Capítulo 50

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Una semana y media había pasado velozmente, tal vez demasiado para Rubén. Se la había pasado fenomenal en la casa de los Rogel. Pudo conocer Algarinejo y a sus habitantes. Resultó ser que la mayoría de las personas eran amables con él y lo trataban educadamente, claro que sabía que todo eso se debía a que Mangel lo acompañaba. Después de todo él era un importante miembro de la familia más rica del lugar, aunque eso no le importaba. Rubén tenía en claro que a Miguel las riquezas no le importaban para nada, y eso decía mucho de él, lástima que los demás no comprendían eso. Además de conocer el lugar, pudo integrarse mejor a la familia. Kevin ya estaba mucho mejor desde la muerte de Abigail e incluso habían salido a cabalgar un par de veces. La conexión con Emma se había fortalecido para bien y Rubén ya no tartamudeaba al hablar con ella. Era un gran proceso, aunque pareciera algo menor. Miguel sabía perfectamente que aquello era perfecto para su enfermedad. Desde su punto de vista como médico, el castaño estaba mejorando y progresando de manera audaz y veloz. Estaba muy orgulloso de Rubén, a pesar de que él creía que era débil, a los ojos del morocho era la persona más valiente y fuerte que había conocido. De a poco, Rubén le iba revelando pequeñas anécdotas de su pasado, no todas muy buenas. Eso le hacía ver a Mangel que Rubius había sufrido más de lo que alguien pudiera soportar, pero aún así, logró salir adelante y no rendirse, a pesar de haber estado en el límite muchas veces. Ya hacía un buen tiempo que Rubén no experimentaba ataques de ansiedad o de repentinos cambios de actitud. Mangel estaba concluyendo que su enfermedad se disipaba poco a poco, aunque no estaba seguro de si algún día desaparecería por completo.

Antes del amanecer, Rubén y Miguel ya tenían todo listo para volver a su pueblo. Solo quedaba despedirse de la familia y tomar el tren que los devolvería a su hogar. Kevin se encontraba un tanto triste ya que el vínculo con su hermano se había fortalecido los últimos días, y Rubén era alguien especial a quien extrañaría. Definitivamente no estaba muy contento con la despedida, pero sabía que ellos tenían sus propios planes y entrometerse no era lo correcto. Por más que le doliera, debía dejarlos hacer sus vidas y empezar a forjar la suya.
-Volveremos Kevin, lo prometo- pronunció Rubén mientras sentía el débil cuerpo del hermano menor en sus brazos.
-Lo se, solo espero que sea pronto- respondió separándose un poco del abrazo- los extrañaré- repitió dedicándoles su mayor sonrisa.
-Rubén... siempre serás bienvenido aquí- informó Emma que los miraba desde la entrada de la casa.
-Muchas gracias Emma, lo tendré en cuenta- manifestó sin reflexionar.
-Muy bien, debemos irnos o llegaremos tarde- anunció Mangel un tanto ansioso.
-Pero despídete bien gilipollas- lo retó Rubén con el ceño fruncido.
-Así es él, odia las despedidas- aseguró Kevin para luego abrazar a su hermano- aunque no lo parezca es bastante sensible.
-Cállate- susurró correspondiendo el abrazo.
-El coche está listo- anunció Sebastian abriendo las puertas.
Mangel soltó a Kevin, agarró su maleta y, luego de mirar a Rubén, comenzó a caminar hacia Sebastian seguido del castaño. El silencio que se formó en el trayecto de la entrada al coche entristeció un poco a Rubén. Sabía que la próxima vez que visitaran a esa familia tan peculiar tendrían otros objetivos en mente, el solo pensarlo le hacía sentir una incomodidad en su estómago. Se había decepcionado en el no poder conocer al padre de Mangel, pero sus esperanzas de que aceptaran la relación que tenían, como lo había hecho Kevin, no se desvanecían. Incluso al sentarse en el cómodo asiento de atrás, sintió la necesidad de gritar "¡Mangel es mi novio! ¡Lo amo!" pero eso no iba a pasar. Río un poco por sus pensamientos mientras agitaba su mano de un lado a otro saludando a Kevin y a Emma. Ambos estaban abrazados en la entrada de aquella mansión tan lujosa, mientras devolvían los gestos de despedida. Mangel suspiró aliviado cuando Sebastian arrancó el coche. Ya habían pasado una etapa, ahora debían prepararse para las que venían. Aún quedaban cosas que resolver antes del viaje a París, pero no podía esperar para disfrutar de esas pequeñas vacaciones que se tomaría. La boda de Willy y Vegetta lo había tomado por sorpresa, pero ahora no podía evitar sentirlo como lo más común del mundo, esos dos siempre tuvieron una conexión fuerte, aunque trataran de disimularlo. Echó su cabeza hacia atrás apoyándola en el respaldo y cerró sus ojos. Debido a lo temprano que se habían levantado aún tenía un poco de sueño, sentía sus músculos pesados y adormecidos. Rubén decidió no molestarlo y miró por la ventanilla del coche. Algarinejo... recordaría este viaje como una experiencia enriquecedora. Él también estaba un poco cansado, y en el fondo, asustado. Su pasado le hacía temer su futuro. ¿Qué pasaría si Mangel se enterara de los pecados que había cometido? ¿Lo perdonaría? ¿Lo odiaría? ¿Era mejor decirle la verdad? Todas esas preguntas siempre rondaban en su cabeza, a veces deseaba poder tener respuesta a esas interrogantes, pero por ahora dejaría todo como estaba. El pasado es pasado, ahora tenía a Mangel a su lado y empezaría de nuevo con él. Crearía un presente nuevo que lo llevaría a un futuro mejor.
-¿Le a gustado el lugar señor Rubén?- preguntó Sebastian sin apartar su mirada del frente.
-S-si, e-es muy refrescante y agradable. Es hermoso.- respondió un poco nervioso.
-Me alegro, me alegro- expresó él relajado- ¿Y cómo conoció al joven Miguel?
-E-en una plaza d-de nuestro pueblo- tartamudeó frotando sus manos y mirando hacia Mangel, estaba completamente dormido- a los dos nos interesa la m-música y yo tocaba la guitarra.
-Es verdad, siempre le ha fascinado ese mundo, pero Kevin es el musical.
-S-si, él me ha mostrado su estudio e incluso me a regalado una de sus guitarras.
-¿A si? Parece que está sacando provecho de todo esto después de todo.
-¿D-de qué habla?- preguntó Rubén un poco extrañado.
-Oh de nada... solo digo que es afortunado de tener un vínculo con el señor Miguel.
-Disculpe, pero sigo sin entender- pronunció seriamente.
-¿En serio debo decírselo?- preguntó retóricamente sin dejar su tono respetuoso- Es obvio que entre usted y el señor Miguel hay un vínculo más serio que una simple amistad.
Rubén sintió su cuerpo tensarse, tragó saliva con dificultad y trató de mantener la compostura.
-No se de que habla.
-Está bien, no hace falta que lo niegue, solo digo que no es el primero en aprovecharse de Miguel, él es un tanto inocente, por lo que no se da cuenta, pero yo no soy idiota, puedo ver cuando alguien está interesado en el lujo.
-Usted está muy equivocado- afirmó Rubén mirando por la ventanilla.
-Tal vez si... tal vez no. Eso no importa. Yo solo digo lo que veo, y lo que mis ojos ven son todos los regalos que le están dando. Se ha ganado una guitarra nueva, un traje de calidad totalmente fina, la confianza del joven Kevin y la señora Emma, un lugar en la mansión más lujosa de Algarinejo y ya me imaginó quién pagará los gastos de París. No se qué será lo próximo, pero estoy seguro que usted no lo rechazará.
Rubén no contestó a las palabras de Sebastian. Estaba enojado por esos pensamientos que tenía sobre él, pero podía notar claramente que aquel hombre no cambiaría de opinión, no valía la pena pelear y no quería causarle problemas a Mangel. Aunque esas palabras le habían dolido un poco. ¿Sería Sebastian el único que pensara de esa forma? ¿Cómo es que se percató de que entre Mangel y él había algo más? Rubén no tenía intenciones de aprovecharse, pero al pensarlo bien si se estaba dejando llevar. El morocho hacía muchos gastos por él últimamente y Rubén era prácticamente pobre al lado de su novio.
-¿Me estoy aprovechando?- preguntó en un susurro sin quitar la vista de la ventanilla.
-Por supuesto- susurró de igual manera Sebastian- Hemos llegado- anunció en un tono más alto que logró despertar a Mangel.
-Me quedé dormido- dijo mientras frotaba sus ojos con sus manos. Miró a su alrededor y se percató de que el auto había sido estacionado- Gracias Sebastian, no hace falta que nos acompañes, estaremos bien- agradeció abriendo la puerta.
-No es nada señor Miguel, siempre lo llevaré a donde usted mande- aclaró bajando del coche.
Rubén bajó al igual que todos y agarró su maleta sin dejar que Sebastian la sostuviera.
-Es una linda maleta, me pregunto quién se la regaló- agregó Sebastian inquietando a Rubén, que bajó su cabeza derrotado. Miguel, él se la había comprado, al igual que toda la ropa que contenía dentro. Su móvil, las cenas, el helado, el departamento. Mangel le estaba cumpliendo todos sus caprichos. Sebastian tenía razón, se estaba aprovechando.
El morocho, que revisaba los pasajes un poco alejado, comenzó a acercarse con una sonrisa en su rostro sin enterarse de nada.
-Bueno Sebastian, ha sido un placer volver a verte- dijo en forma de despedida. Sebastian le sonrió y se dejó abrazar por el morocho.
-Cuídese señor Miguel, hoy en día las personas no son de fiar- aconsejó lanzándole una mirada fugaz a Rubén.
-Jaja, Sebastian siempre fuiste un paranoico.- rió Mangel restándole importancia al comentario- ¿Vamos Rubius?- preguntó acercándose al despistado castaño.
-¿Eh? A si, si...- dijo comenzando a seguir a Mangel. No podía creerlo, en verdad se había aprovechado de alguien tan bueno como Mangel. No podía creer a lo que había llegado, pero no tenía esas intenciones. Él no quería que la gente se lo tomara así. Miró de reojo a Sebastian mientras se alejaban. Este lo miraba con una cara neutral, indescifrable. Como si supiera esconder perfectamente todos sus pensamientos. Ahora se sentía más que incómodo al estar junto a Mangel. Sentía que lo estaba traicionando, que lo estaba exprimiendo como a un limón que pronto se quedaría sin jugo. Estaba tan perdido que ni siquiera se había percatado de cuando ya estaba sentado en el tren junto a Mangel.
-¿Rubiuh? ¿Ehta bien?- preguntó el morocho al verlo tan distraído.
-Si, no te preocupes- contestó de manera fría.
-Algo te pasah, dime...- insistió preocupado.
-Es solo que... extrañaré este lugar- mintió mostrando su mejor sonrisa fingida. Aún no quería decirle a Mangel lo que Sebastian le había expuesto. Le devolvería todo lo que hizo por él y ya no se sentiría tan culpable, aunque no tenía idea de cómo hacerlo. Al percatarse de que Mangel aceptó su mentira relajó sus músculos y observó cómo el tren comenzaba a moverse lentamente. En verdad extrañaría Algarinejo, las experiencias vividas allí las guardaría en su memoria por siempre.
Sintió como su móvil comenzaba a sonar. Extrañado lo agarró y miró el número desconocido en pantalla. Solo usaba su celular para comunicarse con Mangel, no sabía si contestar o no.
-¿Quién eh?- preguntó el morocho observando el aparato.
-No lo se... solo hablo contigo por el móvil. ¿Contesto?- preguntó mirándolo.
-Pueh si, tal vez eh una emergencia.
-Esta bien- acto seguido apretó el botón verde y colocó el móvil en su oreja- ¿H-hola?- preguntó algo dudoso, Mangel observaba todos los movimientos del castaño.
-Estas en serios problemas Rubén- contestó una voz que le hizo a Rubén sentir un escalofrío en su espalda.
-¿Q-quién habla?- dijo mucho más nervioso.
-Ahora dices no conocerme... muy conveniente, muy conveniente...- contestó la voz grave desde el otro lado de la línea.
-¿Quién eh Rubiuh?- preguntó Mangel al notar como el castaño se tensaba.
-U-usted está equivocado señor- contestó Rubén ignorando a Mangel.
-Rubén, yo no estoy equivocado... no te hagas el tonto... sabes muy bien quién soy- aclaró la voz.
El castaño tenía un lío en su cabeza. ¿Quién era este? ¿Cómo sabía su nombre?
-¿Y bien?- insistió la voz.
-L-lo siento, y-yo no se quién eres- luego de decir eso escuchó una estruendosa carcajada del otro lado de la línea. ¿Se estaba riendo? Ahora si que no entendía nada.
-L-lo siento ya no puedo- dijo la voz volviéndose más aguda a la vez que se reía- d-dios mío- siguió riendo. Rubén abrió los ojos como platos al reconocer la voz.
-¿¡Kevin!?- exclamó sorprendiendo a Mangel.
-¿Kevin?- preguntó el morocho quitándole el celular a Rubén y colocándolo en su oído- ¿Se puedeh saber que estas haciendoh? ¡Rubiuh estáh pálido cabrón!- lo retó cabreado, pero Kevin seguía riendo ignorando a su hermano.
-Está bien Mangel, era solo una broma- sonrió Rubén un poco aliviado de que solo fuera el hermano menor.
-L-lo siento, lo siento- se disculpó Kevin calmando su risa- cuando me diste su número no pude evitar hacer esto.
-¡Te lo di por si había algunah emergencia gilipollah!- gritó Mangel haciendo que algunos pasajeros lo miraran extrañados. Rubén rápidamente le quito el móvil y rió un poco avergonzado.
-Parece que alguien está de mal humor- se carcajeó Kevin.
-Si, está cansado porque no está acostumbrado a levantarse temprano.
-¡No eh cierto!- gritó Mangel haciendo que Rubén riera acompañado de Kevin que había escuchado la queja.
-Bien bien, los dejo, mi madre está peleándose con un empleado y debo ir a calmarla, ya sabes lo típico- Rubén sonrió al escuchar esas palabras.
-Agendo tu número así que ni intentes volver a hacer una broma como esa- dijo el castaño mirando a Mangel que seguía con el ceño fruncido.
-Vaaaaleee hablamos luego.
-Adiós Kevin- se despidió Rubén para luego cortar la llamada. Negó divertido y guardó el móvil en su bolsillo.
-Eh un gilipollas- opinó Mangel cruzándose de brazos.
-Solo fue una broma Mangel, tu también me las haces.
-Pero te vi Rubiuh, te asustasteh de verdah- dijo algo más calmado y preocupado
-Si.. pero solo era un chiste, ya no le des más vueltas. Kevin no tiene malas intenciones- contestó restándole importancia.
-Estah bien...- suspiro rendido.
Rubén le sonrió agradecido. Incluso lo protegía de su propio hermano. Sentía su corazón acelerarse al mirar los ojos negros de Mangel. Era extraño, pero agradable.
-¿Quéh?- preguntó nervioso por la mirada del castaño. Rubén sacudió un poco su cabeza volviendo de las nubes y sonrió mirando la ventanilla. Sin apartar su mirada del paisaje movió su mano buscando la de Mangel, al sostenerla entrelazó sus dedos un poco ruborizado y ensanchó su sonrisa. Amaba a Mangel, e iba a amarlo por más egoísta que sonase. En ese momento no le importaba ni Sebastian, ni el padre de Mangel, ni nadie. Solo estaban ellos dos y nadie podía evitar eso.

El viaje fue lento y pesado, aunque no presentó contratiempos ni sobresaltos. No habían conseguido boletos para viajar de noche, por lo que ahora pasaban la mayoría del tiempo despiertos y aburridos. Cada tanto entablaban algún tema de conversación, hablando como si se conocieran de toda la vida y riendo como dos buenos amigos, porque eso habían sido al principio, y el hecho de que ahora fueran algo más no cambiaría las formas de comunicarse. Mangel consiguió dormirse unas horas disipando un poco su malhumor matutino, ya que al despertar se encontraba mucho mejor. Rubén por su parte se mantuvo todo el viaje despierto. Sus malestares estomacales cuando viajaba en vehículos públicos más su costumbre de no dormir la siesta le hacía imposible poder cerrar los ojos. Pero no le importaba en absoluto, disfrutaba de mirar por la ventanilla como el paisaje iba cambiando ante sus ojos.
Luego de 12 interminables horas llegaron por fin al pequeño pueblo. Era extraño para Rubén volver a verlo después de tanto tiempo. Sentía una mezcla de nostalgia y tristeza al volver, habían pasado demasiadas cosas en ese pueblo, tal vez no sería mala idea mudarse.
¿Con qué dinero Rubén?- se preguntó irónicamente. En ese instante recordó las palabras de Sebastian y volvió a inquietarse. Debía planear algo, algo con lo que devolverle a Mangel todo lo que había hecho por él. ¿Un regalo quizás? No lo sabía, pero estaba a punto de averiguarlo.

Y bien???? Les gustó el capítulo número 50!? Iban a pasar otras cosas más especiales en este capítulo pero no me dieron los cálculos -_- pero bueenoo jaja. Disculpen mi tardanza, se que están acostumbrados a que suba un capítulo por día pero estos días estaba un poquito complicada jeje.
Muchas gracias por seguir leyendo esta historia y por los comentarios bonitos :3 me encantan. No olviden votar y nos vemos prontito en el siguiente capítulo
wiiiii :D

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora