Capítulo 12

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Despertó sobresaltado, demorando unos segundos en comprender que el sonido que escuchaba y que lo había sacado de su sueño era el de la puerta de entrada siendo golpeada. Con los ojos entrecerrados y soltando un pesado suspiro, Miguel buscó con su mano el móvil sobre su pequeño escritorio al lado de la cama. Al encenderlo se sorprendió por la hora, lo cual le hizo saltar de entre las sábanas sin pensarlo dos veces. Ya eran las 12:30 y por supuesto se había dormido completamente.

Sin importarle su cabello desordenado ni su pecho al descubierto (debido a que sólo dormía con unos pantaloncillos cortos por comodidad), Miguel se encaminó a paso rápido y entre bostezos hacia la puerta, para luego abrirla y llevarse una gran sorpresa al encontrarse con la mirada ojerosa de Rubén, quien estaba de pie frente a él con una bolsa pequeña colgando de sus manos.

-¡Rubius!- No pudo evitar exclamar el pelinegro en una mezcla de felicidad y sorpresa.

-Ho... Hola. Es un mal, eh... ¿momento?- murmuró con timidez el castaño, dándole inevitablemente una rápida mirada al estado desaliñado del morocho. Rubén se percató avergonzado de que aún así Miguel no se veía nada mal.

-Claro que no. Pasa, pasa. Menos mal que viniste y me despertaste, sino quién sabe hasta qué horas habría seguido durmiendo. No soy un vago, créeme, pero anoche me desvelé y cuando eso pasa se me jode el horario por completo. Soy un desastre y me cuesta volver a conseguir mi rutina de sueño normal.- Miguel hablaba tan rápido que Rubén ni si quiera se dio cuénta en qué momento fue empujado dentro del departamento. La puerta cerrándose tras de él y Miguel no dejando de parlotear.- ¿Cómo sabías en donde vivía? ¡Cierto! Me sorprende que hayas recordado el camino de la vez que te saqué en plena calle de aquella tormenta fría. ¿Desayunaste? ¿Comiste? Me daré una ducha y luego podemos ir a comprar el móvil para ti. No lo olvidé. Y después podríamos...

Miguel fue finalmente interrumpido por Rubén cuando éste le sostuvo el brazo con firmeza. El pelinegro volteó extrañado para verle y se dio cuenta de que su compañero estaba más serio de lo normal.

-¿Pasa algo?- preguntó bajando un poco la voz, temiendo la respuesta.

Rubén dejó salir un fuerte suspiro al mismo tiempo en el que decidió soltar el brazo ajeno. Sin mirar a aquellos oscuros ojos penetrantes, extendió su mano que sostenía la bolsa hacia Miguel.

-Gracias por todo. En la bolsa está la ropa que me prestaste el día de la tormenta.- Rubén pestañeó decaído, lo cual Miguel notó.- Perdona pero... ya no puedo ser tu amigo.

-¿Cómo dices?

-Ayer no era yo, bueno... nunca lo soy realmente. Quiero decir que.. eeh...- A Rubén le costaba explicarse, la mirada de Miguel sobre sus ojos le hacía estar nervioso y a la vez sentir culpa. No, no otra vez. Ese sentimiento que tanto odiaba volvía a aparecer. Justamente por eso no podía estar más cerca del pelinegro. Le había tomado cariño demasiado rápido y eso... eso era peligroso.

Rubén estaba aterrado de sentir algo diferente a lo que estaba usalmente acostumbrado.

-Rubius...- Miguel suspiró, notando cómo el castaño bajaba su brazo antes extendido.

-Ya no me llames así...- pareció suplicar. De pronto quería irse. Quería que Miguel pronunciara un simple "lo entiendo" para así dejarlo ir.

No esperaba que él lo entiendiera... pero...

-Lo entiendo.

Rubén elevó su cabeza, sorprendido por la respuesta del pelinegro, y notó que Miguel sonreía suave al tener finalmente la atención de su mirada.

-No, no lo haces.

-Claro que sí, tu cabeza está hecha un desastre en este momento. Ayer parecía que estabas necesitado de alguien que te comprendiera y hoy quieres mandar todo a la mierda por una confusión.- Miguel de acercó a Rubén, colocando una mano sobre su hombro y disfrutando tener aquellos ojos verdes y atentos sobre él.- Yo sé muy bien que es difícil aceptar a alguien en tu vida después de vivir malas experiencias... que imagino, deben haber sido cosas horribles para ti.- Agregó en voz baja.- Pero ese no es el punto. El punto... es que debes dejar de lado esa parte de ti que te impide avanzar. Debes estar dispuesto a dar el primer paso, cosa que ya hiciste, pero también tienes que ser consciente y evitar a toda costa dar un paso hacia atrás.

Rubén apretó sus labios, sin poder dejar de observar a Miguel. ¿Cómo era que aquel desconocido sabía exactamente qué decir siempre? Las palabras que salían de su boca eran lo más cercano que nunca alguien había estado de comprenderlo.

Rendido ante aquella comprensión inesperada, el castaño bajó la cabeza una vez más, haciendo que algunos cabellos taparan su rostro. En verdad no sabía qué decir, estaba en blanco. Por primera vez parecía que alguien en verdad lo entendía, entonces... ¿estaba bien? ¿Estaría bien que alguien como él sintiera un poco de afecto? Era egoísta pensar eso. Era muy egoísta. Una persona como él no merecía amabilidad. Sus acciones del pasado bullían en su cabeza en forma de recuerdos dolorosos.

-No lo merezco- respondió finalmente con la mirada al suelo.

-¿Por qué?

-Simplemente no lo merezco.

-Todos merecemos una segunda oportunidad, ¿no?

-No lo creo.

Si supieras lo que hice no dirías eso.

-No hay nada que no se pueda arreglar.

-La muerte no puede arreglarse.- soltó Rubén inconscientemente.

-¿A qué te refieres?- preguntó extrañado Miguel.

El castaño sintió una descarga de miedo viajar por su cuerpo velozmente.

-Olvídalo.

-Mmh... con una condición.- sugirió Miguel astuto.

-¿Qué?

-Quiero que sigamos siendo amigos.

Rubén suspiró nuevamente, queriendo blanquear los ojos por la insistencia de Miguel. Aquello parecía ser una característica fija del pelinegro. Era tremendamente terco y perseverante.

Sabiendo que no tenía de otra, Rubén asintió levemente con la cabeza, haciendo que Miguel ampliara su sonrisa de oreja a oreja.

-Muy bien, entonces iré a darme una ducha rápida porque me estoy congelando y luego iremos de una vez a comprarte un móvil.- dijo alegremente, dirigiéndose luego al baño a paso rápido.- ¡Siéntete libre de explorar el departamento!

-Qué confiado...- susurró Rubén una vez que se había ido. Sin moverse de su lugar recorrió superficialmente los alrededores con su mirada cansada. No era como si el departamento fuera tan grande... en realidad se notaba que el pelinegro no tenía muchas intenciones de quedarse ahí mucho tiempo.

Totalmente desinteresado en explorar, Rubén se encaminó hacia el sofá en el centro del salón y se dejó caer pensando en lo que había sucedido. Había ido totalmente decidido a acabar su amistad con Miguel y en cambio ahora había reafirmado ser su amigo.

Cansado de pensar se percató de que había una pequeña televisión frente a él. Buscó el control remoto con su mirada y una vez que lo encontró encendió el aparato. Hacía una década que no miraba una pantalla. Podría haber un tornado afuera y él no estaría ni enterado. Observó que estaban dando las noticias, y decidió que un poco de información no le haría mal. Entre muchas noticias de política, deportes y accidentes que no le interesaban, Rubén se aburrió y apagó la televisión, pero antes de hacerlo había comenzado una nueva noticia que no alcanzó a escuchar pero había logrado ver una foto que le erizó la piel, era su padre. Al darse cuenta de lo que había visto inmediatamente se propuso encender nuevamente la televisión.

-¡Estoy listo!- soltó Miguel ya cambiado y aseado.- ¿Nos vamos?

-Eh... Sí, sí..- respondió Rubén nervioso, dejando el control en el sofá nuevamente.

-¿Pasa algo?

-No, no nada... ya vámonos.

Y así los dos salieron del departamento.

Miguel con una sonrisa satisfecha y Rubén con una mueca seria. En realidad no era tan raro ya que casi siempre estaba serio, por lo que Miguel no se percató de la preocupación que emitían los ojos del castaño. ¿Qué hacia su padre en televisión? ¿Acaso el asesinato se había vuelto famoso? Él pensaba que después de un año a nadie le interesaría pero ahora parecía que estaban cerca de la verdad.

Su verdad, esa que quería olvidar. Iba a tener que investigar del tema más tarde pero realmente no deseaba meterse. No, no se metería. Seguramente solo causaría más problemas... además mientras no hiciera nada sospechoso nadie lo miraría. Eso pensaba él. Ahora estaba ansioso y preocupado.

Tenía miedo.

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora