Capítulo 23

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-¿Qué fue ese ruido?- preguntó Rubén temblando un poco
-¿Quéh cosa Rubiuh? No hay nadah, de seguro fue algún animal- explicó Mangel calmado.
-Ah... vale
Los dos seguían caminando por el bosque de regreso al descampado, las primeras estrellas comenzaban a aparecer en el inmenso y oscuro cielo y Rubén aceleraba el paso. No le gustaba la oscuridad, y menos si sentía que alguien los estaba siguiendo, estaba convencido de que no era un animal.
Luego de 10 minutos interminables llegaron aliviados al descampado. Rápidamente el castaño fue en busca de linternas y Mangel se dedicó a encender una fogata a unos metros de la carpa. El calor del fuego hacía que las manos de Mangel sudaran un poco pero era agradable ponerlas a centímetros de las llamas y sentir un poco de calor. Rubén, ya más tranquilo con sus 2 linternas, se aproximó a donde estaba Mangel llevando los malvaviscos que habían comprado en el centro.
-Noh hacen falta las linternah Rubiuh, creo que con el fuegoh eh suficiente- aconsejó Mangel al verlo
-Prefiero tener toda la luz posible, odio la oscuridad- confesó Rubén tímidamente
-¿A qué leh tieneh miedo? La oscuridad no eh tan mala
-Claro que sí, en las películas de terror todo lo malo pasa cuando hay oscuridad. Los ladrones siempre roban de noche. Incluso la gente que estaba aquí antes se fue cuando anocheció. Tal vez nosotros deberíamos haber hecho lo mismo.
-Entonceh... ¿Quiereh irte?- preguntó Mangel sin entender.
-No, ya estamos aquí ¿no? ¿Para qué desperdiciar los malvaviscos?- dijo sonriente mientras alzaba la bolsa en el aire agitándola de un lado a otro.
-Ehta bien, ábrelo ya, que mueroh de hambre- ordenó Mangel sobando su panza que no dejaba de crujir.
Comenzaron a comer a gusto y tranquilos, el aire era frío pero el calor de la fogata los reconfortaba. Además se sentían bien el uno con el otro, y eso les daba una cierta calidez interior. Mangel miraba de reojo a Rubén, la intriga lo estaba matando. Quería saber más sobre él y no suponer cosas.
-Dime Rubiuh... ¿en donde nacisteh?- se arriesgó Mangel
-En el pueblo- contestó Rubén masticando su malvavisco
-y... ¿Cuándoh fue eso?
-Un 13 de febrero- contestó cortante. No le interesaba hablar de su vida.
-Ah... pero... ayer no fueh 12 febreroh?
-No lo se... sinceramente no me importa
-¡¿Peroh cómo no teh va importar tu cumpleañoh!?- gritó Mangel fijándose en su celular que día era.
Rubén no contestó. ¿Que por qué no le importaba? Era sencillo. Hacía más de 10 años que no celebraba su cumpleaños. La fecha siempre se le pasaba, y no le importaba. Quería olvidar esa desgraciada fecha que para muchos fue la causa de su infierno.
-¡Rubiuh que hoy eh 13 de febreroh!- gritó Mangel al confirmar el día en su móvil.
-Vale...- susurró Rubén
-¡Joder tengo que hacerteh un regaloh o algo!
-No te preocupes, hagamos como si este viaje fuera tu regalo.- decía en un tono frío
-¡Claroh que no! ¡Esoh no cuenta!
-Ya Mangel no quiero nada- comenzaba a fastidiarse... realmente no quería nada, no lo merecía.
-¡No me importah! Eh un día único Rubiuh...
-El año que viene volverá a ocurrir. No es como si fuera mi último cumpleaños.
Mangel no entendía por qué evitaba tanto sus cosas personales. Comenzaba a pensar que Rubén no confiaba en él.
-¿Cuantoh años cumpleh?- pregunto más calmado
-¿24... 25...? Ya no recuerdo
Esa fue la gota que rebalsó el vaso. ¿Cómo era posible que no supiera cuántos años tenía? Esto estaba mal, muy mal y Mangel no se iba a quedar de brazos cruzados.
-Rubiuh... ¿Cómo no sabes cuántoh añoh tieneh?- preguntó tranquilo y con un tono apagado.
-Mira Mangel te lo dejaré bien claro- contestó Rubén un poco alterado, ya quería parar con la mierda del cumpleaños- me importa una mierda mi cumpleaños, no es más que una fecha maldita que me recuerda una vez al año mi innecesaria existencia. Como si no lo recordara todos los días... No tengo ganas de celebrar algo que debería lamentarse... Soy lamentable y nada puede cambiar eso, no sirvo para nada Mangel... ¡Para nada!- le gritó para pararse y dirigirse a la carpa. Se había enojado, y mucho... Si seguía ahí quién sabe... Podría terminar hasta lastimando a Mangel como aquel día.
Se metió en la carpa y se tapó hasta la cabeza. Había dejado a Mangel en medio de la oscuridad, solo y con miles de dudas. Comenzó a llorar. Odiaba ser así, tan impulsivo, tan cambiante. Pero era la desgracia con la que le había tocado vivir. Su trastorno no lo dejaría tranquilo nunca.
Mangel por su parte miraba un punto fijo analizando todo lo que acababa de ocurrir, y no le extrañaba tanto ese comportamiento de Rubén. Era obvio que su enfermedad lo hacía reaccionar así, pero las cosas que dijo... le preocupaba que creyera que eran ciertas. Su existencia no era innecesaria. Para él, Rubén se había convertido en su razón de vivir, por más exagerado que sonara...
-Si tan soloh supieras...- le dijo al fuego que iba apagándose de a poco. No quería que el viaje terminara así, y menos si era su cumpleaños. No podía soportarlo, era demasiada angustia en su pecho. Se propuso hablar con él. Se levantó y juntó las linternas y los malvaviscos, hace unos minutos estaban bien, pero por su inevitable curiosidad tenía que arruinarlo todo. Se odiaba por eso, odiaba ser tan entrometido.
Se dirigió a la carpa y entró en esta viendo que Rubén estaba tapado hasta la cabeza, su respiración era tranquila y entre cortada. Estaba seguro que estaba despierto.
-¿Rubiuh? ¿Ehta despierto?- le preguntó en un susurro. Pero Rubén no contestó, estaba despierto, si. Pero le daba vergüenza hablar con Mangel, su actitud de antes había sido muy infantil. Le daba vergüenza mostrarse en esas condiciones ante Mangel. Él era muy importante en su vida. Si él no estuviera no podría continuar. Ya le había tomado demasiado cariño.
-No estoy enojadoh si esoh eh lo que piensas- continuó Mangel- soloh estoy un poco triste. Me entristece que noh confíes en mi para contarmeh más de tu vida... lo entiendoh, debe ser duroh. Pero aún así pensé que lo que necesitah eh desaogarte con alguien. Sabes que puedes usarmeh todo lo que quierah para ahogar tus penah. No te juzgaréh por tu pasadoh, pero creo que es una parte muy importante para saber por qué estah así ahorah. ¿Quién sabeh? Tal vez hasta te ayudeh con tu enfermedad.
Rubén escuchaba atentamente lo que decía Mangel. Pero no le contestó, no sabía que decirle exactamente. Escuchó como Mangel suspiro cansado y se recostó en su parte de la carpa.
-Buenah noche Rubiuh.- dijo tristemente.
A Rubén le partió el corazón escucharlo así, por su culpa. Pero no quería hablar, necesitaba enfocar su mente en otras cosas positivas. Estuvo un rato tratando de dormir pero no pudo, el insomnio no lo dejaba, además tenía miedo de tener otra pesadilla con Mangel. Enojado comenzó a buscar su linterna y la prendió alumbrando fuera de la carpa, todo estaba muy oscuro, pero quería tomar aire, así que ignorando su miedo salió despacio para no despertar al morocho.
Una vez fuera sintió el frío pegarle en los huesos. Realmente estaba helado, pero no le importó. Nada le importaba cuando se encontraba triste y deprimido. Caminó hasta donde había estado la fogata y se sentó unos metros más adelante. Estaba realmente alejado de la carpa, pero le gustaba así, necesitaba pensar muchas cosas, y hasta que no las aclarara no podría conciliar el sueño.
Quería a Mangel, pero no podía evitar ser grosero cuando insistía en cosas de su pasado. ¿Por qué le interesaba tanto saber? Era realmente entrometido, y eso le molestaba mucho, le hacía acordar al los matones que lo acosaban en su escuela. ¿Por qué ahora veía a Mangel como el enemigo, si antes lo veía como su posible amor platónico?
-Mierda- exclamó al ver que la luz de su linterna comenzaba a parpadear- no,no,no,no por favor- suplicaba susurrando. Pero no sirvió de nada. La luz se apagó dejándolo totalmente a oscuras. En ese momento sintió mucho miedo, no veía lo que había a su alrededor con claridad y percibía nuevamente esa horrible sensación de que alguien lo miraba. Comenzó a respirar agitadamente.
-Mangel...- decía en voz baja, sus cuerdas bocales estaban petrificadas y no conseguía hablar más alto, se ahogaba con sus propias palabras- Mangel...- seguía diciendo en un susurro. En ese momento sintió una mano en su hombro y asustado se dio la vuelta para ver una silueta parada frente a él. Quiso gritar pero no pudo, por lo que trató de pararse para escapar.
-Tranquiloh, soy yo- aclaró Mangel agachándose cerca de él para que pudiera verlo. Rubén lo miró con los ojos aguados, sus profundos ojos negros eran la única oscuridad que anhelaba ver, era su oscuridad preferida. Rompiendo en llanto lo abrazó temblando. Estaba realmente asustado y el ver a Mangel lo había aliviado de una manera que no era normal. El morocho le correspondió el abrazo sin quitar su expresión de tristeza. No quería que Rubén sufriera, le hacía daño verlo así, pero si quería superar esto debería estar dispuesto a afrontar lo que le pusieran en frente.
-Ya, ya... tranquiloh- le acariciaba la espalda tratando de calmarlo, era un niño, Rubén parecía un niño cuando lloraba.
-L-lo s-sien-to- tarataba de decir entre llantos
-Ehta bien, no te preocupeh

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora