importarteh lo que digan los demáh de nosotros Rubiuh.
-¡Claro que me importa si insultan a mi novio!- grito enfurecido, pero al instante notó la cara de sorpresa de Mangel. Estaba todo rojo y con los ojos súper abiertos. Se dio cuenta de lo que había dicho y tapó la cara con sus manos ocultando su verguenza. ¿Que mierdas acababa de decir? Mangel sonrió tímidamente y lo abrazó, entonces se había enojado por él, lo había protegido.
-Graciah- le susurró al oído sin dejar de aprisionarlo en sus brazos.
-M-mangel- tartamudeó.
-¿Si?
-Me corté.
Mangel lo separó bruscamente y lo miró con el ceño fruncido.
-¿Quéh?
-Me hice daño, me corte con el cuchillo.- no entendía muy bien por qué le decía esas cosas, pero no quería guardárselo.
-Me prometisteh que no volverías a hacerloh- contestó el morocho un poco decepcionado.
-Supongo que soy débil- explico notando como su vista se nublaba.
-Rubiuh no lloreh- suplicó limpiándole una lágrima que se le había escapado.
-Creeme que apenas deje el restaurante me arrepentí, pero me daba miedo verte a la cara. Actué como un crió- se lamentó.
-No importah Rubiuh, ya pasó- lo consoló apretándolo nuevamente hacia su cuerpo. Rubén suspiró y relajó su cabeza en el pecho de Mangel. ¿Por qué se comportaba así? Cometía los errores y luego se arrepentía, si seguía así perdería a Mangel, y no quería que eso sucediera, pero no podía evitar se así. Se odiaba.
-Me odio- susurró para si mismo.
-Por favoh no lo hagas. Eres único Rubiuh, ereh una persona buena a la cual le han pasadoh cosas malas, pero no por eso ereh alguien malo. Simplemente te ha tocado vivir muchas desgraciah- Mangel besó la frente del castaño y luego lo apretó más- No te odies Rubiuh...
Rubén sentía que las palabras de Mangel eran puras mentiras, pero le parecía tierno que le digiera todo eso, siempre le hacía sentir mejor, lo cuidaba y lo protegía como si fuera alguna clase de tesoro. Sintió la mano de Mangel en su espalda, sintió las reconfortantes caricias que recibía de sus delicados dedos. Sonrió para sus adentros. Se sentía bien, se sentía mimado. Era casi una sensación parecida a cuando su madre lo arropaba para dormir y le daba el beso de las buenas noches. Como la extrañaba... Sintió como Mangel comenzaba a balancearse lentamente de atrás para adelante, meciéndolo suavemente como a un bebé. Quería decirle que parara, que no era un niño, pero se sentía tan bien, tan relajante. No quería soltarlo, quería detener el tiempo y quedarse así para siempre, a su lado, sin preocupaciones, sin nadie que opinara algo malo. Solo así, los dos juntos y abrazados. Un fuerte trueno le hizo pegar un leve brinco haciendo que Mangel riera como en un susurro. Había vuelto del campo de flores justo antes de que se largara a llover. Tuvo suerte.
-¿Quiereh que pidamos una pizza?- preguntó Mangel soltándolo un poco.
-Me parece bien- opinó Rubén aliviado de que no estuviera enojado.
-Esperoh que la traigan, con esta lluvia lo dudoh- suspiro mirando hacia una ventana.
-¿Y si hacemos una?- propuso animado. Mangel lo miró sonriendo. Lo había encontrado, este era su Rubius.
-Iré a ver si tenemoh los ingredienteh- dijo parándose para luego irse a la cocina. Buscó en un par de cajones y encontró harina y levadura. Luego agarró la sal, los huevos, una salsa de tomate, cebollas y un poco de orégano. En esos momentos agradecía que su abuela le hubiera enseñado a cocinar.
Rubén se había levantado del sillón y por casualidad vió un reproductor de música. Buscó entre los CDs que tenía Mangel y encontró uno que era de un solo alegre de guitarra. Lo puso entusiasmado y la melodía comenzó a sonar por todo el departamento.
-¡Buena músicah!- gritó Mangel desde la cocina. Rubén sonrió y se fue a verlo.
-¿y bien?- pregunto apoyado en el marco de la entrada a la cocina.
-Creoh que con estoh podemoh arreglarnoslas- contestó sonriente. Rubén se acercó a él y comenzaron a cocinar. Mangel le indicaba al castaño que hacer mientras él se ocupaba de las partes más difíciles. Le daba gracia ver la cara de concentración de Rubius, como si lo que estuviera haciendo fuera de vida o muerte. Negó divertido y siguió amasando. Rubén, que se ocupaba de la salsa, miró a Mangel de reojo, se veía animado, parecía que esto de cocinar le gustaba. Notó que tenía harina en su cabello y comenzó a reír haciendo que Mangel lo mirara extrañado.
-¿Que pasah?- preguntó sonriendo.
-Nada, nada... solo envejeciste un par de años- dijo sin parar de reír. Mangel no entendía a lo que se refería por lo que el castaño se acercó a él y comenzó a limpiar la harina que tenía en su cabello y su rostro.
-¿Qué tengoh?
-Harina- contestó riendo.
-Tu también tieneh- le dijo divertido
-Claro que no... ¿En dónde?
-¡Aquí!- dijo agarrando un puñado de harina y arrojándoselo a la cabeza.
-¡Gilipollas!- gritó Rubén al ver como Mangel comenzaba a correr por la casa como un niño. Divertido, agarró un puñado de harina y comenzó a perseguirlo con una sola intención.
-Atrapado- dijo con un tono de malicia al ver como Mangel había quedado apresado en una esquina. Arrojó la harina en su rostro y comenzó a reír por las quejas de Mangel.
-¡Joder la salsah!- gritó sintiendo un leve olor a quemado. Ambos corrieron devuelta a la cocina y Rubius alcanzó a apagar la estufa antes de que todo se quemara.
-Uff- dijo aliviado.
-Debeh prestar más atención Rubiuh- lo regañó Mangel.
-¡Ehh! ¡Tu empezaste!
Mangel no pudo evitar soltar una carcajada contagiando así a Rubén. Ahora los dos reían de sus payasadas mientras seguían tratando de cocinar algo parecido a una pizza. No podían evitar bromear sobre tonterías cada dos segundos. Unos minutos después la cocina estaba hecha un desastre, pero ellos habían logrado meter la creación al horno, ahora solo había que esperar.
-Dios... creo que cocinar no es lo mío- suspiró Rubén yendo a la sala.
-Pero ha sidoh divertido- sonrió Mangel. Ambos se miraron, estaban cubiertos de harina y salsa, realmente parecía que habían tenido una pelea de comida. Rubén sonrió mostrando sus dientes perlados, y cerrando un poco sus ojos. En la mirada de Mangel, eso era digno de un cuadro, la perfecta silueta de Rubén sonriendo, mientras se escuchaban las gotas de agua de la lluvia en el exterior, más la música lenta de guitarra. Se acercó a él sonriendo tiernamente y lo abrazó por detrás sorprendiéndolo un poco.
-¿Q-que haces?- preguntó Rubén un poco nervioso. Mangel le dio la vuelta y junto una de sus manos con la del castaño, y la otra la puso en su cintura. Lo miró a los ojos, esos ojos tan hechizantes y verdes, iluminados por un brillo especial.
-Bailemoh- propuso comenzando a moverse de lado a lado lentamente, acompañando de la música. Rubén sentía como su corazón golpeaba fuertemente su pecho, como queriendo salir de su cuerpo. El tacto de las manos de Mangel era tan suave, sus movimientos tan acertados, la música tan placentera para los oídos. Un poco ruborizado, pero sin bajar la mirada, siguió los pasos de Mangel. Nunca había bailado con nadie de esa manera, ahora la música no solo lo hipnotizaba, los ojos negros del morocho habían logrado hacer que se perdiera en el momento, sintiendo como todo pasaba en cámara lenta. Se acercó más a Mangel y se apoyó en él, abrazándolo pero sin dejar de moverse. Su perfume era muy agradable para sus fosas nasales, no se cansaba de olerlo. Sonrió y cerró los ojos. Todo era tan hermoso, que había olvidado todas las cosas malas que habían sucedido, ahora solo estaba Mangel, la música y él. Solo eso necesitaba para vivir feliz.
-Estoy feliz- dijo sin dejar de abrazar a Mangel.
-Te amoh Rubiuh- le dijo sin una pizca de duda.
-Yo también te amo Mangel- le contestó un poco sonrojado. Mangel se sorprendió al escuchar eso, lo sabía, pero nunca pensó que se lo diría así, tan directamente. Sus latidos comenzaron a acelerarse, hasta le entraron ganas de llorar de felicidad. Las mariposas revoloteaban en su estómago sin piedad, haciendo que también quisiera reírse. Era una mezcla de sentimientos, todos agradables. Emocionado abrazó más fuerte a Rubén, sintiendo como sus ojos se humedecían.
-¿Mangel?- preguntó Rubius notando como su cuerpo dejaba de bailar.
-¿Puedes decirloh otra veh?- preguntó tratando de aguantar sus lágrimas. Rubén se separó y lo miró, estaba levemente ruborizado y sus ojos estaban cristalizados.
-¿Qué pasa?- interrogó preocupado.
-N-nada, e-eeh solo que estoy muy feliz- confesó frotando sus ojos.
-Miguel- susurró volviendo a abrazarlo, ¿tanto le quería? ¿cómo era posible que hubiera tenido tanta suerte de tener a alguien como Mangel?- Te amo- volvió a repetirle esta vez más seguro. Sintió el cuerpo de Mangel estremecerse ante sus palabras, le encantaba producir esas sensaciones en él. Se separaron un poco y unieron sus labios en un beso lleno de amor. Un beso que demostró que ya no era suficiente con palabras.
El sonido del horno los alertó haciendo que se separaran.
-¿Listo para comer pizza?- preguntó Rubén felizmente.
-Claroh- sonrió Mangel acompañándolo a la cocina. Todo estaba bien. Rubén lo amaba y él lo amaba. Todo era perfecto.


Lo era ¿cierto?


Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora