Capítulo 38

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Rubén despertó sintiendo un cosquilleo en su pierna, un poco cansado trató de sentarse y vio que Mangel estaba limpiando una de sus heridas con un algodón mojado en alcohol. El resto de su cuerpo estaba desnudo, exceptuando sus bóxers, pero estaba tapado por las sábanas. Lo único descubierto era su pierna. Un poco sonrojado suspiro para que Mangel lo notara.
-Buen díah- lo saludó Mangel tapando nuevamente su pierna descubierta.
-Hola- dijo Rubén sintiendo vergüenza. No recordaba haberse dormido desnudo.
-¿Comoh te sientes?- preguntó Mangel sentándose a un lado de la cama.
-Mejor, mejor... ¿me curaste?- preguntó ya que se sentía mucho más aliviado.
-Si, no fue fácil pero estabah tan dormidoh que no te diste cuentah- le sonrió cerrando un poco sus ojos.
-Gracias- le agradeció sintiendo como le ardían las mejillas
-¿Por quéh te sonrojas?- dijo divertido al notar el nerviosismo de Rubén.
-¿M-me viste d-desnudo?- se atrevió a preguntar.
Mangel solo sonrió tiernamente. Le daba gracia verlo tan rojo por algo así.
-Tranquiloh, no voy a violarteh si eso es lo que piensah- dijo riendo un poco.
-¡Mangel!- exclamó Rubius sin creerse lo que acababa de decir. Mangel solo comenzó a descojonarse ahí mismo. El rubor del castaño crecía de manera anormal, era realmente gracioso. Rubén al verlo tan relajado y contento suspiró sonriendo negando con la cabeza. No le gustaba que Mangel le gastara bromas tan inesperadas, pero verlo reír, era simplemente perfecto. Su sonrisa iluminaba el ambiente haciendo todo mas cálido y placentero. Lo golpeó suavemente en el brazo para que dejara de reír y Mangel se calmó, para luego mirarlo y dedicarle una sonrisa. Estaba aliviado de que Rubén ya se sintiera mejor.
-Mangel... gracias- le dijo Rubén un poco más serio.
-¿Por quéh?- preguntó Mangel sin entender ese repentino agradecimiento.
-Gracias por... bueno... por todo- trató de explicarse. Le costaba hablar tan abiertamente, pero comenzaba a progresar y Mangel había notado eso.
-De nadah- le dijo despeinando su cabello castaño. Luego se miraron y se sonrieron tiernamente. Sin darse cuenta se habían vuelto completamente dependientes el uno del otro.
-¿Qué quiereh comer?- preguntó Mangel parándose.
-No se, ¿qué hora es?
-Lah treh de la tarde
-¿¡Qué!? ¿Tanto dormí?- se sorprendió el castaño, no acostumbraba a dormir tanto.
-No te preocupeh, fue mejor para mi de hecho. Pude salih un rato a buscar unas cosah y también compréh tu regalo de cumpleaños- contestó Mangel orgulloso de su mañana productiva.
-¿Regalo de cumpleaños?- dijo Rubén levantando una ceja.
-Si buenoh... al final nunca pudeh hacerte uno por... bueno ya sabeh.
Rubén recordó todo lo que había pasado. Entonces miró la pierna de Mangel.
-¿Tu pierna ya está bien?- preguntó mirándolo con pena, recordando sus gritos desesperados de dolor por la picadura.
-Si... por favor no le demoh vueltas a esoh- dijo Mangel rápidamente. No quería recordar todas las cosas malas que habían pasado, no ahora.
-Vale...
-¡Oh! ¡Casi lo olvidoh!- grito Mangel de repente asustando un poco al castaño- ahora vuelvoh- y después de eso salió de la habitación a paso rápido. Rubén, que había logrado sentarse en la cama apoyado en el respaldar de esta, sonrió divertido. Estaba feliz. Había tenido mucha suerte en conocer a ese hombre, tan atento y bondadoso. Su corazón latía con fuerza cada vez que estaba a su lado y se sentía completo. Sin ansiedades. Cerró los ojos un momento para luego abrirlos al escuchar cómo Mangel entraba a la habitación. Al ver lo que tenía en sus manos se sorprendió.
-Es mi...
-Penseh que ibas a quererlah de nuevo contigo.- le interrumpió Mangel acercándose a él para sentarse a su lado en la cama. Rubén recibió con cuidado su guitarra. Esa que lo había ayudado tanto en esos días nublados, esos días en donde nada parecía valer la pena. Para cualquiera podía parecer un simple instrumento, pero para Rubén esa guitarra estaba llena de recuerdos agradables. Con cuidado la sacó de su estuche y la colocó entre sus piernas. Puso una mano sobre el mango y otra a la altura de la abertura de la caja. Deslizó sus dedos y al escuchar ese dulce sonido se estremeció sintiendo una corriente eléctrica en su piel. Esa vez que quiso suicidarse le había costado despegarse de su instrumento, el solo pensar que no la volvería a tocar le entristecía muchísimo, por eso se la había dejado a Mangel. Aún sabiendo que hubiera ganado mucho dinero con el instrumento, no pudo venderlo. La decisión le había costado, pero al final terminó dejándola en manos del morocho. Si no fuera por él, ahora no estaría escuchando la dulce melodía que producían sus ágiles dedos al tocar las cuerdas plateadas de su preciada guitarra. El sonido lo llenaba, era como un placer que solo podían sentir algunos músicos, ese placer que te hace perderte en las notas y simplemente dejarte llevar. Luego de eso se percató de que había acabado de tocar una canción. Rió un poco, siempre le pasaba lo mismo. Se perdía tanto en la melodía que hasta olvidaba que estaba tocando. Sintió una mano delicada en su mejilla y se giró para ver a Mangel. Había olvidado que estaba a su lado. Mangel había escuchado la canción con atención y con una sonrisa boba en sus labios. Si Rubén no hubiera tocado la guitarra en ese entonces nunca lo hubiera visto. De alguna manera ese instrumento los había unido, junto al talento de Rubén. Mangel limpió una pequeña lágrima que se deslizaba en la mejilla del castaño.
-Joder, no me di cuenta que lloraba- dijo Rubén riendo un poco nervioso.
-En verdad tocas hermosoh- afirmó Mangel sin dejar de sonreír.
-Recuerdo cuando en la plaza me dijiste algo parecido- comentó un poco nostálgico.
-Verdad que pareceh como si hubiera sido hace años...
-Si... mi madre solía decirme lo mismo cuando terminaba de tocar una canción, ella me enseñó a tocar.
Mangel se sorprendió al escucharlo hablar de su pasado. Y se sorprendió más cuando vio que en su rostro no había amargura ni tristeza, había una débil sonrisa y una mirada perdida, su rostro delataba que esos eran recuerdos agradables, recuerdos que solo él y su guitarra conocían. De pronto el castaño giró su cabeza observándolo, mirándolo a los ojos.
-Cuando te vi por primera vez me asusté, porque te parecías mucho a ella. A pesar de que no recuerdo su rostro ni su voz... tus ojos... son tan parecidos a los de mi mamá... y más lo que me dijiste, quedé un poco atontado- confesó sin quitar su sonrisa. Mangel estaba emocionado, ahora entendía mejor la reacción que había tenido al conocerlo. Quitó su mano de la mejilla de Rubén y suspiró sin saber que decir. Por primera vez el castaño le ganaba en palabras. Rubius al ver que no diría nada dirigió su mirada a su guitarra, estaba tan feliz de tenerla de nuevo con él, poder tocarla. Era una de las pocas cosas que lo habían mantenido con vida en sus peores momentos.
-¿Tienes hambreh?- preguntó Mangel sin saber que decir.
-La verdad es que si- le sonrió el castaño.
-Prepararéh algo, y luego de que comamoh te daré tu regalo- dijo parándose y dirigiéndose a la cocina.
-Vale...- susurró Rubén sin quitar su sonrisa. Nunca le había pasado, pero no podía dejar de sonreír, era inexplicable pero sentía tanta felicidad acumulada que hasta sintió que en cualquier momento se le escaparía una carcajada. Solo atinó a volver a dirigir sus manos a las cuerdas y perderse en la música.
Mangel preparaba algo rápido en la cocina, quería volver a estar con Rubén lo antes posible. Al parecer anoche había descargado muchos sentimientos negativos que tenía guardados, por lo que ahora se sentía bien y energético. Quería estar con él en este momento tan agradable. Una vez que término sirvió los platos en una bandeja y los llevó a la habitación encontrándose con un Rubén totalmente perdido en la melodía. Mangel rió un poco negando con la cabeza, al parecer si había extrañado a su guitarra. Se sentó sobresaltando un poco a Rubén, que lo miró sorprendido.
-¿Vah a prestarmeh atención o vah a seguir tocando?- preguntó Mangel en un tono burlón.
-¿Qué? ¿Estas celoso de un instrumento?- dijo Rubén riendo un poco.
-Gilipollah- contestó riendo junto a él.
Luego de un rato hablando y comiendo terminaron sus platos haciendo que Mangel se emocionara.
-¡Hora de tu regaloh!- exclamó como un niño en navidad
-Joder Mangel te dije que no quería nada- se quejo Rubén cruzándose de brazos.
-Ah.. entonceh supongo que no te lo daréh- se burló Mangel
-¡Claro que no! ¡Ahora quiero saber que es!
Mangel rió y le despeinó el cabello llevándose la bandeja hacia la cocina
-Ahorah vuelvo.
Después de unos minutos Mangel volvió con lo que parecía ser una caja mediana circular cubierta de papel de regalo. Rubén lo miró emocionado, hacía mucho que no le regalaban algo y ya quería saber que era. El morocho se sentó nuevamente a su lado y le dio el regalo.
-¿Queh esperas?- le preguntó sonriendo. Rubén asintió y comenzó a romper el papel de regalo como un niño. Una vez que se deshizo de todo el decorado observó extrañado una caja circular de lo que parecía ser telgopor.
-¿Que es esto?- preguntó sin entender. Jamás había visto algo parecido.
-¡Abreloh!- ordenó Mangel impaciente.
Rubén lo miró y luego se decidió. Sacó la tapa circular y miró en el interior de la caja haciendo que sus ojos se agrandaran y se iluminaran emocionando a Mangel.
-¡HELADO!- gritó emocionado al ver su gusto preferido junto a otros dos que desconocía- ¡Mangel gracias, gracias, gracias, gracias!- le grito abrazándolo con fuerza y pegando pequeños saltos en la cama. Mangel comenzó a reír por como con algo tan simple como el helado podía alegrar a Rubén, le parecía tierno y dulce.
-Yah, yah- dijo tratando de calmarlo y separándolo un poco- ¡A comer!- exclamó mostrándole dos cucharas.
Ambos comenzaron a devorar el helado. Rubius el granizado y Mangel el dulce de leche que se encontraba a su lado.
-¿Y ese que gusto es?- preguntó el castaño señalando un tercer sabor que se encontraba en el pote.
-Cuandoh fui a la heladería me dijeron que era nuevoh, y cuando escuché su nombre no pude evitar comprarloh.
-¿Cómo se llama?
-Se llamah... dulce de leche granizadoh- le dijo mirándolo con una sonrisa.
-¡Son nuestros dos gustos preferidos unidos en uno!- grito Rubius sorprendido.
-Si, es por esoh que decidí que debíamoh probarloh.
Rubén se ruborizó un poco y miró aquel extraño gusto. Era dulce de leche con pequeños trozos de chocolate, tal como tenía el granizado. Hundió su cuchara en el helado y probó el gustó produciendo un pequeño sonido con su boca.
-Es delicioso- opinó después de saborear esa magnífica creación.
-Me alegroh que te gusteh- respondió Mangel un poco nervioso. No podía evitar excitarse un poco al verlo comer helado de esa manera. Parecía que en verdad quería provocarlo, pero Rubén era demasiado inocente para hacer algo así.
Así pasaron la tarde, entre risas, canciones de guitarra, helado y algunas miradas cómplices. Al fin comenzaban a verse como una joven pareja de enamorados.

Todo aquello le producía nauseas a aquel hombre que los miraba por la ventana escondiéndose detrás de un árbol. Esa felicidad... sabía que no era merecida.

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora