Capítulo 59

3.2K 305 347
                                    

Rubén miraba emocionado como Willy y Vegetta ya estaban cerca del sacerdote que los uniría para toda la vida. Jamás había presenciado una boda, y nunca había entendido muy bien lo que la ceremonia significaba, pero luego de un largo discurso previo por parte del cura, había entendido que esta era una forma de hacer los lazos de amor más fuertes y de hacerle ver a la otra persona que en verdad deseas que esté contigo por toda la eternidad, hasta que la muerte los separe.
Guillermo escuchaba en segundo plano lo que decía el cura, ya que no podía quitar sus ojos de Samuel, el cual se encontraba en las mismas condiciones. Sentía como su corazón latía con fuerza bajo su traje blanco, adornado con una flor morada en su parte izquierda. Guille también tenía un traje blanco, pero a diferencia de Samuel, él tenía una flor verde agua en su pecho. Luego de decir los votos y de aceptar sin dudar el compromiso escucharon esas palabras que tanto anhelaban de parte del sacerdote que los unía en esa inmensa iglesia de París.

-Frente a Dios y con todos sus testigos presentes...- comienza a decir mirando a los invitados sentados en las sillas de madera adornadas con un lazo blanco con detalles en verde y violeta- yo los declaro esposos hasta que la muerte los separe. Puede besar a su novio- agregó sonriendo mientras miraba a Samuel, que no pierde un instante más para estampar sus labios sobre los de su ahora esposo. Ambos comenzaron a reír entre lágrimas mientras que todo el público de pie, aplaudió feliz y silbó de manera burlona a la pareja que parecía no prestarles atención.

Rubén miró de reojo a Miguel. Este observaba con una amplia sonrisa, sin separar sus labios, a los recién casados. El castaño notó también cómo sus ojos estaban levemente cristalizados, cosa que le hizo arquear una ceja.

-¿Desde cuándo eres tan sensible?- preguntó sonriéndole al sorprendido morocho que de un momento a otro había olvidado que su novio estaba junto a él.

-N-no soy sensibleh- se excusó avergonzado.

La verdad es que ver a Guillermo y a Samuel tan felices entre ellos le hacía suspirar alegremente, incluso de manera aliviada. Mangel había sido testigo en primera persona de todas las dificultades que habían atravesado sus amigos para llegar a este punto. Celos, malentendidos, llantos, risas, confesiones... todo eso para terminar casados en una bonita iglesia de París, que hacía resonar sus campanas dándole a conocer a toda la ciudad la bella unión que acababa de formarse. Suspiró una vez más devolviéndole la mirada a Rubén. Este le miraba de manera burlona, pero también con un aire de ternura que le hacía tener tremendas ganas de besarlo, agarrarle la mano, y correr con él hacia el sacerdote para que los casara rápidamente. Rió un poco avergonzado de sus pensamientos. Claro que deseaba casarse con Rubén, pero por ahora no lo veía como una posibilidad. Aún debían solucionar varios asuntos, al contrario de Willy y Vegetta que ya habían pasado esa etapa de tormentas y calmas, para darle paso a un nuevo y curioso temporal.

Los recién casados comenzaron a correr como niños tomados de la mano por la larga extensión que los separaba de la salida de la iglesia. En el camino todos les arrojaban arroz gritando "¡vivan los novios!" al estilo de una comedia romántica. Mangel y Rubius también les arrojaron el arroz que poseían en las bolsitas que tenía en sus manos entusiasmados. Cuando la pareja salió de la iglesia se montó en un auto negro decorado con moños blancos y sin dejar de reír, saludaron a todos los invitados que los seguían por detrás. Luego de unos minutos el auto arrancó y se alejó, haciendo que de inmediato todos los invitados se subieran a sus autos y arrancaran detrás del coche matrimonial. Rubén se subió junto a Staxx, Alex, Cheeto, Lana, Luzu y Mangel a un auto gris que le pertenecía al hotel, lo habían alquilado para la ocasión y no tuvieron problemas en pagarlo entre todos. Mangel, que conducía el coche, no dejaba de tocar la bocina del automóvil de manera estruendosa, para que todos supieran que el carro que iba a unos metros adelante era el que transportaba a los enamorados. París brillaba en la noche de manera hermosa, reflejando las luces de la ciudad en la nocturna oscuridad parisina.

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora